la cañada grande
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La Cañada Grande se esconde en el extremo norte de la provincia de Almería. Se sitúa entre las pedanías de Cañadas de Cañepla (María) y Topares (Vélez-Blanco), en el altiplano de la comarca de Los Vélez, muy cerca del límite con la provincia de Granada. Los registros postales la reconocen como entidad de población con código 04839, dentro del término municipal de María.

Hoy la vemos como un pequeño caserío. En realidad nació como un cortijo matriz rodeado de otras casas de labor. Con el tiempo esa suma de viviendas rurales formó una auténtica cortijada. El paisaje que la rodea mezcla lomas de secano, vaguadas húmedas y el horizonte cercano de la Sierra de María-Los Vélez, espacio protegido desde finales de los años ochenta.

Origen del cortijo y de la cortijada

La historia rural de María ayuda a entender el origen de La Cañada Grande. Tras la conquista cristiana y la posterior repoblación, el término municipal se organizó en grandes heredades. A partir de los siglos XVII y XVIII esas propiedades se fragmentaron en cortijos de secano dedicados al cereal y a la ganadería. Los estudios sobre la villa de María describen un territorio salpicado de cortijadas que se consolidan entre los siglos XVIII y XIX como pequeñas comunidades campesinas dispersas.

La Cañada Grande encaja en esa dinámica. La documentación que cita el Museo Comarcal Velezano “Miguel Guirao” presenta, hacia 1921, “La Cañada Grande” como una cortijada con 16 habitantes. Esa cifra indica un núcleo ya maduro, formado por varias familias y no solo por una casa aislada. El cortijo original se levantó junto al cauce de la cañada, en un punto con algo más de humedad y suelos algo más profundos que en las lomas circundantes.

Su arquitectura seguiría el modelo común de los cortijos de la provincia de Almería descritos en el inventario “Cortijos, haciendas y lagares”. Casa alargada o en “L”, muros gruesos de mampostería, planta baja para cuadras, pajares y almacenes, y planta alta o cámara para granos y dormitorios. Un patio exterior organizaba corrales, gallineros, era y aljibes.

Con el tiempo surgieron nuevas viviendas en torno a la casa principal. La cortijada creció siguiendo el eje del camino y adaptándose a las pequeñas terrazas agrícolas que el trabajo humano fue arrancando a la pendiente.

Labores agrícolas y ganaderas en La Cañada Grande

La comarca de Los Vélez se caracteriza por una agricultura de secano. Los estudios territoriales del IAPH y de la Junta de Andalucía señalan el cereal (trigo y cebada) y el almendro como cultivos dominantes, junto a algo de vid, olivo y frutales dispersos. La Cañada Grande participa de ese mismo paisaje productivo.

En las lomas y parameras se sembraba cereal. El calendario anual marcaba el ritmo de la cortijada. Laboreo en otoño, siembra a voleo, siega a comienzos del verano y trilla en la era, muy cerca de las casas. El cereal no solo abastecía a las familias. También alimentaba a las caballerías y permitía vender excedentes en María o en Vélez-Rubio, que durante siglos actuaron como mercados comarcales.

La introducción masiva del almendro llegó más tarde. En el siglo XIX y sobre todo en el XX, muchos bancales de cereal se transformaron en almendrales. El clima frío del altiplano y los suelos pobres se adaptan bien a este cultivo. La almendra aportaba un ingreso en metálico muy valorado para completar una economía doméstica basada en el autoconsumo.

La ganadería completaba el mosaico productivo. El norte de Almería mantuvo durante generaciones una importante cabaña de ovino y caprino. Los rebaños aprovechaban rastrojos, romerales y espartales del entorno de La Cañada Grande. La leche, la carne y los derivados (quesos, embutidos) aseguraban proteína en la dieta y productos para intercambiar.

La posición de la cortijada, a medio camino entre las sierras y los llanos, facilitaba el paso de ganados trashumantes. Muchos caminos tradicionales del entorno de María y Topares conectan huertas, fuentes y cortijos. La cañada actuaba como corredor natural.

Agua y paisaje: la cañada que alimenta un río

La toponimia y las fuentes recientes añaden un matiz singular. En las últimas décadas, varios colectivos ciudadanos han defendido que el río Guadalquivir inicia su recorrido en esta zona de Cañada Grande y Cañadas de Cañepla, antes de encajarse camino de la provincia de Granada.

Una campaña de reforestación y sensibilización organizada en 2010 situó el “nacimiento del Guadalquivir en Almería” en el paraje de Cañada Grande, en la llamada Balsa de la Revuelta o del Tuerto. La Confederación Hidrográfica del Guadalquivir y diversos colectivos describen este entorno como una pequeña cubeta con agua permanente, rodeada de aneas, juncos y tarayes.

Los nombres de los cortijos y pagos próximos hablan de agua y humedales: cortijo Los Charcos, Loma de los Marjales, Cañada de las Aneas. Mientras las lomas de secano se dedicaban al cereal y al almendro, el fondo de la cañada permitía pequeñas huertas, prados naturales y puntos de abrevadero para la ganadería. Esa combinación de secano duro y pequeñas manchas frescas definió durante siglos la economía de La Cañada Grande.

Quiénes habitaron La Cañada Grande

La estadística de 1921 conservada y difundida por el Museo Comarcal Velezano describe La Cañada Grande como “cortijada de 16 habitantes. Hablamos de un pequeño vecindario, probablemente organizado en dos o tres familias extensas.

Los habitantes de estas cortijadas eran campesinos de base familiar. Una parte de las tierras pertenecía a propietarios residentes en María, Vélez-Blanco o en otras localidades de la comarca. La gente que vivía en La Cañada Grande trabajaba esas fincas como arrendatarios, colonos o jornaleros. Otra parte de las parcelas, más pequeñas, formaba parte del patrimonio directo de las familias que residían allí todo el año.

La relación con el núcleo de María resultaba constante. El Ayuntamiento de María recuerda que las cortijadas dependían del pueblo para la misa dominical, el mercado y los servicios básicos. En la práctica, la vida transcurría entre jornadas de trabajo en el campo, visitas periódicas al pueblo y un calendario de fiestas y romerías compartido con el resto de la comarca de Los Vélez.

Causas del declive y del abandono

La historia reciente de La Cañada Grande no se puede separar del proceso de despoblación que afecta a todo el interior de Almería. Los informes de la Agenda Urbana de la Diputación y diversos estudios demográficos señalan una pérdida continua de población en la comarca de Los Vélez desde mediados del siglo XX.

Un texto divulgativo sobre el municipio de María lo resume con crudeza. Las reformas agrarias y de infraestructuras no lograron retener a los habitantes de las cortijadas. Quienes pudieron salir de esos núcleos se instalaron en los pueblos principales o emigraron a la costa y a otras provincias. Apenas nadie se animó a volver.

Varios factores se combinaron:

  • Mecanización agrícola que redujo la necesidad de mano de obra en las fincas de cereal.
  • Caída de la rentabilidad del pequeño secano, muy vulnerable a la sequía.
  • Falta de servicios en los núcleos dispersos: escuelas, sanidad, comercio, transporte.
  • Inviernos duros y aislamiento, especialmente antes de la mejora de la red viaria.

La Cañada Grande sufrió la misma dinámica. Muchas familias se trasladaron a María, Vélez-Rubio o a ciudades de la costa almeriense. Las casas quedaron cerradas. Parte de los campos se abandonaron. La vegetación natural recuperó antiguos bancales y pastos. Hoy la cortijada ya no presenta la actividad agrícola y humana que tuvo en la primera mitad del siglo XX.

Estado actual de La Cañada Grande

A pesar del retroceso demográfico, La Cañada Grande no ha desaparecido del mapa. Los datos recientes la siguen citando como pequeña entidad de población dentro del término de María, con unas pocas decenas de habitantes y compartiendo código postal con Cañadas de Cañepla y Topares.

Los planes municipales y autonómicos la incluyen en la cartografía de núcleos y cortijadas del entorno del Parque Natural Sierra de María-Los Vélez. Aparece en mapas de patrimonio, en el Plan de Emergencia Municipal y en documentos de gestión del territorio, junto a otros parajes como Graj, Alfahuara o Cortijos de Arriba.

Si recorres hoy la zona, verás varios tipos de huella humana. Algunas casas se mantienen habitadas todo el año o al menos en temporada. Otras se usan como segunda residencia o apoyo a explotaciones agrarias. No faltan viviendas y cuadras arruinadas, testigos mudos de la salida de muchas familias. En torno al caserío aún se distinguen eras, bancales sostenidos por muros de piedra seca, aljibes, balsas y antiguos caminos de herradura.

El entorno natural ha ganado protagonismo. La cercanía al Parque Natural, la presencia de pequeñas zonas húmedas y la tranquilidad del altiplano convierten La Cañada Grande en un espacio atractivo para el senderismo, la observación de aves y la fotografía de paisajes rurales casi intactos. La propia Confederación Hidrográfica del Guadalquivir ha señalado el valor ambiental del barranco de la Cañada Grande y del área de la cola del embalse de Cubillas, donde se habilitan observatorios para la avifauna acuática.

Una cortijada que resume la historia rural de Los Vélez

La Cañada Grande cuenta la historia de muchas cortijadas del norte de Almería. Nació como cortijo de secano en un altiplano duro y hermoso. Creció como pequeña comunidad campesina en torno al cereal, el almendro y la ganadería. Alimentó a generaciones de familias que vivieron pendientes del cielo y del calendario agrícola.

Más tarde sufrió la despoblación, el cierre de casas y el regreso del monte. Hoy resiste como caserío pequeño, entre ruinas y viviendas rehabilitadas, en un paisaje donde el patrimonio agrario y el patrimonio natural se entrelazan. Acercarse a La Cañada Grande permite entender, a escala pequeña, los grandes cambios que han transformado el campo almeriense en apenas un siglo.Pensamiento ampliado

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