A pocos kilómetros de Jaén, camino de Torredelcampo, se levanta la torre de la Aldehuela. Parece un simple caserón arruinado entre olivares. En realidad guarda siglos de historia rural, guerras, agua y aceite.
Un decreto estatal de 1949 reconoció el conjunto como Bien de Interés Cultural. Hoy también figura en la Lista Roja de Hispania Nostra por el riesgo real de desaparición.
Origen: el agua primero, la frontera después
Los arqueólogos localizaron en el entorno restos de época romana tardía. También identificaron estructuras tardoantiguas muy alteradas por el laboreo del olivar. Esto indica una ocupación agrícola continua del cerro desde muy pronto.
Durante el periodo emiral andalusí, la zona se organizó alrededor del agua. Un qanat o mina de agua, excavado en la roca, captaba el manantial y conducía el caudal hasta una gran alberca. Ese sistema hidráulico alimentó huertas y frutales y definió el pequeño núcleo rural de Aldehuela.
Tras la conquista castellana de Jaén, a mediados del siglo XIII, el concejo necesitó asegurar caminos y tierras de labor. En ese contexto, las autoridades cristianas levantaron un pequeño castillo rural sobre la vieja alquería de regadío. Los estudios sitúan la torre en la segunda mitad del siglo XIII, dentro de la amplia red de castillos rurales que ordenó la campiña jiennense.
Una torre para vigilar el camino
La torre domina el antiguo camino entre Jaén y Torredelcampo. Esa posición controlaba el paso de mercancías, ganados y gentes entre la ciudad y su alfoz.
El edificio tiene planta cuadrada. Cada lado mide unos 8,70 metros y la altura ronda los 12 metros. En su interior conserva dos estancias superpuestas con cubiertas de bóveda apuntada. Se construyó con mampostería de piedra y refuerzos de sillarejo en las esquinas. Uno de los muros se levantó con tapial más antiguo.
La torre funcionó como atalaya y como pequeño torreón señorial. Controlaba el entorno inmediato y también el sistema de riego que discurre junto a ella. Por eso la documentación la vincula al Concejo de Jaén. Servía de refugio a los campesinos de las cortijadas cercanas durante los peligros de la Baja Edad Media.
Vida en torno a la torre: cortijo, almazara y huertas
Con el tiempo, la fortificación se integró en un gran cortijo. Los propietarios aprovecharon los muros de la vieja fortaleza para crear una casa de labor. En su interior funcionaron una almazara y una bodega de aceite. El paisaje de huertas andalusíes dio paso al monocultivo del olivar, pero el agua de la mina y la alberca siguió en uso.
El conjunto de Aldehuela llegó a incluir la torre, la casa, la alberca elevada sobre una estructura medieval y los restos de un molino hidráulico. Todo ello formó un pequeño mundo agrícola autosuficiente, muy ligado a Jaén y Torredelcampo.
En los siglos finales de la Edad Media la población del paraje se mantuvo escasa y dispersa. La aldea nunca contó con parroquia propia, lo que confirma su carácter rural y dependiente de la ciudad de Jaén.
La torre en las crónicas: treguas y conflictos
La torre de la Aldehuela no solo aparece en estudios arqueológicos. También entra en la historiografía local. Juan de Arquellada la cita en su Sumario de Prohezas y casos de guerra, crónica del siglo XVI. El texto sitúa allí negociaciones de tregua entre el condestable Miguel Lucas de Iranzo y los partidarios del infante don Alfonso en plena crisis sucesoria castellana.
Ese episodio muestra el papel estratégico del lugar. La torre controlaba la vía de acceso a Jaén y ofrecía un espacio seguro, pero cercano a la ciudad, para reuniones y acuerdos.
Del cortijo vivo al abandono
Los siglos modernos consolidaron la imagen de Aldehuela como explotación agrícola. La torre aportó abrigo y prestigio al cortijo. La mina de agua y la alberca siguieron regando huertas y olivares.
La mecanización del campo y los cambios en la propiedad agraria redujeron la necesidad de grandes casas de labor aisladas. Muchas familias abandonaron estos cortijos o los transformaron. Aldehuela no escapó a esa tendencia. La actividad agrícola se concentró en otras fincas y la casa junto a la torre quedó sin uso estable. Esta interpretación enlaza con la evolución general del olivar jiennense.
Sin mantenimiento, las cubiertas del cortijo empezaron a caer. La humedad y la erosión afectaron a la torre y a las estructuras hidráulicas. Hispania Nostra señala precisamente la ruina progresiva y la pérdida total de la techumbre del cortijo como causas directas de la situación de abandono actual.
Estado actual: un BIC en la Lista Roja
Hoy la torre de la Aldehuela se levanta aún en pie, pero muestra grietas, pérdidas de mampostería y vegetación en coronación. El interior conserva las bóvedas, aunque el entorno presenta escombros y restos de derrumbe.
La casa de labor adosada perdió por completo su cubierta. La mina de agua y el molino se encuentran colmatados y con tramos derrumbados, por lo que ya no resultan transitables con seguridad. El conjunto figura desde 2022 en la Lista Roja de Hispania Nostra, que alerta sobre el riesgo real de nuevos desplomes si nadie interviene.
Paradójicamente, el monumento disfruta de protección jurídica como Bien de Interés Cultural desde mediados del siglo XX. Esa condición obliga a conservarlo, pero la protección sobre el papel no basta. Sin proyectos de consolidación y sin un uso compatible, la vieja atalaya corre peligro de desaparecer del paisaje entre Jaén y Torredelcampo.
Visitar la torre hoy: recomendaciones
La torre se sitúa en el término municipal de Torredelcampo, en la antigua carretera de Jaén hacia Torredonjimeno, muy cerca del actual trazado entre Jaén y Torredelcampo. Varios senderos y rutas de campo incluyen el enclave como hito paisajístico.
Se trata de una propiedad privada en ruina, sin acondicionamiento para la visita. Conviene respetar cercados, no entrar en construcciones inestables y observar la torre desde una distancia prudente. Aun así, el lugar ofrece una imagen poderosa: la masa cuadrada de la atalaya, la huella del cortijo y, alrededor, el mar de olivos que explica toda su historia.
Para quien ama el patrimonio de Jaén, la torre de la Aldehuela resume un mensaje claro. El paisaje agrario también guarda castillos. Y esos castillos necesitan atención antes de que el tiempo borre su silueta para siempre.
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