En pleno corazón histórico de El Puerto de Santa María, entre antiguas casas de cargadores a Indias y el bullicio cotidiano del centro, se levanta una fachada que muchos miran sin conocer su historia. Es la capilla de las Carmelitas, un pequeño templo neogótico que esconde mucho más de lo que parece a primera vista.
Este edificio nace de la unión de tres mundos: una casa-palacio dieciochesca, la llegada de una congregación dedicada a la educación de las niñas y la huella profunda de una familia bodeguera que eligió este lugar como panteón. Detrás de su portada apuntada, de su gran rosetón y de sus pináculos decorativos late una historia de fe, de mecenazgo y de ciudad.
En este artículo te invito a descubrir esa historia y a mirar de otra forma esta capilla que, discreta y elegante, forma parte del alma de El Puerto.
Un templo escondido entre palacios
En la confluencia de las calles Pedro Muñoz Seca y Nevería, en pleno casco histórico, se levanta la capilla del colegio de las Hermanas Carmelitas. La fachada se asoma a Pedro Muñoz Seca 44, muy cerca de la Iglesia Mayor Prioral y de varias casas-palacio de cargadores a Indias.
El colegio ocupa una antigua casa-palacio del siglo XVIII. La construyó el comerciante Antonio Nicoleta, ligado al tráfico con América. Más tarde la propiedad pasó a varias familias de cargadores, entre ellas los Helm y los De Voss. Ese pasado mercantil explica la elegancia del conjunto y su ubicación en una de las zonas más nobles de la ciudad, la llamada “ciudad de los cien palacios”.
Hoy la capilla de las Carmelitas sigue unida a la vida del colegio Vedruna. El templo mantiene su función religiosa. También forma parte del paisaje sentimental de varias generaciones de portuenses.
La llegada de las Carmelitas y el nacimiento del colegio
A finales del siglo XIX la ciudad buscaba nuevas respuestas educativas. El rector del colegio San Luis Gonzaga, el padre Ildefonso del Olmo, propuso la llegada de las Hermanas Carmelitas de la Caridad para atender la formación de las niñas.
En 1889 la congregación solicitó licencia al Cabildo para abrir un colegio. Obtuvo la autorización y se instaló en la casa-palacio de la calle Nevería. Allí comenzó su labor docente.
El 20 de octubre de 1891 el centro abrió sus puertas con 284 alumnas de enseñanza elemental y 136 párvulos. Se convirtió enseguida en el colegio privado con más alumnas de El Puerto. La comunidad necesitó pronto un templo propio. La casa-palacio ofrecía espacio y situación ideales. Por eso la capilla se proyectó en este mismo solar, integrada en el conjunto escolar.
Una benefactora decisiva y un arquitecto de prestigio
La construcción de la capilla de las Carmelitas se hizo posible gracias a la generosidad de doña Enriqueta (Elisa) Guesala, viuda de Osborne y condesa de Osborne. Ella financió la obra y pidió algunos cambios en el diseño y en la fachada. A cambio obtuvo una cripta para el enterramiento de la familia Osborne bajo el templo.
La cripta acoge a varias generaciones de esta saga bodeguera. Entre los restos reposan también Juan Nicolás Böhl de Faber y Frasquita Larrea, padres de la escritora Fernán Caballero, muy vinculada a El Puerto.
La congregación encargó el proyecto a Juan Talavera de la Vega. El arquitecto era catedrático de la Escuela de Bellas Artes de Sevilla y autor de edificios tan conocidos como el Costurero de la Reina y el Teatro Cervantes. En noviembre de 1894 solicitó la licencia de obras. La bendición de la capilla se celebró en junio de 1895, presidida por el cardenal Sanz y Forés.
La elección de Talavera y la inversión de la familia Osborne explican la calidad del edificio. La comunidad quería una iglesia digna para el colegio. La benefactora aspiraba también a un lugar representativo para su panteón familiar.
Un ejemplo de neogótico andaluz
La capilla se dedica al Sagrado Corazón de Jesús. Se diseñó en un momento de auge del neogótico en España. Los movimientos románticos miraban a la Edad Media y recuperaban sus formas. En Andalucía, ese gusto se mezcló con detalles arábigos y con ciertas licencias pintorescas.
Talavera organizó el templo con planta de tres naves. Las naves se separan con pilares y columnas fasciculadas. Las bóvedas se resuelven con arcos apuntados que refuerzan la verticalidad del espacio. El presbiterio se eleva respecto al resto del suelo y forma un ábside de siete lados. A ambos lados se abren dependencias con función de sacristía y almacén.
En el fondo se sitúa el coro alto. Se apoya sobre arcos conopiales y se remata con cresterías y una balaustrada de arquillos de sabor medieval. Un gran rosetón central y dos ventanas apuntadas con parteluz llenan de luz la nave principal.
Los detalles interiores completan el conjunto. Destaca la carpintería de puertas y ventanas, obra del maestro Manuel Medrano. Los confesionarios siguen modelos neogóticos. Los bancos muestran influencias bizantinas. La candelería repite motivos góticos en arañas y candelabros.
Varios estudios de la Academia de Bellas Artes Santa Cecilia y de la historiadora Mercedes García Pazos presentan esta capilla como un ejemplo destacado del neogótico andaluz.
La fachada: un retablo de piedra hacia la calle
La fachada principal se abre a la calle Pedro Muñoz Seca. Tiene un diseño totalmente simétrico, con un gran rosetón central y numerosos elementos decorativos propios del gótico.
En la parte inferior se recorta una portada apuntada. El arco acoge una densa decoración de tracerías y motivos vegetales. Sobre la puerta, un relieve alude al Sagrado Corazón y recuerda la advocación del templo. El conjunto funciona casi como un retablo exterior.
El rosetón domina el segundo nivel. El marco dentado crea un efecto de sol o corona de espinas. El juego de luz en la vidriera se aprecia sobre todo por la tarde. A ambos lados se abren ventanales apuntados con tracería calada.
En la parte superior, una especie de pantalla de piedra combina arcos ciegos, pináculos y doseletes. El perfil recuerda a algunas fachadas románticas del siglo XIX, con ecos de arquitectura mudéjar y de fantasía orientalizante.
El resultado busca sorprender al viandante. La verticalidad de la fachada dirige la mirada hacia arriba. El visitante percibe un mensaje claro: se entra en un espacio distinto, pensado para la oración y el recogimiento dentro de un entorno urbano muy activo.
Imágenes, devociones y detalles artísticos
El altar mayor se centra en la figura del Sagrado Corazón de Jesús. A ambos lados se sitúan las imágenes de Santa Teresa de Jesús y San José, muy vinculadas al carisma carmelita y a la vida familiar cristiana. El escultor portuense Francisco Fon y Pons realizó este conjunto.
En las naves laterales se organizan varios retablos. Uno se dedica a la Virgen del Carmen y muestra con fuerza el tema de las Ánimas del Purgatorio. Otro acoge una imagen de la Inmaculada, muy ligada a las antiguas asociaciones de Hijas de María del colegio.
Durante décadas la capilla contó con una gruta de la Virgen de Lourdes con Santa Bernardita, recreada con manantial incluido. Esa escenografía respondía a la devoción mariana propia de finales del XIX y principios del XX, muy presente en los colegios religiosos femeninos.
Entre las piezas más singulares destaca la Virgen del Perpetuo Socorro en talla de bulto. Lo habitual en esta advocación son las tablas pintadas, por lo que la escultura presenta un carácter muy excepcional.
La capilla hoy: vida escolar y patrimonio en uso
La capilla conserva su función litúrgica. Acoge misas escolares, primeras comuniones y celebraciones especiales de la comunidad Vedruna. El Ayuntamiento ha valorado en varias ocasiones la calidad del espacio y lo ha utilizado en programas culturales y religiosos, como representaciones de la Pasión con el alumnado.
En 2014 el programa municipal “De par en par” abrió el templo al público general. Las visitas guiadas explicaron su historia, su estilo neogótico y la simbología de la fachada. La buena respuesta de los portuenses confirmó que la capilla sigue siendo un “tesoro por descubrir” dentro del conjunto monumental de la ciudad.
En 2021 la comunidad y la Fundación Vedruna impulsaron una importante restauración. Los trabajos se centraron en cubiertas, paramentos, elementos de piedra y escayola, y en la protección de las imágenes. El proyecto incluyó también la conservación de la cripta Osborne.



Consejos para el viajero para la visita de la capilla de las Carmelitas
- Cómo llegar. La capilla se sitúa en la calle Pedro Muñoz Seca, a pocos pasos de la Plaza de España y de la Iglesia Mayor Prioral. El paseo desde la Prioral permite disfrutar también de varias casas-palacio de cargadores a Indias.
- Cuándo verla. La fachada se fotografía muy bien con luz lateral, a media mañana o a última hora de la tarde. El blanco de los muros y la piedra dorada crean un fuerte contraste.
- Interior. El templo pertenece al colegio. La visita interior suele limitarse a actos litúrgicos, jornadas de puertas abiertas o actividades culturales. Conviene consultar en el centro o estar atento a los programas municipales de patrimonio.
- Actitud. La capilla forma parte de un espacio escolar en funcionamiento. Es importante respetar horarios lectivos, evitar ruidos y seguir siempre las indicaciones del personal del colegio.
Quien se detiene ante esta fachada descubre algo más que una iglesia neogótica. La capilla del colegio de las Carmelitas resume el encuentro entre tres historias: la de la ciudad mercantil y sus palacios, la de una congregación dedicada a la educación y la de una familia bodeguera que quiso descansar junto al corazón de su fe.
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