La provincia de Jaén luce una de las concentraciones de castillos más densas de Europa, fruto de su condición de frontera entre los reinos cristiano y nazarí durante buena parte de la Edad Media. Entre esas fortalezas destaca el Castillo de la Encomienda del Víboras, ubicado en el anejo de Las Casillas, término municipal de Martos. Su silueta aún domina el valle del río que le da nombre y recuerda la huella de las órdenes militares en la articulación del territorio andaluz.
Origen andalusí y evolución del topónimo
Un primer recinto defensivo se levantó sobre este espolón rocoso durante el siglo IX, momento en que la cora de Yayyan fortalecía sus líneas interiores ante las rebeliones muladíes. Los pobladores musulmanes eligieron una meseta natural que ofrecía murallas de piedra en la cara norte y una pendiente meridional fácil de cerrar con tapias. El nombre actual deriva, según la mayoría de filólogos, del término árabe Bib-Bora, “Puerta de Bora”, que aludía al acceso principal a la ciudad turdetana de Bora en el cercano cerro de San Cristóbal.
La conquista cristiana y la llegada de la Orden de Calatrava
Fernando III incorporó Martos y sus aldeas a la Corona en 1226, apenas dos años antes de ceder el enclave a la Orden de Calatrava. Los freires transformaron la fortificación en cabecera de una encomienda con fines militares, económicos y espirituales. Desde la torre del homenaje controlaban los caminos que unían el Alto Guadalquivir con la campiña cordobesa y la frontera granadina, mientras un pequeño núcleo de población cultivaba olivos y cereales bajo la protección de la cruz flordelisada.
Arquitectura adaptada al terreno volcánico
El castillo se organiza en dos recintos aterrazados. El primero, de unos 3.000 m², conserva restos de caballerizas excavadas en la roca y un imponente aljibe de cinco metros de profundidad que garantizaba el suministro hídrico en los asedios. Un segundo recinto, más alto, alberga la torre del homenaje de planta cuadrangular (12 × 10 m). La puerta original se abría a cinco metros del suelo y se alcanzaba con una escala desmontable, solución que reforzaba la seguridad. Los lienzos meridionales muestran fábrica de mampostería encintada con verdugadas de ladrillo, testimonio de las reformas calatravas del siglo XIII, mientras la cara septentrional apenas necesitó obra nueva porque el cortado rocoso actuaba como parapeto natural.
Vida cotidiana en la encomienda
A diferencia de los grandes castillos señoriales, Víboras funcionaba como un eslabón intermedio en la red defensiva calatrava. Un comendador, algunos caballeros y peones armados custodiaban la torre, gestionaban rentas y presidían la capilla bajo la regla cisterciense. Las aldeas vecinas entregaban aceite, trigo y corderos a cambio de fuero y amparo. La presencia de dos aljibes, un silo excavado en la roca y caballerizas amplias indica que los ocupantes podían resistir largos cercos y disponer de monturas para patrullar los caminos hacia Alcaudete y Alcalá la Real.
Del esplendor fronterizo al abandono
La caída de Granada en 1492 desactivó el valor estratégico del castillo. Sin enemigo al otro lado, las Órdenes Militares perdieron rentas y hombres, y la encomienda de Víboras entró en decadencia. En el siglo XVI ya apenas albergaba guarnición; en el XVII sufrió un desplome económico general y el despoblamiento de su aldea. La Desamortización de Mendizábal (1836) terminó por transferir la propiedad al Estado y abrió la puerta al expolio de sillares y vigas por parte de los vecinos.
Situación actual: ruina, lista roja y desafíos de conservación
En julio de 2020 Hispania Nostra incluyó la fortaleza en su Lista Roja del Patrimonio al constatar derrumbes constantes, grietas en los aljibes y pérdida de paños completos de muralla. La posición junto al embalse del Víboras, las raíces de matorral y los actos vandálicos aceleran la degradación. Aun así, la declaración de Bien de Interés Cultural y las campañas de sensibilización del Ayuntamiento de Martos y de asociaciones locales ofrecen una base jurídica y social para impulsar un plan de consolidación que detenga el deterioro sin alterar la autenticidad del vestigio.
El paisaje cultural del valle del Víboras
Quien asciende hoy al cerro comprende de inmediato por qué los andalusíes lo eligieron: el horizonte abraza la Sierra Caracolera, los olivares en bancales y el perfil de Martos encaramado a su Peña. El pantano refleja la torre del homenaje al atardecer, y las rapaces que anidan en las cornisas aprovechan las corrientes térmicas. Este mosaico natural y agrícola aporta un valor paisajístico que complementa el interés histórico, de manera que la futura puesta en valor debería integrar miradores, rutas botánicas y talleres de oleoturismo que expliquen la simbiosis entre castillo y olivar.
Recomendaciones para una visita responsable
La subida parte de Las Casillas y discurre por una senda entre pinos carrascos y bancales abandonados. El tramo final carece de barandillas y el interior presenta desplomes, por lo que conviene usar calzado de montaña y evitar el acceso en días de lluvia. El castillo no posee servicios turísticos ni señalética estable, pero un panel provisional instalado por el Ayuntamiento resume la cronología y sugiere itinerarios hacia otras fortificaciones cercanas, como la Fortaleza Alta de Martos o el castillo de Alcaudete. Esta ruta castellológica permite al visitante entender la lógica de la frontera calatrava y disfrutar de la gastronomía jiennense en un radio de veinte kilómetros.
El castillo como recurso didáctico y motor de desarrollo
La Diputación de Jaén promueve desde hace años proyectos de dinamización del patrimonio defensivo: jornadas de arqueología in situ, concursos de fotografía nocturna y programas de voluntariado para limpieza de escombros. Víboras figura como candidata idónea para un proyecto piloto de conservación preventiva que combine formación profesional —canteros, arqueólogos, guías— y economía social. Restaurar aljibes y caminos de ronda, instalar pasarelas y paneles digitales y conectar el enclave con el Centro de Interpretación de las Órdenes Militares de Alcaudete generaría empleo rural y reforzaría el relato histórico de la provincia.
Galería de fotografías del castillo de la Encomienda del Víboras
El Castillo de la Encomienda de Víboras no se limita a ser una ruina pintoresca: encierra la memoria de la interacción entre al-Ándalus y la Cristiandad, la pericia constructiva de los Calatravos y la resiliencia de las comunidades agrarias que poblaron la campiña jiennense. Salvaguardarlo implica reconocer su triple dimensión —histórica, arquitectónica y paisajística— y apostar por un modelo de turismo cultural que revitalice el medio rural sin sacrificar la autenticidad. Jaén, “paraíso interior”, posee en Víboras un símbolo poderoso de su identidad fronteriza; cuidarlo y divulgarlo constituye una responsabilidad colectiva y una oportunidad para tejer futuro sobre las piedras del pasado.



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