Los caños de Carmona representan una de las obras hidráulicas más destacadas en la historia de Sevilla. Este acueducto, con más de 17 kilómetros de longitud, abasteció de agua a la ciudad durante siglos, desde la época romana hasta principios del siglo XX.
Origen romano
El origen de los Caños de Carmona se remonta al siglo I a.C., en plena época republicana romana. Sevilla, entonces conocida como Hispalis, ya era un importante centro urbano y comercial de la provincia Baetica. La ciudad había crecido considerablemente y sus habitantes necesitaban un suministro constante de agua potable. Los romanos, expertos en ingeniería hidráulica, decidieron construir un acueducto que pudiera traer agua desde manantiales lejanos hasta el núcleo urbano.
Captación de agua desde el manantial de Santa Lucía
Julio César, que fue cuestor en Hispalis hacia el año 61 a.C., impulsó muchas mejoras en la ciudad. Algunas fuentes indican que pudo haber tenido influencia directa o indirecta en la planificación inicial de esta infraestructura, aunque la construcción exacta puede haber sucedido en las décadas siguientes. Lo que sí es seguro es que el proyecto seguía el modelo clásico de acueductos que Roma ya había perfeccionado en otras ciudades del imperio, como Tarraco o Emerita Augusta.
El punto de captación del agua fue el manantial de Santa Lucía, en el actual término municipal de Alcalá de Guadaíra. Esta elección no fue casual. Los ingenieros romanos sabían que el agua de este manantial tenía un caudal estable y estaba a una altitud suficiente para permitir su transporte por gravedad hasta Hispalis.
Recorrido de los caños
El recorrido total del acueducto alcanzaba unos 17 kilómetros. La mayoría del trayecto se diseñó con canales subterráneos que protegían el agua de la contaminación y las altas temperaturas del verano andaluz. Cada cierto tramo, los romanos incluyeron lumbreras o pozos de registro que permitían inspeccionar y limpiar las conducciones.
Cuando el terreno exigía salvar barrancos o desniveles, los ingenieros construyeron arquerías. Estas estructuras de arcos —hechas principalmente con ladrillo y hormigón romano (opus caementicium)— elevaban la canalización y mantenían la pendiente constante. Este método ya había demostrado su eficacia en otros acueductos del Imperio.
El agua se distribuía a través de una red secundaria de tuberías (fistulae) que alimentaban fuentes públicas, termas, viviendas de élite y edificios públicos. Además, probablemente abastecía a cisternas que acumulaban reservas para épocas de mayor necesidad.
Innovaciones y técnicas romanas
Los romanos aplicaron en los Caños de Carmona varias técnicas avanzadas:
- Aprovechamiento de la gravedad: el desnivel entre la fuente y el destino garantizaba un flujo continuo sin necesidad de bombeo.
- Materiales duraderos: el opus caementicium resistía la humedad y el paso del tiempo.
- Modulación de caudales: los ingenieros diseñaron mecanismos para regular el volumen de agua que llegaba a la ciudad.
- Mantenimiento previsto: las lumbreras permitían acceso fácil para limpiar sedimentos y realizar reparaciones.
El éxito de esta obra radicaba no solo en su construcción inicial, sino también en su capacidad de mantenimiento y adaptación. Esta durabilidad permitió que, incluso siglos después de la caída del Imperio Romano, las infraestructuras siguieran utilizándose.
Integración urbana en Hispalis
En Hispalis, el acueducto no solo tenía una función práctica. También representaba un símbolo del poder de Roma y de la capacidad de la ingeniería imperial para transformar el paisaje y mejorar la vida urbana. La llegada de agua abundante permitía el funcionamiento de termas, fuentes ornamentales y jardines, todos elementos de prestigio en una ciudad romana.
Aunque no se conserva documentación completa sobre su construcción inicial, los arqueólogos y los historiadores coinciden en que los Caños de Carmona constituyen una de las obras hidráulicas más antiguas de la península Ibérica y la primera gran infraestructura de abastecimiento de agua de Sevilla.
Reconstrucción almohade
Con la llegada de los musulmanes a la península ibérica en el siglo VIII, Sevilla, conocida entonces como Ishbiliya, se convirtió en una de las principales ciudades de al-Ándalus. Durante los siglos siguientes, los sistemas hidráulicos heredados de los romanos fueron mantenidos y, en algunos casos, ampliados o reconstruidos. Sin embargo, el periodo más importante de intervención fue durante el califato almohade en el siglo XII.
En el año 1172, el califa Abu Yaqub Yusuf —segundo soberano de la dinastía almohade— ordenó una gran obra de rehabilitación y ampliación del antiguo acueducto romano. La decisión no solo respondía a la necesidad de abastecer a una población en crecimiento, sino también al deseo de dotar de agua a su nueva residencia palaciega de la Buhaira y al Alcázar.
Abu Yaqub Yusuf pretendía crear una ciudad que rivalizara con las grandes urbes islámicas del momento, como Marrakech o El Cairo. Para ello, el suministro de agua era fundamental. Además, en la mentalidad islámica, el agua no solo tenía un valor práctico, sino también simbólico y religioso. Los jardines, las fuentes y los baños eran elementos esenciales de la cultura urbana islámica, representando el paraíso coránico y la pureza espiritual.
El ingeniero al-Hayy Yacis y la revalorización romana
Para llevar a cabo la obra, el califa confió en el ingeniero al-Hayy Yacis. Este experto en obras hidráulicas inspeccionó el antiguo trazado romano y decidió aprovechar sus restos en lugar de construir un acueducto completamente nuevo. Así, recuperó tramos enterrados y reforzó las arquerías que todavía se mantenían en pie.
Esta práctica —reutilizar y mejorar infraestructuras antiguas— era habitual en el mundo islámico medieval. Permitía ahorrar recursos y tiempo, y además integraba la herencia cultural previa en el nuevo paisaje urbano.
Principales mejoras almohades
Las intervenciones almohades incluyeron varias innovaciones y adaptaciones:
- Reparación y refuerzo de arcos. Los arcos dañados o inestables se consolidaron con ladrillo y mortero de cal.
- Reconstrucción de lumbreras. Se limpiaron y renovaron los pozos de registro, esenciales para el mantenimiento.
- Extensión del sistema. Además de abastecer el Alcázar y la Buhaira, el agua llegó a nuevos barrios que surgieron extramuros.
- Distribución eficiente. Los almohades implementaron una red de canales secundarios y atanores de cerámica que llevaban el agua a aljibes, fuentes públicas y baños (hammam).
Se cree que el caudal que lograron transportar alcanzaba los 5.000 metros cúbicos diarios, una cantidad considerable para la época.
El acueducto y el urbanismo almohade
La ampliación de los Caños de Carmona tuvo un impacto decisivo en el diseño urbano de Ishbiliya. Permitió el desarrollo de nuevos espacios residenciales, jardines y huertas. Especialmente significativa fue la construcción de la Huerta de la Buhaira, una finca regia con albercas, pabellones y plantaciones de frutales y flores. Este tipo de jardines, inspirados en los riyad (jardines islámicos), necesitaban grandes cantidades de agua para su mantenimiento.
La rehabilitación del acueducto también mejoró la calidad de vida de la población urbana, facilitando el acceso al agua potable y reduciendo la dependencia de pozos y aljibes que, en muchas ocasiones, podían contaminarse.
Legado de la intervención almohade
La intervención almohade consolidó a los Caños de Carmona como la principal infraestructura de abastecimiento de agua de Sevilla durante toda la Edad Media y buena parte de la Edad Moderna. Las mejoras realizadas permitieron que el acueducto siguiera en funcionamiento hasta principios del siglo XX, aunque con sucesivas reparaciones.
El enfoque almohade de recuperar y mejorar las obras romanas no solo mostró una gran inteligencia técnica, sino también una visión de continuidad cultural. Esta visión hizo que Sevilla, incluso tras la conquista cristiana de 1248, siguiera beneficiándose de un sistema hidráulico que combinaba ingeniería romana e islámica.
Hoy día, la huella almohade sigue presente no solo en los restos conservados de los Caños de Carmona, sino también en el trazado de algunos barrios y jardines que surgieron gracias al agua que el acueducto llevó a la ciudad.
Estructura y funcionamiento
El acueducto conocido como Caños de Carmona combinaba una ingeniería pragmática con una sorprendente adaptación al terreno y al crecimiento urbano. Su diseño se mantuvo vigente y funcional durante casi dos mil años gracias a su sólida planificación romana y las reformas almohades posteriores.
Trazado general
El acueducto partía del manantial de Santa Lucía, en Alcalá de Guadaíra, a unos 17,2 kilómetros de Sevilla. Los ingenieros seleccionaron esta fuente no solo por su caudal estable, sino también por su altitud. La diferencia de nivel entre el manantial y la ciudad permitía que el agua descendiera por gravedad sin necesidad de mecanismos adicionales de impulsión, un principio fundamental en los acueductos romanos.
Sistema subterráneo
Durante gran parte de su recorrido, especialmente en las primeras etapas, el agua fluía a través de canales subterráneos. Esta solución ofrecía varias ventajas:
- Protección frente a la contaminación y a las altas temperaturas del verano andaluz.
- Estabilidad estructural, evitando el desgaste de arcos y columnas en zonas donde el terreno permitía la conducción enterrada.
Cada cierto tramo, se construyeron lumbreras o pozos de registro. Estos pozos cumplían dos funciones:
- Permitir la ventilación del canal.
- Facilitar la inspección y el mantenimiento, ya que los operarios podían descender para limpiar sedimentos o reparar daños.
Las lumbreras se reconocen todavía hoy en algunos terrenos rurales de Alcalá y Sevilla, aunque muchas han desaparecido por urbanización o abandono.
Sistema aéreo (arquerías)
A partir de la zona conocida actualmente como la Cruz del Campo (entonces un entorno de huertas y viñas), el acueducto se elevaba mediante una serie de arquerías. Esta parte aérea era la más visible y monumental del sistema.
- El número total de arcos varió con el tiempo debido a reformas y reconstrucciones, pero se estima que entre 390 y 430 arcos componían el tramo elevado.
- Los arcos eran principalmente de ladrillo sobre cimentaciones de opus caementicium (hormigón romano).
- En algunas zonas, donde era necesario soportar grandes pesos o superar mayores desniveles, se usaron arcos de doble hilera para reforzar la estructura.
El canal por donde circulaba el agua, llamado specus, se ubicaba en la parte superior de las arquerías. Iba revestido con una capa impermeable de opus signinum (una mezcla de cal, ladrillo triturado y agua) para evitar fugas.
Distribución del agua en Sevilla
Al llegar a la ciudad, los Caños de Carmona no descargaban directamente el agua en cisternas abiertas. En lugar de eso, el agua se distribuía mediante un sistema de depósitos y conducciones secundarias que permitían llevarla a distintos puntos de Hispalis y, más tarde, de Ishbiliya y la Sevilla cristiana.
El sistema alimentaba:
- Fuentes públicas, donde la población podía recoger agua.
- Termas y baños públicos (en época romana y almohade).
- Jardines privados y huertas urbanas.
- Edificios oficiales y palacios, como el Real Alcázar y los jardines de la Buhaira.
- Conventos y monasterios en época cristiana, muchos de los cuales dependían del acueducto hasta el siglo XIX.
El caudal estimado era de 5.000 metros cúbicos diarios, aunque esta cifra podía variar según la época del año y el estado de conservación del sistema.
Innovaciones técnicas
Tanto romanos como almohades aplicaron técnicas avanzadas para garantizar el funcionamiento eficiente:
- Uso de pendiente controlada: la inclinación del canal era mínima, evitando que el agua corriera demasiado rápido (lo que podría dañar las estructuras) o demasiado lenta (lo que favorecería la acumulación de sedimentos).
- Materiales impermeables: el opus signinum y otros revestimientos aseguraban que el agua no se filtrara.
- Flexibilidad estructural: en tramos complicados, los ingenieros combinaron tramos subterráneos y aéreos según las necesidades del terreno.
Impacto en el paisaje urbano
El acueducto no solo servía como infraestructura esencial. También se convirtió en una seña de identidad del paisaje sevillano. Los viajeros que se acercaban a la ciudad por la antigua calzada romana de Carmona veían las arquerías dominando el horizonte. Su presencia marcaba el acceso oriental a Sevilla durante siglos.
Incluso tras el paso de los siglos y la progresiva demolición de partes del acueducto en los siglos XIX y XX, la memoria de los Caños quedó en la toponimia urbana (Puerta de Carmona, Luis Montoto, Cruz del Campo) y en las costumbres locales, como el uso de la Alcantarilla de las Madejas como punto de referencia.
Declive y demolición
A pesar de su solidez y de las sucesivas reformas, los Caños de Carmona comenzaron a entrar en declive a partir de la Edad Moderna. Este deterioro no fue inmediato. El acueducto siguió funcionando durante varios siglos después de la reconquista cristiana de Sevilla en 1248, cuando Fernando III incorporó la ciudad a la Corona de Castilla. Los monarcas cristianos y las autoridades municipales realizaron algunas reparaciones esporádicas, conscientes de que los Caños seguían siendo vitales para el suministro de agua potable.
Sin embargo, varios factores provocaron su paulatina degradación:
Cambio en las necesidades urbanas
Entre los siglos XVI y XVIII, Sevilla experimentó una transformación urbana profunda. Su población creció, surgieron nuevos barrios y el sistema de abastecimiento original empezó a quedarse corto. Además, con el auge del comercio transatlántico tras el descubrimiento de América, la ciudad centró sus esfuerzos en otras infraestructuras, como los muelles y astilleros del Guadalquivir, relegando la mejora del acueducto a un segundo plano.
Muchos conventos y casas nobles comenzaron a depender de pozos particulares o pequeños aljibes, lo que redujo la presión sobre el sistema centralizado de los Caños. Este cambio en el modelo de abastecimiento hizo que las autoridades ya no vieran prioritario invertir en su mantenimiento.
Daños naturales y humanos
A lo largo de los siglos, los terremotos, las inundaciones y el propio paso del tiempo dañaron distintos tramos del acueducto. Cada nuevo desperfecto exigía costosas reparaciones que, poco a poco, se fueron dejando de realizar.
A partir del siglo XIX, comenzó un fenómeno aún más perjudicial: el crecimiento urbano descontrolado. Los nuevos ensanches y las obras de urbanización de barrios como Nervión y San Bernardo afectaron directamente a varias secciones de los Caños. Los propietarios de terrenos y los promotores inmobiliarios presionaron para eliminar las partes del acueducto que obstaculizaban el trazado de nuevas calles o dificultaban la edificación.
El golpe definitivo: siglo XIX y principios del XX
En el siglo XIX, Sevilla adoptó nuevas tecnologías de suministro de agua. Aparecieron norias mecánicas, bombas de vapor y finalmente una red moderna de tuberías que hacía innecesario el uso del viejo acueducto. El Ayuntamiento y las empresas privadas de abastecimiento consideraron que mantener los Caños era un gasto inútil.
En 1868, la Revolución Gloriosa trajo consigo una oleada de modernización urbana y también una tendencia a eliminar vestigios que algunos consideraban arcaicos. Aunque inicialmente se pensó en conservar los Caños como monumento histórico, el proyecto quedó en nada.
Finalmente, entre 1912 y 1913, la mayor parte de las arquerías fueron derribadas. Esta demolición coincidió con la expansión de nuevas vías de comunicación y el trazado de la Gran Plaza (actual avenida de Andalucía). Los últimos grandes tramos desaparecieron poco después, durante las sucesivas reformas urbanísticas de las décadas de 1920 y 1930.
Los últimos vestigios y la memoria colectiva
A pesar de las demoliciones, algunos pequeños tramos resistieron. Hoy en día se pueden contemplar restos significativos en lugares como:
- La calle Luis Montoto, donde varios arcos sobreviven integrados en el paisaje urbano.
- La avenida de Andalucía, con fragmentos que han sido restaurados.
- La zona de la Alcantarilla de las Madejas, donde se conserva uno de los arcos más representativos y un azulejo conmemorativo.
Estos vestigios no solo tienen valor arquitectónico. También constituyen un símbolo de la memoria histórica de Sevilla y un recordatorio del ingenio de las civilizaciones que levantaron la ciudad a lo largo de los siglos.
El debate patrimonial
Desde mediados del siglo XX y hasta la actualidad, numerosos ciudadanos, asociaciones culturales y especialistas han defendido la protección y puesta en valor de los Caños de Carmona. Aunque las arquerías derribadas no pueden recuperarse, los tramos supervivientes han sido objeto de restauraciones parciales y son considerados Bien de Interés Cultural (BIC).
El debate continúa. Algunos reclaman una mayor integración de los Caños en los circuitos turísticos y educativos de Sevilla. Otros proponen la creación de un itinerario histórico que una los restos conservados para que tanto sevillanos como visitantes comprendan la magnitud de esta obra de ingeniería y su importancia en la historia urbana de la ciudad.
Vestigios actuales
Aunque la mayor parte del acueducto desapareció en el siglo XX, algunos tramos de los Caños de Carmona han sobrevivido hasta hoy y constituyen auténticos testigos materiales de la evolución de Sevilla desde la Hispalis romana hasta la metrópoli moderna. Estos vestigios se encuentran repartidos en distintos puntos de la ciudad y su área metropolitana, y aunque no todos gozan de la misma visibilidad o estado de conservación, siguen siendo esenciales para comprender el pasado hidráulico y urbanístico de Sevilla.
Restos principales en Sevilla
- Calle Luis Montoto
Es el lugar donde mejor se conservan los restos visibles del acueducto. Aquí pueden contemplarse varios arcos que, aunque parcialmente restaurados, conservan la estructura original almohade y los cimientos romanos. Algunos fragmentos muestran todavía el opus signinum que impermeabilizaba el canal superior por donde discurría el agua.
Estos arcos se encuentran integrados en el trazado urbano, entre aceras y calzadas, y constituyen uno de los pocos elementos de arqueología romana y andalusí visibles a pie de calle en la Sevilla contemporánea. - Avenida de Andalucía
En esta vía moderna, que surgió tras los derribos del primer tercio del siglo XX, sobreviven algunos tramos aislados. No tienen continuidad con los de Luis Montoto, pero ayudan a imaginar la monumentalidad de las arquerías que atravesaban el extrarradio oriental de la antigua Sevilla. - La Alcantarilla de las Madejas
Situada cerca de la intersección entre la avenida de Andalucía y la ronda del Tamarguillo. Aquí se encuentra uno de los arcos mejor conservados y más conocidos. En este punto se erigió un azulejo conmemorativo dedicado a la Virgen de las Madejas, una imagen que, según la tradición, los vecinos veneraban como protectora del acueducto. La imagen original fue retirada en 1868 y desapareció durante la Guerra Civil, pero el azulejo actual recuerda su importancia simbólica y religiosa. - Zona de la Cruz del Campo
Aunque en menor medida, todavía quedan vestigios dispersos cerca de la zona donde comenzaba la parte aérea del acueducto. Esta área fue clave porque marcaba el tránsito entre el tramo subterráneo y las arquerías elevadas que llegaban hasta la Puerta de Carmona.
Posibles restos ocultos y lumbreras
Además de los restos visibles, arqueólogos e historiadores señalan que podrían existir tramos enterrados del canal subterráneo y lumbreras ocultas bajo construcciones modernas. Especialmente en las zonas rurales entre Alcalá de Guadaíra y Sevilla, donde no todo el terreno ha sido urbanizado, podrían localizarse restos mediante estudios arqueológicos no invasivos, como georradar o fotografía aérea.
Restos en Alcalá de Guadaíra
En el término municipal de Alcalá de Guadaíra, algunos investigadores han documentado restos de las primeras lumbreras y tramos de canalización relacionados con el manantial de Santa Lucía, origen del acueducto. Estos vestigios no son tan conocidos ni accesibles al público general, pero tienen un gran valor para entender el inicio del recorrido del agua hacia Sevilla.
Estado de conservación y restauraciones
El estado de los vestigios varía mucho:
- Algunos arcos, como los de la calle Luis Montoto, han sido objeto de restauraciones municipales en distintas etapas del siglo XX y principios del XXI.
- Otros se encuentran en situación vulnerable debido a la contaminación urbana, la erosión o la falta de integración paisajística.
En los últimos años, el Ayuntamiento de Sevilla y varias asociaciones de defensa del patrimonio, como ADEPA (Asociación para la Defensa del Patrimonio de Andalucía), han promovido acciones de conservación y señalización. Además, los Caños de Carmona están reconocidos como Bien de Interés Cultural (BIC), lo que otorga cierta protección legal contra cualquier intervención que pueda dañarlos.
Valor cultural y educativo
Los vestigios de los Caños de Carmona no solo tienen valor arquitectónico o arqueológico. También poseen un profundo significado simbólico:
- Son un puente entre culturas. Incorporan fases romanas, islámicas y cristianas.
- Reflejan la evolución tecnológica de la ingeniería hidráulica a lo largo de más de 1.500 años.
- Mantienen viva la memoria urbana. Han dado nombre a calles, barrios y tradiciones populares.
En la actualidad, varias rutas culturales incluyen paradas en los restos del acueducto. Estas iniciativas buscan educar a la población sobre el patrimonio histórico e incentivar su conservación.
Legado histórico y galería de fotografías
Los Caños de Carmona son testimonio de la ingeniería hidráulica romana y de la capacidad de adaptación y mejora de las civilizaciones posteriores. Su historia refleja la importancia del agua en el desarrollo urbano y la evolución de las infraestructuras a lo largo de los siglos.
La conservación de los tramos restantes y su integración en el paisaje urbano actual permiten a los sevillanos y visitantes apreciar una parte fundamental del patrimonio histórico de la ciudad.
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