Casa palacio de O'Neale
Casa palacio de O'Neale

Si caminas por el centro de El Puerto de Santa María, hay un cruce que no puedes ignorar. Justo donde la calle Larga (Virgen de los Milagros) se encuentra con Santo Domingo, se alza un edificio que domina la perspectiva. No es solo una fachada bonita. Es la Casa Palacio de O’Neale, un testigo de piedra de cuando esta ciudad era el centro del comercio mundial.

¿Te has fijado en su torre? ¿Y en el escudo de su puerta? Aquí te cuento la historia detrás de esos muros.

De Irlanda a la Bahía de Cádiz

Para entender por qué una familia irlandesa acaba construyendo un palacio en una esquina de El Puerto de Santa María, hay que mirar el mapa político de la Europa del siglo XVIII.

La historia de los O’Neale no es un caso aislado, sino parte de un fenómeno masivo conocido como la «Fuga de los Gansos Salvajes» (Flight of the Wild Geese). Tras la derrota de los católicos jacobitas frente a los protestantes ingleses (especialmente tras el Tratado de Limerick en 1691), la aristocracia y la burguesía católica irlandesa se vieron asfixiadas por las Leyes Penales británicas. Estas leyes les prohibían ejercer cargos públicos, poseer tierras o practicar su fe libremente.

¿La solución? El exilio. Pero no un exilio cualquiera. España, la gran potencia católica del momento, los recibió con los brazos abiertos.

¿Por qué la Bahía de Cádiz?

Mientras muchos irlandeses («Wild Geese») se alistaron en los ejércitos de Francia y España para seguir luchando contra Inglaterra, otros vieron una oportunidad diferente: el comercio. Se les conoció como los «Wine Geese» (Gansos del Vino).

La Bahía de Cádiz era el lugar perfecto por dos razones clave:

  1. El Monopolio Americano: En 1717, la Casa de la Contratación se trasladó de Sevilla a Cádiz. Quien quisiera comerciar legalmente con el Nuevo Mundo debía estar allí.
  2. Protección Real: La monarquía española (Felipe V) concedió a los irlandeses un estatus privilegiado. Al ser católicos perseguidos, se les permitía integrarse, obtener la nacionalidad (carta de naturaleza) y, crucialmente, acceder al comercio con Indias, algo vetado a otros extranjeros como ingleses o holandeses protestantes.

En este caldo de cultivo llegó Enrique O’Neale Knoulis. No llegó solo a una tierra extraña; llegó a una red de apoyo poderosa. En El Puerto, Cádiz y Sanlúcar ya operaban clanes irlandeses como los Terry, los Cólogan o los Fitzgerald. Estos grupos funcionaban como un lobby: se casaban entre ellos para concentrar capital (endogamia mercantil) y se avalaban mutuamente en los negocios.

O’Neale siguió el guion a la perfección. Tras un paso previo por Galicia, se estableció en El Puerto atraído por el auge exportador. Su linaje, los O’Neill de Tyrone, era de antigua realeza en Ulster, lo que facilitó su aceptación inmediata en la élite local. No era un simple inmigrante; era un noble católico exiliado reclamando su lugar en la «Carrera de Indias». Su palacio en la calle Larga no fue solo una casa, sino la declaración física de que los O’Neale habían recuperado en el sur de España la grandeza que les habían arrebatado en el norte de Irlanda.

La construcción del Palacio (c. 1745)

Hacia la primera mitad del siglo XVIII, Enrique mandó levantar esta casa. No la diseñó como un simple hogar, sino como una máquina de hacer dinero. Sigue el modelo clásico de «Casa de Cargadores a Indias»:

  • Planta baja: Almacenes y oficinas. Aquí se cerraban los tratos y se guardaban las mercancías.
  • Planta noble: La residencia familiar, llena de lujos y arte.
  • La Torre-Mirador: Mira hacia arriba. Verás una estructura curiosa en la esquina. Es una torre de estilo «sillón y garita». No es decorativa. Desde ahí, los O’Neale oteaban el horizonte con catalejos para ver cuándo llegaban sus barcos desde La Habana o Veracruz. Llegar el primero al muelle significaba vender más caro.

El ascenso de patricio y la «mano sangrienta»

El hijo de Enrique, Patricio O’Neale, llevó el apellido a su máximo esplendor. Nacido ya en El Puerto, consolidó la fortuna familiar y logró algo que su padre ansiaba: el reconocimiento social. En 1776, la Real Chancillería de Granada reconoció su hidalguía.

Una curiosidad histórica: Fíjate en el blasón de piedra sobre el dintel de la puerta principal. Verás dos leones rampantes y, en el centro, una mano cortada y ensangrentada. Es el símbolo de los O’Neill (la Mano Roja del Ulster).

La leyenda cuenta que, en una regata ancestral para reclamar el trono de Irlanda, el primer O’Neill vio que se quedaba atrás. Sin dudarlo, se cortó su propia mano y la lanzó a la orilla para «tocar» tierra antes que su rival. Ganó el reino.

Siglos XIX y XX: de la nobleza al grupo caballero

Con el declive del comercio colonial en el siglo XIX, muchas de estas casas cambiaron de manos o se dividieron. La Casa O’Neale resistió. Durante el siglo XIX siguió habitada por la familia (llegó a vivir allí el corregidor Enrique O’Neale Rivero en 1812).

Ya en el siglo XX, la propiedad pasó a manos de una de las familias bodegueras más potentes de la zona: el Grupo Luis Caballero (famosos por el Ponche Caballero). La mantuvieron como activo patrimonial durante décadas, preservando su estructura mientras el local comercial de la planta baja cambiaba de inquilinos (muchos portuenses recordarán las oficinas bancarias o comercios allí situados).

Estado actual: un nuevo dueño para el siglo XXI

¿Qué pasa hoy con el palacio? Tras años de espera y trámites urbanísticos, la historia ha dado un giro internacional de nuevo.

En mayo de 2021, se confirmó la venta del inmueble. El comprador no es una institución pública, sino un inversor privado alemán vinculado al sector de la aviación y sanitario.

El uso actual y futuro

  • Propiedad: Privada.
  • Uso: El proyecto contempla rehabilitar los más de 1.500 metros cuadrados para convertirlos en una residencia de lujo (vivienda plurifamiliar).
  • Estado: El edificio goza de protección especial (está catalogado). Esto garantiza que cualquier reforma debe respetar escrupulosamente la fachada, la torre y los elementos arquitectónicos originales.

Un vistazo a su fachada

La Casa de O’Neale sigue ahí, trescientos años después, observando el paso de la gente por la calle Larga. Ya no espera galeones de América, pero su torre sigue siendo la reina de la esquina.

casa palacio de O'Neale
casa palacio de O’Neale
escudo heráldoco en el dintel de la puerta
escudo heráldoco en el dintel de la puerta
fachada principal de la casa palacio
fachada principal de la casa palacio

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