La Ermita de San Miguel, ubicada en la plaza del Llanete en Martos, Jaén, es un testimonio silencioso de la rica historia y devoción religiosa de la ciudad. Aunque su fecha exacta de construcción permanece en el misterio, diversos indicios sugieren que fue erigida en el siglo XIV, posiblemente como una de las primeras edificaciones tras la conquista cristiana de Martos por el rey Fernando III .
Un enclave histórico en el corazón de Martos
La Ermita de San Miguel se alza en el pintoresco enclave de la plaza del Llanete, un espacio que históricamente ha servido de punto de encuentro para los marteños. No es casualidad que este lugar haya acogido la pequeña ermita: su ubicación estratégica, en pleno corazón del casco antiguo, la convierte en testigo privilegiado de la evolución urbana y social de Martos a lo largo de los siglos.
La plaza del Llanete ha sido tradicionalmente un espacio de vida comunitaria, de celebraciones religiosas y actos populares, lo que refuerza el papel central de la ermita en la vida cotidiana de la ciudad. Desde su construcción, en algún momento del tránsito entre los siglos XIV y XV, la Ermita de San Miguel no solo ha cumplido funciones litúrgicas, sino que también ha servido como símbolo protector de la comunidad. El Arcángel San Miguel, titular del templo, es considerado el defensor celestial por excelencia, lo que explica la fuerte vinculación emocional que los habitantes de Martos han mantenido con este pequeño santuario.
Repoblación cristiana en Martos
Históricamente, no puede entenderse la existencia de esta ermita sin relacionarla con los procesos de repoblación cristiana tras la conquista de Martos por Fernando III. En aquellos años, se fundaron múltiples espacios de culto que marcaron los nuevos órdenes sociales y religiosos. La Ermita de San Miguel, por su parte, habría sido impulsada probablemente por alguna de las órdenes militares que protegían la ciudad, muy posiblemente la Orden de Calatrava, que tuvo una presencia importante en Martos.
A lo largo del tiempo, este rincón ha visto pasar generaciones de marteños, desde comerciantes medievales hasta peregrinos del Camino Mozárabe de Santiago, quienes encontraban aquí un lugar de oración y descanso. Hoy, su sencillez y su arraigo en la memoria colectiva convierten al Llanete y a la Ermita de San Miguel en un fragmento vivo de la historia de Martos, cargado de simbolismo y de afecto popular.
Arquitectura y elementos distintivos de la ermita de San Miguel
La Ermita de San Miguel presenta una arquitectura humilde pero profundamente evocadora, típica de las pequeñas edificaciones religiosas que surgieron en los siglos posteriores a la Reconquista. De planta rectangular, su estructura responde a los cánones de sencillez propios de la arquitectura popular andaluza, alejada de la grandiosidad de otros templos mayores de la ciudad. Esta sobriedad estética no resta, sin embargo, un ápice de valor histórico ni espiritual a su presencia.
Exterior de la ermita de la ermita de San Miguel
El exterior de la ermita está encalado en blanco, un color que no solo refleja la luz del intenso sol marteño, sino que también simboliza la pureza espiritual. El acceso principal se realiza a través de una sencilla portada adintelada enmarcada por piedra local, coronada por una espadaña de una sola abertura donde reposa la campana que, en otros tiempos, llamaba a los fieles a la oración.
Interior de la ermita de San Miguel
El interior, aunque de dimensiones reducidas, conserva una atmósfera de recogimiento muy especial. En el altar mayor se venera la imagen del Arcángel San Miguel, representado tradicionalmente con armadura y espada, en actitud de victoria sobre el mal. Esta iconografía resalta su papel de protector celestial, profundamente arraigado en la tradición marteña.
Ornamentación
Adornando los muros interiores, encontramos restos de pintura mural y escudos heráldicos que aluden a las órdenes militares, en particular a la Orden de Calatrava, que tuvo una notable influencia en la vida política y religiosa de Martos durante la Edad Media. Estos elementos no solo embellecen el espacio, sino que narran silenciosamente la historia de poder, fe y resistencia que marcó la identidad local.
A pesar de su tamaño, la ermita refleja en cada uno de sus detalles el espíritu de una época y la voluntad de una comunidad por preservar su fe en tiempos convulsos. Su arquitectura sencilla y su simbología profunda convierten a la Ermita de San Miguel en un testimonio palpable de la religiosidad popular y del alma de Martos.
Significado religioso y cultural de la ermita de San Miguel
La Ermita de San Miguel posee un profundo significado que va más allá de su mera función como espacio de culto. Para los marteños, este pequeño templo ha sido, durante siglos, un símbolo de protección, de fe y de identidad colectiva. Desde su consagración, la figura del Arcángel San Miguel, considerado el gran defensor contra el mal, ha encarnado la esperanza y la fortaleza de una comunidad que, como toda ciudad fronteriza durante la Edad Media, vivía entre la incertidumbre y la devoción.
Festividad de San Miguel Arcángel
Tradicionalmente, cada 29 de septiembre, coincidiendo con la festividad de San Miguel Arcángel, se celebraban actos religiosos y festivos que movilizaban a toda la población. Estos incluían una solemne misa, una procesión en la que la imagen de San Miguel recorría las calles del barrio, y diversas actividades populares que reforzaban los lazos de fraternidad entre vecinos. El triduo previo, los cantos, las ofrendas florales y la verbena popular convertían esta celebración en uno de los momentos más esperados del año.
Aunque el paso del tiempo y los cambios sociales han hecho que muchas de estas tradiciones pierdan fuerza, la ermita sigue siendo un lugar profundamente respetado. Aún hoy, numerosos marteños se detienen ante sus muros para dedicar una oración o encender una vela, perpetuando así una herencia espiritual que se transmite silenciosamente de generación en generación.
Arraigo cultural
El arraigo cultural de la ermita también se refleja en su presencia en el imaginario popular. San Miguel no es solo un patrono religioso; es, para muchos habitantes, el símbolo de la defensa de la ciudad, el guardián invisible de Martos. Esta identificación emocional convierte a la Ermita de San Miguel en un pequeño gran santuario del alma marteña, donde confluyen historia, fe y sentimiento colectivo.
Restauraciones y conservación
La longevidad de la Ermita de San Miguel no puede entenderse sin el esfuerzo continuo de conservación que, a lo largo de los siglos, ha permitido que esta joya patrimonial siga en pie en pleno corazón de Martos. Como cualquier edificio de origen medieval, la ermita ha requerido intervenciones periódicas para subsanar los daños provocados tanto por el paso del tiempo como por factores ambientales.
Se tienen registros de diversas actuaciones de restauración, especialmente a partir del siglo XIX, cuando los cambios urbanísticos y el deterioro natural hicieron necesarias varias reparaciones estructurales. La comunidad marteña, consciente del valor simbólico y espiritual de la ermita, se ha implicado históricamente en estas tareas de conservación, ya fuera mediante colectas populares, aportaciones de cofradías locales o la implicación de la propia parroquia.
Principales intervenciones en la ermita de San Miguel
Entre las principales intervenciones destacan la renovación de la espadaña y la consolidación de los muros laterales, que amenazaban con ceder debido a las humedades. Asimismo, en décadas recientes, se han llevado a cabo trabajos de limpieza de los muros encalados, restauración de la portada de piedra y adecuación del interior para su uso ocasional en actos religiosos. También se ha prestado atención especial a la protección y restauración de los escudos heráldicos y elementos decorativos, tratando de conservar su autenticidad y evitar su desaparición bajo capas de encalado o el desgaste del tiempo.
La sensibilidad hacia el patrimonio local ha crecido notablemente en los últimos años, impulsada por colectivos ciudadanos, asociaciones culturales y entidades religiosas que trabajan por mantener viva la memoria histórica de Martos. Gracias a estos esfuerzos, la Ermita de San Miguel no solo se conserva como vestigio arquitectónico, sino como un espacio activo en la identidad y la vida cultural de la ciudad.
Preservación de la iglesia
Preservarla implica no solo mantener su estructura física, sino también proteger el legado intangible de fe, tradición y memoria que alberga entre sus paredes. La ermita, restaurada pero fiel a su espíritu original, sigue así su silencioso diálogo con el pasado, invitando a las nuevas generaciones a conocer y valorar su historia.
Galería de fotografías
La Ermita de San Miguel es más que un simple edificio religioso; es un símbolo de la identidad y la memoria colectiva de Martos. Su presencia en la plaza del Llanete invita a la reflexión sobre el pasado y el presente de una comunidad que ha sabido preservar su patrimonio con orgullo y dedicación.












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