Martos entra por los ojos antes de entrar por las calles. Basta mirar la imagen: un bloque de tierra cortado con precisión, capas visibles como páginas de un libro, raíces que asoman y, arriba, un caserío blanco que se aprieta en torno a sus hitos. La escena parece inventada, pero describe una verdad histórica. Martos se construye por estratos. Cada época deja un nivel. Cada nivel sostiene al siguiente.
En la parte superior del diorama destacan tres señales que definen la ciudad. La fortaleza corona la Peña y recuerda que aquí se vivió con un ojo puesto en el horizonte. La torre y el templo ordenan el perfil urbano y cuentan una vida comunitaria tejida alrededor de la fe, los ritmos del calendario y la plaza. Las casas, alineadas y compactas, hablan de adaptación: Martos no se expande al azar, se acomoda al relieve, busca la sombra, se pliega a la pendiente y se protege del viento.
Ese corte del suelo, además, funciona como una metáfora exacta. Bajo las fachadas encaladas late una historia que empieza mucho antes de que existiera un nombre para la ciudad. Primero llegaron pobladores que buscaban agua, refugio y tierra fértil. Después se impuso la lógica de la frontera: vigilar, fortificar, controlar caminos. Más tarde tomó forma una identidad agrícola que convirtió el olivar en paisaje, economía y orgullo. Y ya en el tiempo contemporáneo, la industria añadió un pulso distinto, con fábricas y empleo que reconfiguraron la vida cotidiana sin borrar lo anterior.
Martos no se explica con un monumento. Se explica con una combinación: la Peña como llave geográfica, el casco histórico como respuesta urbana, la memoria de Tucci y Tús como raíces culturales, la huella de Calatrava como arquitectura de poder, y el aceite como lenguaje común. Este artículo recorre esa secuencia desde los orígenes hasta hoy. Lo hace con datos contrastados y fuentes oficiales. Y lo hace con una idea guía: para entender Martos, hay que mirar hacia arriba… y también hacia abajo, a esas capas que la sostienen.
Por qué aquí: agua, tierra fértil y una “fortaleza natural”
Martos crece a los pies de la Peña de Martos, un peñón que marca el paisaje y da nombre popular a la localidad: “Ciudad de la Peña”. El propio Ayuntamiento subraya el protagonismo del olivar en una campiña abierta y el papel de los relieves cercanos, con la Peña como referencia mayor.
Las fuentes arqueológicas de la Junta de Andalucía explican el atractivo del enclave con argumentos muy concretos. Hablan de puntos de agua, clima favorable y tierra apta para la vida desde temprano. Añaden un factor decisivo: la Peña ofrece una ventaja defensiva clara y permite controlar el territorio. En otras palabras, Martos no solo resulta habitable. También resulta defendible.
La Peña decide el mapa
La Peña de Martos no acompaña al pueblo. Lo gobierna. Marca el horizonte. Ordena la orientación de las calles. Da un punto de referencia constante. También ofrece una ventaja defensiva inmediata. Desde arriba se domina la campiña. Se vigilan accesos y movimientos. Se controla quién entra y quién sale. En tiempos de inestabilidad, esa altura vale más que un muro.
La roca, además, crea un “refugio” natural. Reduce flancos. Obliga a atacar por puntos concretos. Facilita el control de pasos. Quien ocupa la cima impone su presencia sobre el territorio. Por eso, cuando llegan épocas de frontera, Martos no improvisa. Refuerza. Fortifica. Ajusta su vida al relieve. La ciudad nace y crece con una lógica: sobrevivir primero, prosperar después.
Agua cercana, vida posible
Ningún asentamiento dura si no asegura agua. Martos se beneficia de un entorno con recursos hídricos próximos y aprovechables. Esa disponibilidad sostiene la vida diaria. Permite cocinar, asearse y mantener ganado. También facilita huertas y pequeños cultivos cerca del núcleo. En las primeras fases de poblamiento, ese factor decide casi todo.
El agua no solo resuelve lo básico. También empuja a quedarse. Cuando una comunidad encuentra un lugar donde abastecerse con regularidad, planifica. Construye. Almacena. Organiza trabajo y turnos. Aparecen oficios. Surgen rutas de intercambio. En Martos, ese apoyo hídrico encaja con la protección del roquedo. El resultado es un binomio muy estable: recurso y resguardo.
Tierra fértil y control del territorio
Martos se asienta en una campiña generosa. El suelo permite agricultura. El clima ayuda. La ciudad mira hacia un paisaje que invita a producir. Ese potencial explica el peso histórico del olivar y de los cultivos de secano. Explica también la continuidad del poblamiento: aquí se puede vivir y aquí se puede comer.
A esa fertilidad se suma otra razón estratégica: el control de un territorio amplio, con conexiones naturales hacia poblaciones cercanas y hacia el valle. Martos no queda aislada. Se sitúa en un espacio de paso. Puede mirar a su alrededor y tomar decisiones. Esa combinación —producción agrícola y control de entorno— convierte el enclave en objetivo codiciado. Quien domina Martos no solo gana una peña. Gana una plataforma de poder sobre la campiña.
Primeros pobladores: sedentarización y asentamientos tempranos
El Ayuntamiento sitúa los orígenes en la prehistoria y vincula los primeros asentamientos a la presencia dominante de la Peña. Esa orografía, además, condiciona el casco histórico, con calles estrechas, sinuosas y en pendiente.
La documentación arqueológica publicada por la Junta de Andalucía concreta el salto a la sedentarización y fija un hito muy antiguo: alrededor del 3000 a. C. aparece un “importante asentamiento” en la zona. Desde ahí, el poblamiento ya no responde a una parada ocasional. Responde a una forma de vida estable.
Del abrigo natural al asentamiento estable
Martos no nace como un punto casual en el mapa. Nace como un lugar al que se vuelve. La Peña ofrece refugio y control visual. También aporta recursos. La Junta de Andalucía remarca un hecho clave: la Peña favorece el asentamiento humano “desde la antigüedad” por sus manantiales, su clima y su tierra, además de su valor defensivo.
Con ese marco, los grupos humanos encuentran condiciones para permanecer. El Ayuntamiento sitúa los primeros asentamientos en torno a la Peña y vincula ese origen a la prehistoria.
El salto del Neolítico: vivir, producir y organizar el espacio
Las fuentes oficiales permiten acotar el gran cambio. La Junta de Andalucía lo expresa sin rodeos: durante el Neolítico comienza el proceso de sedentarización en la zona.
Ese proceso deja huellas materiales y, sobre todo, un patrón territorial. La Orden publicada en el BOJA, al delimitar la Zona Arqueológica del Polideportivo de Martos, señala que la elección del emplazamiento responde a factores hídricos y edafológicos. También describe la ocupación de lomas suaves y terrazas en torno al arroyo de la Fuente como una constante en comunidades de finales del IV milenio a. n. e.
En lenguaje llano: agua cerca, suelos aprovechables y espacio abierto. Con eso, una comunidad no solo sobrevive. Planifica.
Un hito fechado: en torno al 3000 a. C.
La cronología también cuenta con un anclaje oficial. La Junta de Andalucía indica que, en torno al año 3000 a. C., se desarrolla un “importante asentamiento” de amplia superficie que incluye el área excavada en el Polideportivo.
La protección patrimonial detalla qué aparece en esa zona. Antes de construir el polideportivo, una intervención arqueológica documentó estructuras circulares excavadas en la base geológica, adscritas al Neolítico Final.
Y el conjunto no se reduce a un punto aislado. El BOJA describe una gran zona arqueológica con áreas como El Molinillo, Huertas Viejas o La Alberquilla, donde las obras y cortes del terreno han dejado visibles estructuras prehistóricas excavadas en la roca y depósitos arqueológicos
Tucci: la ciudad ibérica y su salto romano
En época ibérica, la misma fuente identifica la ciudad con la antigua Tucci, dentro del área de influencia de Obulco (Porcuna). También menciona necrópolis en el entorno de la Peña.
Con Roma llega el cambio de escala. La Junta de Andalucía sitúa la colonización en época imperial y la vincula al mandato de Octavio Augusto, que otorga a Tucci el título de Colonia Augusta Gemella. La misma publicación recuerda la abundancia de hallazgos de ese periodo en Martos.
Aquí encaja muy bien la imagen del diorama. En la parte superior ves el “Martos” reconocible. Debajo, sin embargo, hay una ciudad más antigua que no se ve a simple vista, pero sostiene el conjunto.
Tús o Tuss: Martos como plaza fronteriza en al-Ándalus
Tras la invasión islámica, la ciudad entra en un periodo de recuperación y transforma su morfología urbana. Desde el siglo IX, las fuentes arqueológicas de la Junta señalan que los musulmanes llamaron a Martos Tús o Tuss y que la ciudad actuó como una de las plazas fronterizas más disputadas. Las razones vuelven a ser las mismas: tierras fértiles, posición estratégica y facilidad defensiva.
Este dato no es menor. Explica por qué Martos aparece, una y otra vez, en los relatos de frontera: quien controla la Peña y sus accesos controla un punto clave de la campiña.
Fernando III, la Orden de Calatrava y una ciudad que se fortifica
La misma fuente de la Junta de Andalucía atribuye la conquista cristiana a Fernando III y añade un paso político decisivo: el monarca cede la ciudad a la Orden de Calatrava, que refuerza la fortificación.
Esa relación con Calatrava no queda como una nota al pie. La propia simbología municipal recoge la cruz calatrava como señal del gobierno de la Orden en época medieval y moderna, junto al castillo sobre la Peña como emblema defensivo.
Además, un programa cultural municipal sobre las Jornadas Calatravas aporta dos fechas de referencia que ayudan a fijar la cronología documental: un privilegio de 8 de diciembre de 1228, dado en Toledo, por el que Fernando III concede Martos (entre otras plazas) a la Orden, y un privilegio posterior de 22 de abril de 1254, por el que Alfonso X confirma concesiones y divisiones de términos.
El casco histórico: calles que responden a la topografía
En Martos, el urbanismo no busca la comodidad. Busca adaptarse. El Ayuntamiento lo explica de forma directa: la peña y el relieve empujan al casco histórico hacia calles angostas, sinuosas y empinadas, mientras los nuevos barrios se apoyan en zonas más llanas hacia el valle del Guadalquivir.
El BOE, al publicar el decreto de protección patrimonial, refuerza esa misma lectura: describe una trama de calles estrechas adaptada a la topografía y subraya la “armoniosa relación” entre el caserío y la Peña.
Hito institucional: la declaración de Conjunto Histórico
En 2005, la Junta de Andalucía declara Bien de Interés Cultural, con la categoría de Conjunto Histórico, el sector delimitado de la población de Martos. El decreto publicado en el BOE justifica la decisión por valores históricos, arquitectónicos, urbanos, paisajísticos, estéticos y sociales. También destaca que la protección abarca la evolución del núcleo urbano desde épocas anteriores a la romana hasta finales del siglo XX, y que incluye la relación del conjunto con su entorno natural, especialmente con la Peña.
Este hito fija un mensaje claro: Martos no conserva solo monumentos. Conserva una forma de crecer y de habitar.
Monumentos y patrimonio cultural y arquitectónico de Martos: catálogo para leer la ciudad “por capas”
La imagen de Martos como diorama funciona como mapa mental. Arriba, la roca. En el centro, el caserío. Abajo, las capas que sostienen todo. Ese mismo orden guía el patrimonio marteño. Primero, la altura defensiva. Luego, las iglesias y los conventos que fijan la identidad urbana. Después, la arquitectura civil y los espacios públicos que cuentan cómo vivió la gente. El conjunto histórico de Martos cuenta, además, con protección como Bien de Interés Cultural (Conjunto Histórico). Esa figura obliga a mirar la ciudad como un todo coherente: trama, vistas, hitos, y también los vacíos.
1) Sistema defensivo y “ciudad fortaleza”
Castillo de la Villa y Torre del Homenaje (fortaleza baja)
En el relato urbano de Martos, la Torre del Homenaje actúa como hito. La documentación turística municipal la identifica como la torre principal del castillo de la Villa y como punto de dominio visual sobre el resto de la fortaleza. Hoy, además, funciona como visita patrimonial guiada, lo que la convierte en una puerta de entrada didáctica a la ciudad medieval. El visitante entiende aquí dos ideas clave: control del territorio y control del caserío. La torre ordena el perfil del casco antiguo y marca el arranque de los recorridos hacia las cotas altas.
Torre Almedina y paños de muralla
La Torre Almedina completa el discurso defensivo. El portal turístico municipal destaca su rehabilitación y la integra en visitas guiadas. Ese dato importa: no solo existe la pieza, también existe una estrategia de puesta en valor. La información divulgativa local sitúa la torre junto a un paño de muralla y una torre albarrana, elementos típicos de una arquitectura militar pensada para resistir y vigilar. La lectura sobre el terreno gana fuerza al observar cómo el caserío se arrima a estos restos, como si la ciudad todavía buscara abrigo.
2) Arquitectura religiosa: poder simbólico y vida cotidiana
Real Iglesia Parroquial de Santa Marta
Santa Marta organiza el corazón monumental. Varias fuentes turísticas y culturales remarcan su centralidad y su condición de visita patrimonial. La interpretación local vincula su implantación urbana con un proceso histórico de sustitución de espacios de culto, un patrón frecuente en ciudades andaluzas tras los cambios de poder. En la experiencia de visita, el valor no reside solo en la fábrica del templo, sino en su papel como eje de plazas, calles y ceremonias. Santa Marta estructura procesiones, calendarios festivos y memoria compartida.
Iglesia de San Francisco
La ficha municipal la conecta con la historia larga de Martos: menciona la conquista cristiana en 1228 y sitúa la fundación franciscana en 1443. Después, concreta una cronología constructiva principal en el siglo XVII. Esa secuencia ayuda a leer capas: primero, la reorganización del territorio; luego, la implantación conventual; por último, la consolidación arquitectónica barroca. El edificio conserva una portada con escudo, un detalle que revela patronazgo, jerarquía y lenguaje de prestigio.
Convento de las Trinitarias (RR. MM.)
La información municipal aporta un hilo cronológico preciso: la comunidad inicia la obra a partir de 1736, finaliza en 1741 e inaugura en 1743. Ese ritmo habla de una ciudad con recursos y con capacidad de sostener arquitectura religiosa en el XVIII. La visita gana interés cuando el lector entiende que el convento no solo crea un edificio: crea clausura, economía interna, encargos artísticos y una relación constante con el vecindario a través de devociones y donaciones.
La ficha municipal subraya su vínculo con la Semana Santa y da fechas que permiten una lectura técnica: menciona el inicio del proyecto en 1691 y una conclusión en 1767, con una inauguración posterior. En el plano patrimonial, la capilla funciona como “arquitectura de hermandad”: un espacio diseñado para custodiar imágenes, organizar cultos y activar la calle en días señalados. El valor cultural aquí vive en la continuidad: la capilla como escenario repetido de emoción pública.
3) Arquitectura civil e identidad urbana
Ayuntamiento (antigua Cárcel y Cabildo)
La ficha municipal lo presenta como antigua Cárcel y Cabildo y fija un dato de referencia: el año 1577. Ese origen sitúa el edificio en la lógica del poder local moderno: justicia, gobierno y control administrativo. El inmueble, además, se inserta en la Plaza de la Constitución, que funciona como teatro urbano. La visita se vuelve más rica cuando el lector repara en que el edificio no solo “está”: ordena la vida cívica, fija el centro y marca el tono institucional de la ciudad histórica.
Círculo “Nueva Amistad”
La información municipal concreta dos fechas: la fundación en 1880 y la construcción del edificio en 1912. Ese salto retrata el tránsito hacia la sociabilidad contemporánea: asociaciones, recreo, tertulia y vida cultural. El interés patrimonial radica en su función como “arquitectura social”: salones, actos, redes locales. En una ciudad con fuerte identidad comunitaria, estos espacios explican tanto como una torre medieval.
La ficha municipal la sitúa a comienzos del siglo XX y describe una mezcla de estilos (eclecticismo y modernismo). Ese mestizaje ofrece una pista clara: Martos no vive aislada. La ciudad dialoga con tendencias arquitectónicas de su tiempo y las adapta a escala local. En un catálogo patrimonial, esta casa actúa como contraste frente a la piedra defensiva y el barroco religioso.
Antiguo Hospital de San Juan de Dios.
La ficha municipal aporta un relato local sobre su origen y remarca su trayectoria de usos, incluido el educativo. El lector debe tratar como tradición aquello que la propia fuente presenta como “leyenda”. Aun así, el edificio interesa por un motivo sólido: resume la historia asistencial urbana y la capacidad de reuso patrimonial. Martos conserva aquí una arquitectura ligada al cuidado y a la beneficencia.
4) Fuentes, agua y espacio público
Pilar de Fuente Nueva
La ficha municipal fija un dato esencial: 1618. Una fuente fechada así no solo da agua. Marca modernidad urbana. Ordena un entorno de tránsito. Genera plaza. La lectura patrimonial debe detenerse en su papel como infraestructura visible, de esas que convierten la necesidad en forma. El pilar explica por qué ciertas calles y puntos de encuentro se consolidaron donde se consolidaron.
5) Monumentos contemporáneos y memoria colectiva
Monumento a los Hermanos Carvajales.
La ficha municipal recoge el lugar como punto de memoria y también incorpora la narración tradicional asociada. En el catálogo patrimonial, este monumento importa por su función: fija un episodio en el paisaje, ancla un relato y alimenta la identidad local. Aquí, la ciudad convierte historia y leyenda en un mismo gesto cívico.
Monumento a Maestro Álvarez Alonso.
La ficha municipal lo presenta como homenaje a un músico y compositor marteño. Este tipo de monumento cumple una función cultural evidente: saca la creación artística a la calle y la integra en el paseo cotidiano. Martos no recuerda solo piedras. También recuerda nombres y aportaciones culturales.
Monumento a los Aceituneros.
La ficha municipal lo dedica de forma explícita a la gente del olivar. El monumento conecta patrimonio y economía moral: reconoce trabajo, paisaje productivo y orgullo local. En una ciudad que vive el olivo como estructura social, esta pieza actúa como emblema contemporáneo del carácter colectivo.
Personajes y nombres propios: cultura, memoria e investigación
Cuando se habla de “personajes” en Martos conviene mirar más allá del poder militar y político. La ciudad proyecta cultura.
Francisco Delicado: del Martos renacentista a la literatura europea
Martos no solo deja piedra y muralla. También deja letra. Francisco Delicado nace en Martos, en torno a 1480, y desarrolla una trayectoria vinculada al mundo eclesiástico y editorial del Renacimiento.
Su nombre se asocia, sobre todo, a La lozana andaluza, una obra que la Biblioteca Nacional de España registra como creación suya y que hoy se conserva, se edita y se estudia como pieza singular de la prosa española temprana.
La ciudad fija ese legado en su mapa cultural. El Ayuntamiento bautiza con su nombre la Casa Municipal de Cultura, un gesto claro: convertir un autor en institución, y una biografía en memoria compartida.
Ese hilo importa. Une pasado y presente sin retórica. Sitúa a Martos en el circuito de la investigación literaria. También ofrece un símbolo: aquí se escribió historia, pero también se escribió vida.
Antonio Álvarez Alonso: un “suspiro” que suena a Martos
Martos también se reconoce en la música. Antonio Álvarez Alonso nace en la ciudad el 11 de marzo de 1867 y muere en Cartagena en 1903. La Biblioteca Nacional de España recoge esos datos y lo identifica como compositor, director, pianista y organista.
Su firma queda ligada a un título que atraviesa generaciones: Suspiros de España. El Centro de Documentación Musical de Andalucía recuerda su autoría y subraya su origen marteño.
La ciudad transforma ese nombre propio en patrimonio vivo. El teatro municipal lleva su nombre. El Ayuntamiento lo presenta como un equipamiento central de la vida cultural local.
Así funciona la memoria cuando acierta: no se limita a recordar. Da espacio. Da escenario. Y convierte una biografía en lugar de encuentro.
Manuel Caballero Venzalá: el cronista que convirtió Martos en archivo
Si Martos conserva su historia, lo hace también gracias a quien la ordena y la cuenta. Manuel Caballero Venzalá nace en Martos en 1925 y muere en Jaén en 1995. La Real Academia de la Historia lo presenta como investigador, escritor y canónigo.
Hay un dato que lo define ante la ciudad: el Ayuntamiento de Martos lo nombra cronista oficial en agosto de 1965.
Ese nombramiento no queda en una placa. Genera continuidad. Hoy, el consistorio impulsa un premio de investigación que lleva su nombre y que exige trabajos centrados en la historia, la literatura, la arqueología, el arte o la antropología del término municipal.
Aquí la cultura no se queda en agenda. Se convierte en método. Caballero Venzalá representa esa idea: investigar Martos para entenderlo, y escribirlo para no perderlo.
Los Hermanos Carvajales y Fernando IV: la leyenda que fijó un lugar
Algunas ciudades guardan batallas. Martos guarda, además, un relato que atraviesa siglos. La web municipal de turismo sitúa en 1312 la ejecución de los hermanos Carvajales en la Peña de Martos y recoge el “emplazamiento” al rey Fernando IV, al que la tradición atribuye una muerte ocurrida el 7 de septiembre de 1312, dentro del plazo de treinta días.
El Ayuntamiento no trata esa memoria como una nota al margen. La integra en su calendario vecinal. En las fiestas de la Cruz del Lloro, la programación incluye un acto ante el monumento dedicado a los Hermanos Carvajales.
La historia y la literatura también han trabajado ese episodio, y lo han convertido en tema recurrente en torno a Martos y Jaén.
El resultado es tangible: un nombre propio se vuelve lugar. Y un lugar se vuelve identidad.
Reyes, frontera y huella documental: Fernando III y Alfonso X en el recuerdo histórico
Martos también aparece cuando los reyes escriben con sello. La investigación histórica y la documentación medieval vinculan el territorio con la estrategia de frontera y con la presencia de la Orden de Calatrava en el Alto Guadalquivir.
En esa línea, varias fuentes señalan decisiones de Alfonso X en torno a Martos. Se cita un privilegio otorgado en Toledo el 22 de abril de 1254, relacionado con la división de términos entre Jaén y Martos y con confirmaciones de donaciones.
Estos nombres no funcionan aquí como simple lista. Funcionan como huella administrativa y territorial. Martos aparece porque importa. Importa por su posición. Importa por su función. Y, sobre todo, importa porque deja rastro en la documentación que hoy permite investigarla con rigor.
Riqueza agrícola: el olivar como paisaje, economía e identidad
El Ayuntamiento describe un paisaje de campiña donde el olivar manda y se extiende en llanuras y lomas suaves.
En esa misma página, el consistorio sostiene un relato identitario potente: Martos recibe el nombre de “Cuna del olivar” y se presenta como primer productor mundial de aceite de oliva, con una variedad propia, la marteña.
La web oficial de Turismo de Andalucía también refuerza el papel de Martos como gran referencia oleícola y lo presenta como municipio líder en producción.
Y el calendario local lo remacha con símbolos. El Ayuntamiento sitúa el 8 de diciembre como fecha de la Fiesta de la Aceituna, que marca el inicio oficial de la campaña de recolección. En Martos, el aceite no solo se produce. También estructura el año.
Riqueza industrial: automoción y recursos del subsuelo
Martos no vive solo del campo. El Ayuntamiento define su economía con dos ejes: el agrícola y el industrial. Señala la presencia de fábricas vinculadas a la automoción y sus auxiliares como motor de empleo y riqueza. Añade, además, la existencia de minas de diatomita y trípoli, con extracción para usos industriales.
La Junta de Andalucía, desde una publicación arqueológica, también conecta el Martos actual con el binomio “olivar + industria” y cita expresamente fábricas como Valeo Iluminación.
Evolución de la población: estabilidad reciente y peso comarcal
El Ayuntamiento ofrece una referencia clara: en 2019 registra 24.203 habitantes (según INE) y sitúa a Martos entre los municipios más poblados de la provincia.
El sistema estadístico andaluz (SIMA, IECA) publica otra cifra reciente: 24.423 habitantes en 2024.
Con estos datos, se aprecia una idea razonable: Martos mantiene una población estable en torno a los 24.000 habitantes en los últimos años, con oscilaciones moderadas.
El carácter de Martos: orgullo de peña, cultura de trabajo y tradición
El carácter colectivo no se mide con una sola estadística. Se intuye en sus rutinas, en sus fiestas y en su manera de contarse.
Martos muestra una identidad muy pegada al territorio. El Ayuntamiento insiste en la Peña como marca de ciudad. También une el orgullo local al olivar y al trabajo industrial.
Las celebraciones actúan como otro espejo. El consistorio destaca la Feria de San Bartolomé y subraya el peso de la Semana Santa, reconocida como Fiesta de Interés Turístico Nacional de Andalucía, además de la romería de la Virgen de la Victoria, con declaración de interés turístico regional. En una ciudad así, la gente conversa en clave de campaña de aceituna, turnos de fábrica, barrio, cofradía, peña y familia. Y esa mezcla, cuando funciona, crea comunidad.

Una ciudad con estratos
La imagen del diorama muestra casas, torre, templo y castillo. Pero el corte del terreno dice más. Martos no se apoya en una sola época. Se apoya en muchas. La Peña explica el lugar. Tucci explica la antigüedad. Tús explica la frontera. Calatrava explica la fortificación. El olivar explica la economía y el paisaje. La industria explica la modernidad.
Por eso Martos impacta cuando se mira desde lejos. Y por eso convence cuando se recorre a pie, calle arriba, con la Peña vigilando el horizonte.
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