Enclavada en las estribaciones de la Sierra Sur de Jaén, la Atalaya de la Nava se erige como un vestigio silencioso de la compleja historia fronteriza entre los reinos cristianos y musulmanes durante la Edad Media. Situada en las proximidades de Castillo de Locubín, esta torre vigía formaba parte de una red defensiva esencial para la vigilancia y control del territorio en una época marcada por constantes conflictos y cambios de dominio.
Contexto Histórico
La Atalaya de la Nava se inscribe dentro del entramado defensivo establecido en la provincia de Jaén durante la Edad Media, particularmente entre los siglos XIII y XV, cuando la región formaba parte del límite entre el Reino de Castilla y el Reino Nazarí de Granada. Esta franja fronteriza, conocida históricamente como “la frontera del miedo”, estaba jalonada por castillos, torres vigías y atalayas que articulaban un sistema de vigilancia y comunicación fundamental para la defensa y el control del territorio.
Tras la conquista de Jaén por Fernando III en 1246, el área quedó en una posición clave para la expansión castellana hacia el sur. Castillo de Locubín, al igual que otros enclaves cercanos como Alcalá la Real o Alcaudete, pasó a formar parte del sistema de avanzadas cristianas frente al Reino Nazarí, el último bastión musulmán en la península ibérica. Es en este contexto de constante tensión bélica y diplomática donde cobra sentido la existencia de la Atalaya de la Nava.
Función de las atalayas
Las atalayas, a diferencia de los castillos, no estaban diseñadas para albergar guarniciones numerosas ni resistir asedios prolongados. Su objetivo principal era el de observar y avisar, actuando como ojos en el territorio. Se comunicaban entre sí por medio de señales visuales —principalmente humo durante el día y fuego por la noche—, y en caso de amenaza, alertaban a las fortalezas mayores, desde donde se organizaba la respuesta militar.
El sistema defensivo en esta zona tenía un doble propósito: militar y administrativo. No solo servía para prevenir incursiones musulmanas o razias —frecuentes en épocas de guerra o tregua inestable—, sino también para controlar la repoblación cristiana del territorio, organizar las rutas comerciales y garantizar el cobro de tributos. En este sentido, la Atalaya de la Nava, aunque aparentemente aislada, era parte de una red compleja e interconectada que respondía a una lógica política y territorial más amplia.
Presencia cristiana en tierras de Jaén
Cabe destacar que durante el reinado de Alfonso XI y, posteriormente, de los Reyes Católicos, se intensificó la presencia cristiana en esta región, consolidando fortalezas y reforzando las defensas para el asalto final a Granada. No es casualidad que muchas de estas torres se conservaran hasta bien entrada la Edad Moderna, aunque progresivamente fueron perdiendo su función estratégica con la caída del Reino Nazarí en 1492.
Características Arquitectónicas
La Atalaya de la Nava presenta una tipología constructiva característica de las torres vigía del periodo bajomedieval en la provincia de Jaén. De estructura cilíndrica y planta circular, su fábrica se compone principalmente de mampostería irregular, un material comúnmente utilizado en construcciones militares secundarias por su disponibilidad local y rapidez de ejecución. Aunque carece de ornamentación, su diseño responde a una funcionalidad militar precisa: vigilar, alertar y resistir ataques rápidos.
Estructura y Distribución
La torre alcanza una altura aproximada de 10 a 12 metros, con una base sólida y maciza que ocupa cerca de la mitad inferior de la construcción. Esta base no era accesible desde el exterior, y su solidez confería resistencia frente a embates y facilitaba la estabilidad estructural sobre el terreno rocoso donde se alza. Sobre esta plataforma se levantan dos plantas habitables:
- Primera planta: Se accede a través de una puerta elevada, orientada al este, que en origen probablemente requería el uso de una escalera de mano o móvil que podía retirarse en caso de amenaza. Esta planta tiene un diámetro interno de unos 2,5 metros, y estaba cubierta con una bóveda de medio cañón o similar, permitiendo alojar a un pequeño grupo de soldados o vigías. Era un espacio reducido, destinado al descanso, almacenaje y refugio temporal.
- Segunda planta: De dimensiones algo mayores, unos 3,3 metros de diámetro, esta estancia constituía el núcleo operativo de la torre. Está cubierta por una cúpula pétrea, solución frecuente en estas construcciones por su resistencia y economía de medios. Esta cámara cuenta con tres saeteras abiertas en las paredes, situadas a intervalos regulares, que permiten una visión panorámica del entorno sin comprometer la protección de los ocupantes.
- Azotea: El acceso a la azotea, hoy en día en ruinas, se realizaba mediante una escalera interna o una simple escalera de mano. Desde allí se ejecutaban las señales visuales —humo y fuego— que conectaban esta torre con otras de la red defensiva. Su posición elevada y despejada permitía la comunicación directa con puntos como la Fortaleza de Alcalá la Real, las torres de Alcaudete o el castillo de Locubín.
Función y Adaptación al Terreno
Ubicada estratégicamente en una elevación rocosa de difícil acceso, la Atalaya de la Nava aprovecha tanto el relieve natural como la altura de la propia torre para maximizar el campo de visión. Desde su azotea se dominan los pasos naturales que comunican la Sierra Sur de Jaén con la campiña granadina, lo que convertía esta posición en un puesto privilegiado para detectar movimientos enemigos o caravanas.
Además, su planta cilíndrica responde a criterios defensivos: este diseño evita ángulos muertos, facilita la resistencia a impactos (especialmente de artillería primitiva) y reduce los puntos vulnerables en caso de asalto.
Estado de Conservación
En la actualidad, aunque parcialmente deteriorada, la torre conserva buena parte de su estructura original, lo que permite reconstruir su tipología y función con notable precisión. No obstante, sufre los efectos del abandono y la intemperie, por lo que se hace necesario un plan integral de consolidación y puesta en valor para garantizar su preservación y convertirla en un recurso educativo y turístico.
Entorno Natural y Accesibilidad
Ubicada junto a un tajo rocoso, la Atalaya de la Nava ofrece vistas panorámicas de las sierras circundantes, lo que la convierte en un punto de interés tanto histórico como paisajístico. El acceso a la torre se realiza a través de senderos que parten desde Castillo de Locubín, lo que permite a los visitantes disfrutar de una experiencia que combina naturaleza y patrimonio.
Valor Patrimonial
Aunque no tan conocida como otras fortificaciones de la provincia de Jaén, la Atalaya de la Nava constituye un elemento significativo del patrimonio histórico de la región. Su conservación y puesta en valor son esenciales para comprender la compleja red defensiva que caracterizó la frontera entre Castilla y el Reino Nazarí de Granada. Además, su integración en rutas de senderismo y turismo cultural puede contribuir al desarrollo sostenible de la zona.

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