antigua Iglesia de Jesús, María y José en Puerto Real
antigua Iglesia de Jesús, María y José en Puerto Real

La Iglesia de San José, oficialmente denominada Iglesia de Jesús, María y José, constituye una de las joyas arquitectónicas más emblemáticas de Puerto Real. Este templo, erigido en el corazón del casco histórico de la villa, es testimonio del esplendor neoclásico del siglo XVIII y del arraigo de la tradición carpintera en la localidad.​

Origen y promotores: el gremio de carpinteros de ribera

La historia de la Iglesia de San José en Puerto Real se remonta al último tercio del siglo XVIII, en un contexto de notable dinamismo económico y social en la Bahía de Cádiz. En esa época, Puerto Real —fundada en 1483 por los Reyes Católicos— había consolidado una importante actividad relacionada con la construcción naval. En particular, la carpintería de ribera, esencial para la fabricación de embarcaciones, se había convertido en uno de los principales motores de su economía local.

Carpinteros de ribera

Los carpinteros de ribera no sólo desempeñaban un oficio fundamental, sino que también gozaban de un estatus considerable dentro de la estructura social de la villa. Conscientes de su relevancia y de la necesidad de reforzar su identidad como colectivo, estos artesanos se organizaron en torno a la Hermandad de San José, patrón de los trabajadores manuales y, muy especialmente, de los carpinteros.

Hasta entonces, su vida religiosa había girado en torno a una pequeña y humilde ermita dedicada a San Andrés. Sin embargo, esta construcción, afectada por el paso del tiempo y la falta de mantenimiento, ya no reunía las condiciones adecuadas para las celebraciones ni representaba la prosperidad que el gremio deseaba proyectar. Así, surgió el anhelo de levantar un nuevo templo, digno tanto de su fe como de su creciente importancia socioeconómica.

Apoyo del ayuntamiento de Puerto Real

El proyecto recibió un espaldarazo fundamental por parte del Ayuntamiento de Puerto Real, que comprendió que un templo más grande y espléndido no solo dignificaría a uno de sus gremios más importantes, sino que también embellecería el casco urbano de la villa. La corporación municipal cedió gratuitamente el solar para la construcción de la nueva iglesia, manifestando con ello una colaboración simbiótica entre las instituciones civiles y los colectivos profesionales.

Impulso de la hermandad

El impulso de la Hermandad y el apoyo municipal convergieron así en un ambicioso objetivo: la creación de un templo que no fuera simplemente un lugar de culto, sino también un monumento que perpetuara la memoria del trabajo artesanal que sostenía a la villa, y que reflejara la influencia del neoclasicismo, el estilo arquitectónico emergente en Andalucía en esos años.

La colocación de la primera piedra tuvo lugar en 1770, un momento que podemos imaginar cargado de emoción y de esperanza para aquellos hombres de manos curtidas que, en paralelo a su trabajo en los astilleros, veían levantarse, piedra a piedra, un templo que sería el centro espiritual y simbólico de su comunidad.

Arquitectos: Torcuato Cayón y Torcuato Benjumeda

La construcción de la Iglesia de San José fue confiada inicialmente a uno de los arquitectos más prestigiosos de la Andalucía de la segunda mitad del siglo XVIII: Torcuato Cayón de la Vega (1725–1783). Nacido en Cádiz, Cayón es considerado una de las principales figuras que introdujeron el neoclasicismo en el sur de España, alejándose de los recargados excesos del barroco tardío.

Formado en un ambiente donde la arquitectura empezaba a beber de las nuevas corrientes ilustradas, Cayón aplicó en sus obras un lenguaje sobrio, equilibrado y monumental, basado en las proporciones clásicas. Antes de su implicación en la obra de San José, ya había dejado su impronta en edificios emblemáticos como la Santa Cueva de Cádiz y había tenido un papel relevante en la continuación de las obras de la Catedral Nueva de Cádiz, proyecto monumental de gran envergadura.

En la Iglesia de San José, Cayón concibió un edificio de planta de salón, con claras influencias académicas, en el que destacaba la austeridad de las líneas arquitectónicas y la pureza geométrica de sus volúmenes. Sin embargo, su fallecimiento en 1783 interrumpió su participación directa en las obras cuando estas aún no habían concluido.

Torcuato Benjumeda y Laguada

La responsabilidad de finalizar la construcción recayó entonces en su discípulo y ahijado: Torcuato Benjumeda y Laguada (1757–1836), oriundo de El Puerto de Santa María. A pesar de su juventud, Benjumeda ya era una promesa dentro del panorama arquitectónico gaditano. Dotado de gran talento técnico y sensibilidad artística, Benjumeda no sólo respetó las líneas maestras de su maestro, sino que supo dotar al edificio de su propia personalidad, terminando la obra en 1794.

Benjumeda desarrollaría posteriormente una carrera brillante: fue Arquitecto Mayor de la Catedral de Cádiz y autor de numerosas obras civiles y religiosas en toda la provincia. Su estilo, de un neoclasicismo sobrio pero elegante, dejó una profunda huella en el urbanismo de Cádiz y su entorno. Entre sus obras más conocidas destacan la Cárcel Real (hoy sede de la Casa de Iberoamérica) y el Mercado Central de Abastos de Cádiz.

Tradición arquitectónica en Cádiz

La participación de Cayón y Benjumeda en la construcción de la Iglesia de San José no solo asegura el valor artístico del edificio, sino que también lo inscribe en una tradición arquitectónica de alto nivel, vinculándolo a los grandes proyectos ilustrados que transformaron el paisaje urbano gaditano en el siglo XVIII.

La Iglesia de San José, en su sobria nobleza, se convierte así en un testimonio tangible del genio de estos dos maestros, cuya obra sigue siendo motivo de admiración y estudio para arquitectos e historiadores del arte.

Características arquitectónicas

La Iglesia de San José constituye un ejemplo notable del neoclasicismo andaluz, un estilo que, surgido en el siglo XVIII, reivindicaba los principios de la sobriedad, el orden y la armonía heredados de la arquitectura clásica grecorromana. Concebida bajo estos ideales, la iglesia destaca por su equilibrio compositivo y por la limpieza de sus formas, en abierto contraste con la ornamentación excesiva propia del barroco anterior.

Planta del templo

La planta del templo responde al esquema de iglesia de salón o «hallenkirche», es decir, un espacio único en el que las tres naves —una central y dos laterales— están prácticamente a la misma altura, generando una impresión de unidad y amplitud visual. Esta disposición refuerza la idea de un espacio pensado para la reunión comunitaria, tan importante en las hermandades gremiales como la de los carpinteros de ribera.

Nave central

La nave central se cubre con una bóveda de cañón con lunetos —aberturas laterales que permiten la entrada de luz—, mientras que las naves laterales presentan bóvedas de arista, más ligeras pero igualmente elegantes en su ejecución. Este sistema de cubiertas no sólo garantiza la estabilidad del edificio, sino que también contribuye a una distribución muy efectiva de la iluminación natural, matizando la claridad que invade el interior.

Crucero

El crucero, punto de intersección entre la nave principal y el transepto, se marca con especial fuerza mediante una cúpula de media naranja asentada sobre pechinas, esas superficies triangulares que permiten la transición de una base cuadrada a la forma circular de la cúpula. Sobre ella se alza una linterna octogonal, elemento característico del neoclasicismo, que permite el paso de la luz cenital y crea un efecto de verticalidad espiritual muy poderoso para quien contempla el espacio desde abajo.

Prebisterio

El presbiterio, elevado respecto a la nave principal, subraya la importancia del altar mayor como foco litúrgico. Bajo él se ubica una cripta, concebida originalmente para servir de espacio funerario, aunque hoy su uso es principalmente cultural.

Exterior del templo

En el exterior, la sobriedad del diseño se mantiene. La fachada principal se articula mediante pilastras toscanas —de orden arquitectónico simple y robusto— y un arco rebajado enmarcando la portada de acceso, realizada en piedra ostionera, un material local característico por su textura rugosa y su color terroso. Esta elección no solo respondía a razones estéticas, sino también prácticas, ya que la piedra ostionera ofrecía una excelente resistencia al ambiente marino de la Bahía.

El conjunto arquitectónico, lejos de pretensiones grandilocuentes, transmite una dignidad serena, en sintonía con los ideales ilustrados de la época y con el carácter austero pero orgulloso de la hermandad que promovió su construcción.

Interior del templo

En el interior, aunque no se conservan los retablos ni la imaginería original —muchos perdidos durante los avatares del siglo XX—, la arquitectura en sí misma mantiene toda su fuerza expresiva. La proporción de los espacios, el ritmo de los arcos, la elevación de la cúpula y el juego de luces y sombras ofrecen al visitante una experiencia estética sobria pero profunda, donde lo material parece tender discretamente hacia lo trascendente.

Así, la Iglesia de San José no solo se entiende como un espacio de culto o como un monumento histórico, sino como un verdadero manifiesto arquitectónico de los valores de su tiempo: razón, claridad, orden y belleza.

Evolución histórica y usos posteriores

Durante la Guerra Civil Española, tras el incendio de la Iglesia Prioral de San Sebastián en 1936, la Iglesia de San José asumió temporalmente funciones parroquiales. En 1981, fue declarada Bien de Interés Cultural en la categoría de Monumento. Posteriormente, en 1988, el Ayuntamiento y el Obispado acordaron su cesión al municipio, iniciándose en 1992 su restauración para convertirla en centro cultural. Desde entonces, alberga exposiciones y actividades culturales, siendo uno de los espacios más relevantes de la vida cultural de Puerto Real. ​

La cripta: un espacio subterráneo singular

Uno de los elementos más singulares de la Iglesia de San José es, sin duda, su cripta subterránea, ubicada directamente bajo el presbiterio. Concebida desde el inicio de la construcción del templo, este espacio no fue una adición posterior, sino una parte fundamental del proyecto arquitectónico, en consonancia con una antigua tradición cristiana que reservaba los lugares más sagrados para la memoria de los difuntos.

La cripta tenía originalmente una función funeraria, prevista para albergar los restos mortales de los miembros más destacados de la Hermandad de San José o de aquellos benefactores que hubieran contribuido de manera especial a la edificación del templo. Este uso reflejaba no solo un sentido espiritual de continuidad entre la vida y la muerte, sino también un gesto de gratitud y reconocimiento comunitario hacia quienes habían hecho posible la existencia del edificio.

La cripta desde el punto de vista arquitectónico

Desde el punto de vista arquitectónico, la cripta presenta una estructura sencilla pero robusta, adaptada a su función primordial: acoger en su interior los enterramientos en condiciones de seguridad y dignidad. Construida en mampostería y ladrillo, con bóvedas de medio cañón de modestas dimensiones, el ambiente en su interior es de recogimiento y sobriedad, propicio para la reflexión sobre la fugacidad de la vida y la esperanza en la resurrección.

Evolución de la cripta a lo largo del templo

A lo largo del tiempo, el destino de la cripta ha cambiado en varias ocasiones, reflejando las distintas fases históricas del edificio. Durante el siglo XX, especialmente tras la cesión de la iglesia al Ayuntamiento y su transformación en centro cultural, la cripta dejó de utilizarse con fines religiosos y pasó a servir a usos más mundanos, como almacén de materiales o espacio para ensayos teatrales. En este tránsito, aunque perdió parte de su carácter sacro, adquirió una nueva dimensión como parte viva de un edificio que sigue adaptándose a las necesidades de la comunidad.

Actualmente, aunque la cripta no forma parte del recorrido habitual de las actividades culturales que se desarrollan en el antiguo templo, su existencia sigue despertando un gran interés. Se han llevado a cabo en diversas ocasiones visitas guiadas y actividades de divulgación que permiten al público conocer este espacio, tan cargado de memoria y de simbolismo.

Profundo sentido de permanencia y de comunidad

La cripta, en su modestia y en su silencio, es un recordatorio palpable del profundo sentido de permanencia y de comunidad que animó a aquellos carpinteros de ribera a levantar un templo no sólo para los vivos, sino también para honrar a sus muertos. Hoy, aunque en desuso, sigue siendo una pieza clave para comprender plenamente el significado histórico y emocional de la Iglesia de San José.

Galería de fotografías

La Iglesia de San José es un símbolo del legado histórico y cultural de Puerto Real. Su construcción refleja la importancia del gremio de carpinteros de ribera en la economía y sociedad de la villa, mientras que su arquitectura neoclásica la convierte en un referente patrimonial. La transformación del templo en centro cultural demuestra la capacidad de adaptación y reutilización del patrimonio histórico para satisfacer las necesidades contemporáneas de la comunidad.​

 antigua Iglesia de Jesús, María y José en Puerto Real
antigua Iglesia de Jesús, María y José en Puerto Real
torre campanario del templo
torre campanario del templo

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