Alameda Apodaca
Alameda Apodaca

La Alameda de Apodaca —hoy oficialmente Alameda Clara Campoamor en su tramo oriental y Alameda Hermanas Carvia Bernal en el occidental— es uno de los paseos ajardinados más bellos y con mayor densidad histórica del casco antiguo de Cádiz. Suspendida sobre la muralla, con la bahía como telón de fondo, combina patrimonio, jardinería histórica y memoria atlántica. No es casual: desde el siglo XVII este paseo fue refugio de temporales y lugar de encuentro ciudadano; el Ayuntamiento lo recuerda como “uno de los lugares más concurridos de la ciudad desde el siglo XVII”.

Origen y propósito: de la Caletilla de Rota al salón isabelino

El germen de la Alameda se remonta a 1617, cuando se crea el primer paseo sobre los terrenos de la antigua Caletilla de Rota, entonces un frente litoral abierto al océano. A mediados del siglo XVIII (1750–1754) se consolida como paseo arbolado con tres calles paralelas sombreadas; y ya en el siglo XIX se transforma en jardín según el gusto isabelino, con verjas, glorietas y escalinatas. La finalidad era clara: ofrecer un espacio de paseo y recreo en un emplazamiento ventilado, junto al mar, cómodo para la sociedad gaditana y protegido de los embates del Levante.

La ubicación no fue fruto del azar. La Alameda se sitúa entre dos piezas defensivas claves: las murallas de San Carlos y el Baluarte de la Candelaria, sobre el frente noroeste de Cádiz. Este borde urbano, que defendía la entrada al puerto, ofrecía vistas y brisas privilegiadas, razón por la que el paseo arraigó precisamente “en la muralla cercana a la bahía” y se utilizaba para resguardarse de las tormentas.

Quiénes la impulsaron y cómo fue cambiando

La fisonomía de la Alameda responde a sucesivas intervenciones municipales y técnicas. Hacia 1836 el paseo se convierte en jardín siguiendo proyecto de Manuel Bayo y dirección de Juan de la Vega, que lo estructuran en Salón Bajo y Salón Alto (o de Cristina), separados por una franja más estrecha que conservaba la traza del paseo primitivo. Estas operaciones introdujeron asientos de mármol, verjas de hierro y miradores hacia la bahía, adaptando el lugar a la etiqueta social del paseo decimonónico.

El aspecto actual, de sabor regionalista, se debe a la reforma ejecutada entre 1926 y 1927 por el arquitecto Juan Talavera y Heredia —autor también de actuaciones en los Jardines de Murillo de Sevilla—, que incorporó cerámica vidriada trianera, hierro forjado en bancos y farolas, y un conjunto de pérgolas y fuentes que organizan el eje central y sus plazoletas. La propia web municipal de medio ambiente y la página turística del Ayuntamiento señalan esta reforma como la que fijó la imagen que hoy reconocemos.

En cuanto a la nomenclatura, el tramo oriental pasó a llamarse Alameda Apodaca en 1856 en honor al almirante gaditano Juan José Ruiz de Apodaca y Eliza, mientras que el occidental se dedicó al marqués de Comillas. En 2021, el Pleno municipal acordó renombrarlos como Clara Campoamor y Hermanas Carvia Bernal; el Ayuntamiento materializó los rótulos en 2022.

Jardín y botánica: especies que explican el paisaje

La vegetación es uno de los rasgos de carácter de este paseo. En la franja próxima a la calzada predominan árboles de hoja caduca —especialmente plátanos de sombra—; hacia el mar se concentran las especies más llamativas: dos ficus centenarios (Ficus macrophylla) de porte monumental, laureles de Indias (Ficus microcarpa), dragos (Dracaena draco), ombús (Phytolacca dioica), araucarias (Araucaria spp.) y un conjunto de palmerascalifornianas (Washingtonia), datileras (Phoenix dactylifera) y “mexicanas”— de gran edad. Los parterres se recortan con setos de thuja, aligustre, pitosporo y transparente, componiendo salones y glorietas de inspiración romántica y regionalista.

La relevancia patrimonial de estos jardines quedó reconocida por la Junta de Andalucía: en 2004 se inscribieron en el Catálogo General del Patrimonio Histórico Andaluz, dentro del expediente de “jardines de interés cultural ubicados en Cádiz y su provincia”. El Anexo del BOJA cita expresamente “Alameda Apodaca y Marqués de Comillas” entre los bienes protegidos.

Monumento al mar y a la Hispanoamérica gaditana

En el centro geométrico de la Alameda se alza el Monumento al II marqués de Comillas (Claudio López Bru), obra del escultor catalán Antonio Parera, inaugurado el 12 de octubre de 1922. El conjunto, tallado en piedra azulada y bronces, despliega una iconografía atlántica: mascarones de proa y popa, un león y un cóndor como símbolos de Europa y América, una matrona con niño que evoca la unión hispanoamericana y, coronando, el “genio del cristianismo”. Se sufragó mediante suscripción popular y su inauguración contó con autoridades del Estado, como recogió la prensa de la época. A sus pies existió una pequeña cripta-biblioteca hoy cerrada.

Desde los años ochenta, la Alameda se ha ido llenando además de bustos de grandes figuras iberoamericanasJosé Martí, Rubén Darío, José Miguel Carrera, Ramón Power y Giralt, José Rizal, Juan Pablo Duarte, Miguel Grau, César Vallejo, entre otros—, lo que ha popularizado el apelativo de “Balcón americano de la Bahía de Cádiz”.

Detalles que enamoran: pérgolas, “escaragüaitas” y vistas

El paseo se disfruta a través de una secuencia de plazoletas (rectangulares, circulares y octogonales) articuladas por pérgolas floridas y fuentes recubiertas de azulejería de Triana. La balaustrada sobre la muralla se salpica con pequeñas garitas —las populares “escaragüaitas”— que funcionan como miradores íntimos sobre el Atlántico. En los extremos, dos fuentes gemelas con niños y peces completan la escenografía. Todo ello encaja con el gusto regionalista de la reforma de Talavera documentado por el Ayuntamiento.

Como curiosidad botánica, la propia web municipal recoge una anécdota: a principios del siglo XX dos misioneras habrían desembarcado en Cádiz con jóvenes ficus que acabarían plantándose en la Alameda; una historia que, veraz o no, ilustra el vínculo ultramarino del jardín.

Por qué aquí: una elección urbana y climática

La Alameda resume una decisión urbana acertada: ocupar el “filo” de la ciudad amurallada con un paseo que capta brisa, luz y horizonte, pero se protege del oleaje gracias a la propia muralla. Esa condición explica su éxito como espacio de sociabilidad desde el Setecientos y su continuidad como jardín-balcón sobre la bahía, entre San Carlos y la Candelaria. La guía turística municipal lo sintetiza: un sitio de resguardo y encuentro, hoy integrado en el anillo verde que conecta con Parque Genovés y otras zonas ajardinadas del frente norte.

Información práctica para tu visita

  • Cómo llegar y recorrerla: el eje discurre este–oeste, con sombras generosas y bancos cerámicos; ideal para el atardecer y para enlazar con el Parque Genovés y el Baluarte de la Candelaria.
  • Qué no perderse: los ficus monumentales junto a las fuentes, el monumento de 1922, las pérgolas principales y el rosario de bustos iberoamericanos.
  • Patrimonio: recuerda que estás en un jardín protegido por la Junta de Andalucía desde 2004; cuídalo como tal.

Galería fotográfica: la Alameda en imágenes

Recorrer la Alameda Apodaca es una experiencia que combina historia, botánica y paisaje marítimo. Para apreciar mejor sus rincones —las pérgolas floridas, los ficus centenarios, las “escaragüaitas” que se asoman a la bahía o los bancos de cerámica regionalista—, nada como detenerse en una selección de imágenes. A continuación, te invito a descubrir una galería visual que ilustra la riqueza monumental y natural de este paseo gaditano, auténtico balcón atlántico de la ciudad.

alameda de Apodaca de Cádiz
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sombras largas, conversaciones cortas: la Alameda es terapia gratuita
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os ficus no son árboles: son catedrales que aprendieron a respirar
pasear aquí no es turismo: es firmar un pacto con el viento de Poniente
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los ficus centenarios recuerdan todos los besos furtivos de Cádiz… y no hablan
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el mar susurra: yo estaba aquí mucho antes que vuestras baldosas
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las pérgolas florecen como si fueran versos escritos en azulejo
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el baluarte observa, la Alameda respira, y la bahía se ríe a carcajadas
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