Las primeras semanas con mi nueva cámara fueron una auténtica aventura. Aún cuando no tenía la posibilidad de salir a la calle, encontré en mi propio hogar un pequeño universo lleno de posibilidades: fotografías con un reloj de bolsillo como protagonista. Pasaba horas experimentando, descubriendo poco a poco las capacidades de mi herramienta recién adquirida. Convertí los objetos cotidianos en protagonistas de mis escenas, dándoles un nuevo significado a través del lente.
Hoy quiero compartir con vosotros una de esas sesiones experimentales que, aunque sencilla en su concepción, me abrió los ojos a un sinfín de posibilidades creativas. Aquel día, mi mirada se posó sobre una colección de relojes de bolsillo que había reunido con paciencia a lo largo de los años. Esos pequeños guardianes del tiempo, con sus engranajes detenidos en distintos instantes, me parecieron perfectos para contar una historia visual. Los acompañé de algunos adornos que reposaban en mis estanterías.
Al revisar las imágenes, no puedo evitar notar mi inexperiencia. Pero, al mismo tiempo, descubro en cada captura el entusiasmo de alguien que se sumerge en un arte nuevo, que prueba, falla y vuelve a intentarlo con la misma emoción del primer disparo.
Porque, al final, la fotografía es eso: un viaje de aprendizaje constante, de ensayo y error, de descubrimientos inesperados que se esconden detrás de cada encuadre. ¿No os parece fascinante?.






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