en busca de Dios
en busca de Dios

Quizás no encuentres a Dios en los lugares donde siempre te han dicho. Imagina un Dios que no necesita templos levantados por manos humanas, ni exige interminables oraciones o penitencias. Piensa en una divinidad que no te pide sumisión, sino que te invita a respirar, a caminar, a vivir cada instante como único. Esa es la propuesta del Dios de Spinoza: una presencia que se manifiesta en la naturaleza y en la vida misma, no en ritos ni en altares.

Spinoza y una visión diferente

Baruch Spinoza, filósofo del siglo XVII, rompió con la visión tradicional de un Dios juez que vigila y castiga. Para él, Dios no era un ser externo ni distante, sino la totalidad de la naturaleza, la esencia misma del universo. Spinoza hablaba de un Dios que está en todas las cosas y en cada ser, una fuerza vital que lo anima todo, incluyéndote a ti. Su pensamiento transformó la manera de entender lo divino: no como un soberano a quien temer, sino como la realidad misma que sostiene la existencia.

El templo de la naturaleza

Este Dios no habita en muros fríos ni en recintos cerrados. Lo encuentras en montañas que se alzan majestuosas, en ríos que cruzan valles, en bosques repletos de vida, en playas bañadas por el sol. La naturaleza es el verdadero santuario. Cada sonido, cada rayo de luz, cada brisa que acaricia tu piel puede convertirse en un recordatorio de su presencia. La invitación es clara: abre los ojos y contempla el mundo como un libro sagrado escrito en paisajes, colores y formas.

Más allá de los dogmas

Los textos religiosos pretenden dictar lo que debes creer y cómo debes vivir. Spinoza cuestiona esa imposición. Señala que si no puedes encontrar a Dios en un amanecer, en la calma de un lago o en la inmensidad de un cielo estrellado, será difícil hallarlo en páginas antiguas. El verdadero sentido no surge de normas rígidas, sino de la experiencia viva de lo divino en lo cotidiano.

Libertad para vivir

El Dios de Spinoza no quiere verte golpeándote el pecho en arrepentimiento. No busca que cargues con culpas interminables ni que te sientas vigilado. Te creó tal como eres, con virtudes y defectos, y te ofrece libertad para explorar, sentir, gozar y aprender. Su mensaje es simple: respeta a los demás como quieres que te respeten, vive en armonía y no compliques la existencia con doctrinas que sofocan la vida.

La presencia en el ahora

La única certeza es este momento. Estás aquí, en un mundo lleno de maravillas. Dios no está lejos ni oculto en teologías complejas. Lo llevas dentro, lo percibes en la alegría, en los retos, en cada respiración. La experiencia de lo divino no requiere mediadores: basta con abrirte a la vida, con reconocer la fuerza que palpita en ti y en todo lo que te rodea.

Vivir con plenitud

El mensaje de Spinoza nos recuerda que no hemos venido a temer, ni a sufrir en penitencias constantes, sino a vivir con plenitud. Buscar a Dios no significa huir del mundo, sino abrazarlo. Lo encontrarás en la sencillez de lo humano, en la bondad compartida, en la belleza que atraviesa lo cotidiano. Cada instante se convierte en una oportunidad de comunión con lo sagrado.

Un canto a lo cercano

Buscar a Dios, desde la visión de Spinoza, es celebrar la vida misma. No lo busques en la distancia, porque se revela en lo cercano: en la naturaleza que respiras a diario, en la sonrisa de otros, en la experiencia única de estar vivo. La verdadera espiritualidad consiste en abrir los sentidos y el corazón a todo lo que te rodea.

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