El silencio de Santo Domingo 31
El silencio de Santo Domingo 31

Caminar por la calle Santo Domingo es recorrer la arteria vital del siglo XVIII en El Puerto de Santa María. Sin embargo, en el número 31, el paseante encuentra hoy persianas bajadas y una fachada que clama por una restauración. Este edificio, conocido por muchos portuenses simplemente como la «antigua sede de Bienestar Social», esconde un linaje mucho más profundo. Es la Casa del Marqués de Atalaya Bermeja, un testigo de piedra ostionera que narra el auge, la transformación y el estancamiento de nuestro patrimonio. Descubre el pasado que se esconde tras el silencio de Santo Domigo 31.

1755: la ambición de los Carvajal

La historia de este inmueble comienza con una visión de grandeza. En 1755, don José López de Carvajal, quien más tarde ostentaría el título de Marqués de Atalaya Bermeja, decidió asentar su poderío en esta ubicación estratégica. No se limitó a ocupar una vivienda existente. Carvajal ejecutó una operación inmobiliaria clave: adquirió primero la finca de los herederos de Vicente Villete y Felipe de Agesta.

Poco después, compró la casa colindante que hacía esquina con la calle Pagador. Su objetivo era claro. Necesitaba unificar ambos solares para erigir una residencia acorde a su estatus de Cargador a Indias. El resultado fue una casa-palacio que fusionó los espacios y dotó a la calle de una nueva monumentalidad, siguiendo los cánones del barroco civil gaditano.

Arquitectura de poder y negocio

El edificio no solo servía como hogar; funcionaba como una máquina comercial. Como toda Casa de Cargadores, su diseño respondía a necesidades logísticas y representativas. La planta baja y los entresuelos bullían con la actividad de los almacenes y las oficinas mercantiles. La planta noble, con sus techos altos y salones amplios, acogía la vida doméstica y social de la familia Carvajal.

Su fachada sobria y su patio principal articulan el espacio. Estos elementos resisten hoy el paso del tiempo, recordando una época donde El Puerto miraba directamente a América. La estructura del inmueble refleja perfectamente esa dualidad entre el negocio ultramarino y la vida aristocrática local.

De la nobleza a la burocracia municipal

Con el declive del comercio indiano y el paso de los siglos, el palacio cambió de manos y de función. En la historia reciente, el Ayuntamiento de El Puerto asumió la titularidad del edificio. Durante décadas, sus muros históricos albergaron la Concejalía de Bienestar Social.

Donde antes negociaban los cargadores, los ciudadanos gestionaban ayudas y servicios. El edificio mantuvo su utilidad pública y un flujo constante de personas. Esta actividad garantizó, al menos, un mantenimiento básico y la permanencia del inmueble en la memoria colectiva de la ciudad. Sin embargo, el traslado de las oficinas a la calle Nevería, hacia el año 2004, marcó el inicio de una etapa gris.

El presente: un futuro pendiente

Hoy, el número 31 de la calle Santo Domingo permanece en silencio. El cierre de las dependencias municipales dejó al palacio sin uso, sumiéndolo en un deterioro progresivo que preocupa a conservadores y vecinos. La falta de actividad es el mayor enemigo del patrimonio.

No obstante, existen planes para su resurrección. Proyectos recientes apuntan a su conversión en una residencia de estudiantes, aprovechando su cercanía con centros educativos. Esta iniciativa privada podría devolver el latido a la Casa del Marqués de Atalaya Bermeja. Recuperar este activo no es solo una cuestión urbanística; es un deber moral con nuestra historia. El Puerto de Santa María no puede permitirse perder otro fragmento de su memoria.

el silencio de Santo Domingo 31, casa palacio en El Puerto de Santa María
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casa del marqués de Atalaya Bermeja
casa del marqués de Atalaya Bermeja

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