molino galacho
molino galacho

El molino de mareas de Goyena, situado en las marismas de Las Aletas, en Puerto Real, es una joya del patrimonio industrial de la Bahía de Cádiz. Aunque hoy solo quedan sus ruinas, este ingenio hidráulico fue clave en la economía gaditana del siglo XVIII.

Origen y contexto histórico del molino de mareas Goyena

A mediados del siglo XVIII, la Bahía de Cádiz vivía un momento de enorme actividad comercial y militar. Cádiz se había convertido en un importante enclave marítimo gracias a su papel como puerto principal del comercio con América. La necesidad de abastecer a la población y a las fuerzas armadas generaba una creciente demanda de harinas y cereales.

En este escenario, los molinos de mareas surgieron como soluciones tecnológicas eficientes. Aprovechaban la fuerza de las mareas atlánticas para mover grandes piedras de molienda. Este sistema resultaba ideal para una zona costera como Puerto Real, con sus caños, marismas y esteros.

La expansión de la industria harinera se vinculó también con la organización de las Reales Provisiones de Víveres, que centralizaban el suministro de alimentos para la Armada. El molino de Goyena nació como parte de esta lógica: producir harina para abastecer a Cádiz y su flota naval.

Puerto Real ofrecía una ubicación ideal. Sus marismas permitían construir embalses naturales y canales de alimentación para el molino. Además, estaba cerca de los principales caminos marítimos y terrestres de la provincia, lo que facilitaba el transporte del grano y la distribución de la harina.

Juan Esteban de Goyena: el promotor

El verdadero impulsor del molino fue Juan Esteban de Goyena y Jijante, un navarro llegado a Cádiz que destacó como alto funcionario del Estado. En 1754, siendo Director de las Reales Provisiones de Víveres de Cádiz, decidió construir un molino harinero en el Caño de la Marina, cerca del río San Pedro.

Goyena no solo fue un funcionario diligente; también demostró visión industrial. Eligió un lugar estratégicamente conectado con el sistema fluvial y mareal de la Bahía. La ubicación permitía almacenar el agua de las mareas y liberarla para mover el mecanismo de molienda, una técnica ya conocida pero escasamente explotada en la región.

El molino no surgió como una instalación aislada. Formaba parte de un complejo logístico con almacenes, embarcaderos y muelles. Desde allí, pequeñas embarcaciones como los faluchos y los candrays cargaban harina rumbo a Cádiz o la llevaban hacia los arsenales navales.

El molino recibió su nombre por el apellido de su promotor. “Goyena” se convirtió en sinónimo de innovación en el uso de la energía mareomotriz en la provincia. Su éxito no solo radicó en su funcionamiento técnico, sino en su papel dentro del sistema de abastecimiento alimentario de todo el litoral gaditano.

Funcionamiento y características del molino de mareas

El molino de Goyena funcionaba gracias a un sistema de energía mareomotriz, una técnica tradicional que aprovechaba la fuerza de las mareas para mover maquinaria pesada. En la Bahía de Cádiz, con su régimen de mareas regulares y potentes, este recurso ofrecía un enorme potencial.

Durante la pleamar, el agua del mar entraba por un canal y se acumulaba en una gran presa o embalse. Este depósito artificial, construido con piedra ostionera y arcilla compactada, retenía el agua mediante compuertas de madera o hierro. Cuando la marea bajaba, se abrían las compuertas, y la fuerza del agua al salir movía las ruedas hidráulicas.

Estas ruedas, normalmente horizontales, accionaban los ejes y engranajes que hacían girar las piedras de molino. El trigo, vertido desde tolvas, se trituraba entre dos grandes muelas circulares. El resultado era una harina fina, apta para el consumo humano o para panificación naval.

Este sistema permitía moler incluso cuando el nivel del agua bajaba, lo cual lo hacía más autónomo que los molinos tradicionales de río. Además, el molino podía trabajar dos veces al día, con cada ciclo de marea, lo que multiplicaba su rendimiento y lo convertía en una infraestructura clave para la economía local.

Infraestructura hidráulica e ingenio mecánico

El conjunto del molino de Goyena no se limitaba a una simple sala de molienda. Era una estructura hidráulica compleja, pensada con inteligencia y adaptada al terreno marismeño. Además del embalse y las compuertas, el sistema incluía canales de alimentación, desagües, esclusas y varios elementos de control del flujo del agua.

La sala de molienda albergaba varias piedras, lo que permitía moler diferentes tipos de grano simultáneamente o aumentar la capacidad productiva en épocas de alta demanda. Las muelas se construían con piedra dura importada, generalmente traída de Galicia o el País Vasco, por su resistencia al desgaste.

Los ejes de madera, reforzados con hierro forjado, giraban gracias a la presión del agua sobre las palas de las ruedas. Este movimiento se transmitía a los mecanismos de molienda con una precisión notable para la época.

Además, el molino contaba con espacios auxiliares: almacenes de grano, dependencias para el molinero y los trabajadores, y posiblemente incluso una pequeña panadería para elaborar pan para la Armada o para la venta directa en Cádiz. El ingenio técnico y organizativo del molino de Goyena lo convierte en uno de los mejores ejemplos de ingeniería preindustrial en Andalucía.

Evolución y legado del molino de mareas Goyena

Tras la muerte de Juan Esteban de Goyena y Jijante, el molino pasó a su hijo, Juan Antonio de Goyena, y más tarde al nieto, José Ramón de Goyena y Sayol. La propiedad se mantuvo en la familia durante varias décadas, lo que permitió consolidar su papel dentro de la economía local.

La continuidad familiar no solo garantizó la conservación del molino, sino que lo vinculó al desarrollo agrario y comercial de Puerto Real y de la Bahía de Cádiz. En un momento en que muchas instalaciones hidráulicas sufrían abandonos o pérdidas por malas gestiones, los Goyena mantuvieron el molino activo y funcional.

Bajo su administración, el molino se modernizó ligeramente para adaptarse a nuevas necesidades, pero conservando su estructura original. El apellido Goyena, durante buena parte del siglo XIX, siguió siendo sinónimo de calidad y abastecimiento seguro de harinas para la zona.

La familia también diversificó sus actividades, probablemente vinculando el molino a otros negocios agrícolas, marítimos o inmobiliarios. Aunque no hay constancia detallada de todos sus usos, los registros confirman que el molino continuó operativo al menos hasta mediados del siglo XIX, conservando su prestigio como infraestructura clave del territorio.

Nuevos nombres, nuevas manos

En 1867, el molino pasó a manos de Francisco Chozas, lo que marcó un nuevo capítulo en su historia. Con este cambio, comenzó también una transformación en su identidad. Aunque seguía siendo conocido como Molino de Goyena, en los documentos y en la memoria oral comenzaron a circular otros nombres: Molino de La Albina y Molino de Galacho.

Estos apelativos reflejaban tanto el entorno geográfico como los nuevos vínculos personales y sociales que rodeaban al molino. “La Albina” podría hacer referencia a una zona del estuario cercana, mientras que “Galacho” es un término popular andaluz que designa una curva de río o meandro, aludiendo al caño en el que se asentaba el molino.

En esta etapa, es probable que el molino ya no gozara del mismo esplendor que durante el siglo XVIII, aunque aún conservaba funcionalidad. Su importancia económica pudo verse mermada por la introducción de nuevas tecnologías industriales, como los molinos de vapor, que ofrecían mayor regularidad y menos dependencia de factores naturales como la marea.

Aun así, siguió siendo útil en un contexto rural y agrícola, especialmente para moliendas estacionales o usos locales. Su valor ya no era solo productivo, sino también patrimonial y simbólico.

Decadencia, olvido y ruinas

Con el paso del tiempo, el molino de mareas de Goyena cayó en desuso. Las nuevas formas de energía y el desarrollo industrial del siglo XX relegaron estas construcciones a un segundo plano. Las marismas de Las Aletas, donde se ubica el molino, se fueron despoblando y el entorno se volvió cada vez más salvaje y menos transitado.

El abandono se hizo visible. Las compuertas se pudrieron, las ruedas hidráulicas desaparecieron y las piedras de molino se cubrieron de limo. Los muros de piedra ostionera comenzaron a desmoronarse, aunque muchos siguen en pie. La estructura, mimetizada con el paisaje, sobrevivió al olvido gracias a su robustez y a la protección natural de la marisma.

Durante décadas, el molino solo aparecía en estudios especializados o en paseos de senderistas curiosos. Las administraciones locales mostraron poco interés en su conservación hasta bien entrado el siglo XXI. Sin embargo, su historia no desapareció del todo. Asociaciones culturales, investigadores locales y algunos colectivos ecologistas comenzaron a reclamar su protección como bien patrimonial.

Hoy, el molino de Goyena se encuentra en ruinas, pero con una historia que lo sigue sosteniendo. Representa una parte esencial del pasado industrial y agrícola de Puerto Real, una huella viva en las marismas que aún espera ser recuperada.

Situación actual y conservación

Hoy, el molino de Goyena se encuentra en ruinas, camuflado entre las marismas. Su piedra ostionera se mimetiza con el paisaje, y solo los visitantes más atentos pueden descubrir sus restos. Aunque se han propuesto proyectos de rehabilitación, como el del Parque de Las Aletas, estos han enfrentado oposición por parte de colectivos conservacionistas y ecologistas debido a la protección ambiental del área.

Importancia patrimonial

El molino de mareas de Goyena no es solo una ruina pintoresca entre caños y marismas. Se trata de uno de los pocos ejemplos de ingeniería hidráulica preindustrial que han sobrevivido en la Bahía de Cádiz. Su existencia demuestra cómo, siglos antes del desarrollo eléctrico, ya se dominaban técnicas sofisticadas para aprovechar la energía natural.

Este tipo de molinos no eran comunes en el sur de España. Aunque existían precedentes en otras regiones atlánticas de Europa, como Bretaña o el sur de Inglaterra, su implantación en Andalucía fue selectiva. Goyena se adelantó a su tiempo. Fue más que un molino: fue una infraestructura estratégica, pensada para abastecer a Cádiz y a su Marina en una época de auge naval y comercial.

Su localización, diseño y método de funcionamiento muestran un alto nivel de adaptación al entorno natural. No alteraba el ecosistema; al contrario, lo integraba y lo utilizaba con inteligencia. Esa armonía entre ingeniería y medio ambiente le confiere hoy un valor añadido como referente de sostenibilidad histórica.

Pocos espacios del patrimonio industrial en Andalucía conservan esta combinación de valor histórico, ingenio técnico y potencial paisajístico. Por eso, Goyena no solo pertenece a Puerto Real. Es parte del legado cultural de toda la Bahía.

Memoria cultural y vinculación con la identidad local

Más allá de su función práctica, el molino de mareas de Goyena forma parte de la memoria colectiva de Puerto Real. A lo largo de generaciones, su silueta ha sido un referente en el paisaje de Las Aletas. Aunque su actividad cesó hace décadas, muchos vecinos aún recuerdan historias, leyendas o relatos familiares ligados a él.

El molino conecta a la comunidad con su pasado agrícola y marítimo. Representa una época en la que el territorio se aprovechaba con respeto, en un equilibrio constante entre el trabajo humano y los ciclos de la naturaleza. Esa conexión con la tierra, el agua y el saber hacer tradicional está hoy en riesgo de perderse, si no se preservan elementos como este.

También posee valor educativo. Ofrece una oportunidad para enseñar a futuras generaciones cómo era la vida, el comercio y la tecnología en el Cádiz del siglo XVIII. Puede convertirse en un espacio para la interpretación del patrimonio, el turismo sostenible o incluso la ciencia ambiental.

Recuperar y proteger el molino no es solo conservar piedras antiguas. Es reivindicar una identidad, una forma de vivir y una cultura ligada a la marisma. Un símbolo que merece seguir contando su historia a quienes lleguen después.

Un valor estratégico para el turismo cultural y ecológico

El Molino de Goyena tiene un enorme potencial dentro del turismo cultural y ambiental. Su emplazamiento, en pleno corazón de las marismas de Las Aletas, lo sitúa en un enclave privilegiado para el desarrollo de rutas ecoturísticas, históricas y educativas. Muy cerca del Parque Natural de la Bahía de Cádiz, podría integrarse fácilmente en circuitos de interpretación del paisaje y del patrimonio.

Su historia se enlaza con temas de interés creciente: la energía sostenible, el patrimonio industrial, la arquitectura tradicional y la relación del ser humano con la naturaleza. Todo esto lo convierte en un recurso ideal para atraer visitantes interesados en el turismo responsable y en experiencias auténticas.

Además, si se rehabilitara respetando su estructura original, podría albergar un pequeño centro de interpretación, paneles informativos, visitas guiadas o talleres para escolares. También contribuiría a dinamizar la economía local, creando empleos ligados al patrimonio, la cultura y el medio ambiente.

Puerto Real tiene en el Molino de Goyena una oportunidad única de reivindicar su pasado desde una mirada actual. Con una inversión razonable, puede transformarse en un punto de atracción cultural de primer nivel, sin renunciar a su esencia ni a su entorno natural protegido.

Molino Galacho en Puerto Real
Molino Galacho en Puerto Real
restos conservados del antiguo molino de mareas
restos conservados del antiguo molino de mareas
muros aún en pie del antiguo molino
muros aún en pie del antiguo molino
panorámica de las ruinas que aún se conservan en este paraje de la bahía de Cádiz del molino de mareas Goyena
panorámica de las ruinas que aún se conservan en este paraje de la bahía de Cádiz del molino de mareas Goyena
paisajes que pudieron disfrutar los que trabajaron aqui en otra época
paisajes que pudieron disfrutar los que trabajaron aqui en otra época
arcos por donde fluía el agua y movía la maquinaria del molino
arcos por donde fluía el agua y movía la maquinaria del molino
la única fachada que se conserva del molino de mareas goyena
la única fachada que se conserva del molino de mareas goyena
otro de los arcos reodeados de vegetación que aún se conservan
otro de los arcos reodeados de vegetación que aún se conservan
testimonio de la vida industrial que existió en otra época
testimonio de la vida industrial que existió en otra época

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