Quien sube desde la plaza de los Descalzos hacia la calle Real tropieza, casi sin querer, con una fachada que impone respeto. Un muro alto, rematado por almenas, corta la línea de casas encaladas y obliga a levantar la vista. Es la Casa de las Columnas, en la esquina de San Francisco y Real, una de esas esquinas que resumen siglos de historia de Puerto Real.
Durante décadas, muchos vecinos solo vieron ruina. Apuntalamientos de hierro, grietas abiertas, el portón cerrado, la sensación de que la casa se caía a pedazos. A pesar de todo, la presencia del edificio seguía llenando la calle. La portada de piedra ostionera, el volumen rotundo, las almenas de la azotea y el reloj de sol recordaban a cada paso que allí había existido algo importante.
Esta casa no nació como simple vivienda. Surgió ligada al crecimiento de la bahía de Cádiz y al auge de una burguesía local que quiso vivir cerca del negocio y, al mismo tiempo, exhibir poder. En torno al patio con columnas giró la vida de familias influyentes, el almacenaje de cosechas, las idas y venidas de carros y tratantes.
Aunque muchos la citan como casa del siglo XVII, los estudios recientes sitúan su origen en pleno siglo XVIII, en el momento en que Puerto Real consolida su papel dentro del comercio atlántico. Entender cómo y por qué nació la Casa de las Columnas ayuda a leer, en pequeño, la historia completa de la villa.
Una casa señorial en la esquina de San Francisco y Real
Quien sube desde la plaza de los Descalzos hacia la calle Real se encuentra con una fachada rotunda, almenada, que rompe la alineación del caserío. Es la Casa de las Columnas, en la esquina de las calles San Francisco y Real, uno de los inmuebles civiles más singulares del casco histórico de Puerto Real.
Durante años la imagen resultó desoladora. La casa permaneció vacía, con la fachada apuntalada por grandes cerchas metálicas, grietas visibles y el portón cerrado a cal y canto. Sin embargo, bajo ese aspecto ruinoso latía una historia larga, ligada al auge comercial de la bahía de Cádiz en el siglo XVIII y a varias familias que marcaron la vida política y económica de la villa.
Aunque a veces se menciona como edificio del siglo XVII, los estudios históricos y técnicos sitúan su construcción en el siglo XVIII, en pleno momento de expansión de Puerto Real tras el traslado de la Casa de la Contratación a Cádiz.
Cuándo se levantó y quién la promovió
El punto de partida más visible se encuentra en lo alto del edificio. En la azotea se conserva un reloj de sol con una inscripción devocional y la fecha de 1720. Ese elemento demuestra que al menos entonces ya existía una parte importante de la casa, o que el reloj se encargó para coronar una nueva construcción.
La investigación más completa procede de un estudio patológico y de rehabilitación elaborado a comienzos del siglo XXI. El trabajo revisa planos históricos y padrones de habitantes. En un plano de 1753 aún no aparece edificación en el solar que hoy ocupa la Casa de las Columnas, lo que indica que el inmueble no existía a mediados de siglo. Sin embargo, en el padrón de 1781 ya figura una gran vivienda en ese lugar.
En ese registro se menciona como propietario a don Andrés Ruiz, de 42 años, casado y con siete hijos. Ruiz ejercía como regidor del Ayuntamiento, un cargo de peso en la vida municipal. Su posición económica y social encaja con el tipo de vivienda: una casa-palacio amplia, con patio porticado, cocheras y graneros. El estudio concluye que la construcción se llevó a cabo entre 1753 y 1781, probablemente en el tercer cuarto del siglo XVIII.
Por tanto, todo apunta a que fue el propio Andrés Ruiz, miembro de la élite local, quien impulsó la obra. Levantó una casa que mostraba poder económico y que, al mismo tiempo, respondía a las necesidades prácticas de una familia acomodada ligada a la tierra, al comercio y a la política municipal.
Una casa-palacio para vivir, almacenar y negociar
La descripción del inmueble en documentos del siglo XIX ayuda a entender su función original. A finales de ese siglo se habla de una finca con dos plantas, cocheras y graneros en la planta baja, y un amplio granero adicional, con una superficie cercana a los 860 m².
No se trataba solo de una residencia urbana de prestigio. El edificio funcionaba como casa-palacio de un propietario con intereses agrícolas y comerciales.
La planta baja acogía las cocheras. Allí la familia guardaba los carruajes que conectaban la casa con las tierras de labor y con otros puntos de la bahía. Junto a las cocheras se alineaban los graneros. En ellos se almacenaban cosechas, semillas y mercancías que entraban y salían según el ritmo de la campaña agrícola y del comercio.
La vivienda principal se organizaba alrededor de un patio columnado de gusto dieciochesco. Las galerías de arcos apoyadas en pilares de piedra articulaban las estancias nobles. Bajo esos soportales la familia hacía vida diaria, recibía a clientes y proveedores y vigilaba el movimiento de productos. La Casa de las Columnas funcionaba así como casa-palacio: lugar de residencia, centro de gestión de las propiedades y pieza clave en la red de negocios de sus propietarios.
Ese patio, que hoy vuelve a lucir tras la restauración, se convirtió durante casi dos siglos en el corazón de la casa. Bajo sus galerías se organizaba la vida doméstica, se recibía a clientes y proveedores y se controlaba la entrada y salida de productos.
Por qué se eligió este emplazamiento
La Casa de las Columnas se sitúa en una esquina estratégica del casco histórico: la confluencia de la calle San Francisco con la calle Real. El trazado en damero diseñado tras la fundación de la villa en 1483 convierte estas vías en auténticos ejes estructurales.
La calle Real define el límite norte del recinto fundacional y actúa como columna vertebral del casco antiguo. San Francisco enlaza con la plaza de los Descalzos, donde se localizaba el convento de los franciscanos y la Posada de la Espada, antigua posada de arrieros relacionada con el movimiento de mercancías y viajeros.
Situar la casa en esa esquina ofrecía varias ventajas. La elección de la esquina entre las calles San Francisco y Real no fue casual. La Casa de las Columnas se levantó en un punto muy visible del casco histórico, en una vía de paso continuo. La fachada principal se abría a una calle transitada, donde la portada de piedra, el gran volumen del edificio y las almenas de la azotea reforzaban la imagen de poder de sus dueños. Cualquiera que cruzara la villa veía la casa y entendía el peso social de la familia que la habitaba.
El emplazamiento ofrecía además una gran comodidad. Las cocheras daban a una calle ancha, apta para carros y caballerías. Eso facilitaba el movimiento de granos, cosechas y mercancías que entraban y salían desde las tierras de labor y el entorno de la bahía. Muy cerca, el antiguo convento y las posadas de la plaza de los Descalzos concentraban viajeros, tratantes y actividad comercial. Vivir y trabajar en esta esquina permitía a los propietarios estar en el centro de los negocios y, al mismo tiempo, mostrarse como una de las familias fuertes de Puerto Real.
El lugar no se eligió al azar. La casa se colocó como pieza de prestigio, en un ángulo muy visible del caserío, donde la arquitectura barroca del inmueble se integraba en un paisaje urbano lleno de iglesias, conventos y casonas nobiliarias del XVIII.
De los Ruiz a los Bárcena: una casa ligada a las élites locales
Tras la etapa de Andrés Ruiz, la propiedad cambió de manos. En 1835 se documenta como dueño a don Manuel Bárcena. A su muerte, en 1864, la casa pasó a sus herederos. En 1883 se describe ya como inmueble arrendado, con dos plantas, cocheras y graneros. En 1893 aún figura bajo la tutela de la familia Bárcena, con menciones a Amalia y Sofía Bárcena como titulares.
La trayectoria refleja un patrón habitual en muchas casas señoriales andaluzas. La trayectoria de la casa de las columnas sigue un esquema muy frecuente en las casas señoriales andaluzas. Primero funciona como residencia principal de un regidor, que concentra allí su vida familiar y la gestión de sus negocios. Más adelante, otra familia acomodada del siglo XIX toma el relevo y convierte la casa en uno de sus principales símbolos de prestigio. Con el tiempo, los propietarios comienzan a alquilar parte o la totalidad del inmueble para obtener rentas y sostener el patrimonio. De esta forma, la casa mantiene su condición de emblema social y, al mismo tiempo, actúa como un activo económico que ayuda a las familias dueñas a adaptarse a cada época.
A través de estas operaciones, la casa se mantiene como símbolo de status pero también como activo económico.
De casa de vecinos en el siglo XX al abandono en los años ochenta
El siglo XX supuso un giro radical. La gran casa-palacio se transformó en casa de vecinos. La propiedad se compartimentó. Surgieron viviendas pequeñas alrededor del patio, con servicios comunes y reformas poco cuidadosas.
Ese proceso, muy frecuente en los centros históricos, trajo consigo varios efectos. Durante el siglo XX la Casa de las Columnas cambió por completo de función. La antigua casa-palacio se convirtió en casa de vecinos. Los propietarios dividieron la finca. Abrieron nuevas puertas, levantaron tabiques y organizaron pequeñas viviendas alrededor del patio, con servicios compartidos y reformas hechas casi siempre con pocos medios y menos cuidado.
Ese proceso, tan habitual en muchos cascos históricos, tuvo consecuencias claras. La casa perdió elementos originales. Algunos arcos quedaron ocultos tras muros nuevos. Los forjados y las cubiertas empezaron a soportar más peso del previsto. El mantenimiento se volvió irregular. Con el paso de las décadas llegaron las humedades, las grietas y el deterioro de la estructura.
A partir de los años ochenta los residentes abandonaron el edificio. La casa quedó vacía, sin uso y sin vigilancia cotidiana. Desde entonces, la imagen de la Casa de las Columnas se asoció al riesgo de ruina: ventanas rotas, techos hundidos, apuntalamientos y un patrimonio que, durante un tiempo, pareció condenado a desaparecer.
El estudio patológico sitúa el abandono definitivo en la década de 1980. Desde entonces, la casa permaneció vacía y en rápido deterioro. Los vecinos denunciaron repetidamente el riesgo de ruina y el estado de la finca.
La situación era tan grave que, en artículos de prensa y análisis patrimoniales, la Casa de las Columnas aparecía como ejemplo de la pérdida de patrimonio histórico en Puerto Real y como inmueble “en serio peligro de desaparición”.
La anécdota del pozo arrancado
En este contexto de abandono se produce uno de los episodios más llamativos de la historia reciente de la casa. En diciembre de 2009, la prensa provincial informó de la denuncia a seis hombres que intentaban llevarse el brocal del pozo del patio. Vestían ropa de albañil y habían forzado el candado de la puerta principal. Un antiguo propietario los sorprendió a la salida y avisó a la Policía Local, que recuperó la pieza ya desanclada, con su peana, preparada para ser cargada.
El artículo recordaba que se trataba de una finca protegida, deshabitada desde hacía más de una década, ya expropiada por el Ayuntamiento tras un expediente iniciado en 2001 y culminado en torno a 2005.
El intento de expolio del pozo se convirtió en símbolo del abandono del edificio, pero también del interés que seguían despertando sus elementos originales incluso en ruina.
De la expropiación a la rehabilitación: un futuro equipamiento cultural
La expropiación municipal abrió la puerta a la recuperación. Durante años, sin embargo, la Casa de las Columnas continuó apuntalada, mientras el Ayuntamiento buscaba financiación. Distintos equipos de gobierno anunciaron proyectos de restauración vinculados a programas como el 1% Cultural del Estado.
El gran impulso llegó con el Plan Dipu-Inver 2021 de la Diputación de Cádiz, que aportó casi 240.000 euros para iniciar la rehabilitación estructural y adecuar la planta baja como equipamiento municipal. La obra permitió retirar los grandes puntales metálicos de la fachada, consolidar muros y cubiertas y recuperar el patio dieciochesco, hoy pavimentado con un ajedrezado de mármol y rodeado por arcos de ladrillo y columnas de piedra restauradas.
Posteriormente, la Diputación sumó alrededor de 300.000 euros adicionales para rematar trabajos y avanzar en la adaptación del inmueble a su uso público. Visitas oficiales recientes destacan la calidad de la intervención y el cuidado puesto en la conservación de los elementos históricos.
Queda por definir el uso definitivo, pero las declaraciones municipales apuntan a un equipamiento cultural de proximidad: centro de interpretación de la historia de Puerto Real, espacio para exposiciones, actividades educativas y quizá fondo bibliográfico especializado en patrimonio local.
Un pequeño edificio para leer la gran historia de la villa
La Casa de las Columnas resume, en una sola manzana, la evolución de Puerto Real. La Casa de las Columnas permite entender, en un solo edificio, las grandes etapas de la historia de Puerto Real. Nace en pleno auge del siglo XVIII, cuando la bahía se vincula al comercio atlántico y los regidores y burgueses levantan casas solariegas con portadas barrocas para mostrar su poder. Más tarde atraviesa la crisis de los siglos XIX y XX, se fragmenta en pequeñas viviendas, se convierte en casa de vecinos y sufre el mismo desgaste que el resto del caserío histórico.
En las últimas décadas entra en escena una nueva mirada. Administraciones, técnicos y colectivos locales empiezan a valorar este tipo de inmuebles como parte esencial de la memoria urbana. Llegan la protección legal, la expropiación, los proyectos de rehabilitación y la idea de abrir la casa al uso público. Por eso, cuando uno recorre hoy su patio restaurado y observa sus columnas y almenas, no solo visita una casa bonita. Lee, concentrada en una esquina, la gran historia de la villa: prosperidad, decadencia y recuperación de un patrimonio que casi se pierde.
Hoy, cuando uno entra al patio restaurado y mira las columnas, las almenas de la fachada o imagina el viejo pozo salvado in extremis, entiende que no se trata solo de una casa bonita. Es un fragmento de memoria urbana. Un lugar donde se cruzan la ambición de un regidor del siglo XVIII, las vidas humildes de las familias que compartieron habitaciones durante el siglo XX y el esfuerzo contemporáneo por recuperar un patrimonio que estuvo a punto de perderse.
Contar la historia de la Casa de las Columnas significa contar, en pequeño, la historia de Puerto Real. Y visitar la casa, cuando abra al público, será una forma directa de mirar a los ojos a esa historia.


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