En la ciudad de El Puerto de Santa María se levanta un singular testimonio del esplendor del comercio transatlántico: la Casa de las Cadenas, también conocida como Casa Vizarrón. Esta imponente casa‑palacio, situada en la Plaza del Polvorista número 10, destaca por su arquitectura señorial y su intenso vínculo con la historia de los cargadores a Indias (comerciantes de grandes dimensiones en la Carrera de Indias).
Origen y constructor: ¿Quién fue Juan de Vizarrón Araníbar?
La Casa Vizarrón se construyó a finales del siglo XVII, concretamente alrededor de 1708, por Juan de Vizarrón Araníbar, caballero de la Orden de Alcántara, originario de Navarra. Este personaje llegó a establecerse en El Puerto de Santa María con el respaldo de su poderoso tío, Juan de Araníbar —caballerizo del Duque de Medinaceli, regidor y también cargador a Indias— quien lo introdujo en el lucrativo comercio colonial, convirtiéndolo en uno de los cargadores más influyentes de la ciudad.
Un palacio de cargador a Indias: usos y arquitectura
La vivienda se encuadra dentro de las casas‑palacio de cargadores a Indias, un tipo arquitectónico típico de Sevilla, Cádiz, Sanlúcar y El Puerto de Santa María, que reflejaba el estatus de grandes comerciantes gracias a su amplia fachada, patio porticado, almacenes y ostentosa decoración.
La Casa Vizarrón posee una monumental fachada articulada en siete calles y dos cuerpos superpuestos, con una portada principal enmarcada por columnas toscanas, escudo sostenido por sirenas y un balcón sobre entablamento. En la calle lateral —llamada justamente “de las Cadenas”— se abren dos accesos secundarios, uno sencillo y otro más decorado, con pilastras rústicas, dintel con dovelas y escultura central.
En el interior, destaca un amplio patio con columnatas toscanas de mármol y galería de arcos de medio punto donde cuelgan las cadenas que le dieron nombre. La escalera originalmente conducía a la planta noble, aunque hoy esa sección ha sido modificada debido a su adaptación como viviendas colectivas.
Hitos históricos relevantes
El edificio no solo fue residencia y almacén, sino también escenario de importantes acontecimientos. Entre 1729 y 1730 albergó a los reyes Felipe V e Isabel de Farnesio durante sus viajes a El Puerto de Santa María, época en que la familia Vizarrón gozaba de gran poder —el sobrino Juan Antonio Vizarrón llegaría a ser arzobispo de México y virrey de Nueva España—. En esa casa se firmó, el 31 de mayo de 1729, el decreto por el cual la ciudad dejó de estar bajo la jurisdicción de la Casa Ducal de Medinaceli y pasó a depender directamente de la Corona. Como honor y privilegio por su hospitalidad, se le permitió al propietario colocar cadenas en la fachada, una tradición con respaldo documental en el Archivo Histórico Municipal de El Puerto.
Todas estas razones dieron sentido a su actual denominación popular: Casa de las Cadenas, un símbolo tangible de su relevancia histórica.
Protegido y conservado: su estado actual
La Casa Vizarrón ha sido reconocida como Bien de Interés Cultural en el año 2006 (referencia que coincide con la declaración como BIC). Sin embargo, pese a este estatus, su interior ha sufrido transformaciones por su uso como viviendas, lo que ha modificado en cierta medida su planta noble original.
En la actualidad, su conservación es parcial: aunque la fachada y el patio mantienen buena parte de su integridad, el uso residencial ha producido subdivisiones y alteraciones internas. Aun así, sigue siendo una pieza esencial del patrimonio portuense, visible desde la plaza del Polvorista, rodeada por otros emblemáticos palacios y testigo del urbano entramado histórico de “la ciudad de los cien palacios”.
Galería de fotografías
La Casa de las Cadenas no es solo un edificio; es una narrativa en piedra sobre el auge del comercio con América, el poder de una burguesía enriquecida, la arquitectura señorial andaluza y los vaivenes políticos del siglo XVIII. Su origen navarro, su papel como sede de poder real, el privilegio de su fachada encadenada y su conservación actual lo convierten en un punto de paso imprescindible para comprender El Puerto de Santa María desde una perspectiva patrimonial y viajera.
Al pasear por la plaza del Polvorista y contemplar su fachada, sientes el eco de aquella época de esplendor y de un comerciante que supo encadenar su destino al Nuevo Mundo.



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