En el corazón histórico de El Puerto de Santa María se encuentra una de las joyas menos conocidas y más valiosas del patrimonio sacro local: la capilla del Convento de la Purísima Concepción. Este espacio, cargado de historia, espiritualidad y belleza, invita al visitante a detenerse, respirar y conectar con siglos de fe y arte religioso.
Los orígenes del convento: devoción y nobleza en el convento de la Purísima Concepción
Doña Juana de la Cerda, dama de la poderosa casa de Medinaceli, fundó en 1517 este convento de religiosas clarisas franciscanas. Eligió una ubicación estratégica, cercana al Castillo de San Marcos, en una zona que entonces marcaba el límite entre el casco urbano y el entorno natural que se abría hacia la bahía. Las monjas establecieron una comunidad de vida contemplativa bajo la Regla de Santa Clara, dedicando su día a la oración, el trabajo manual y la vida en común.
Desde sus inicios, el convento ejerció un papel relevante en la vida religiosa de El Puerto. Aunque las monjas vivían en clausura, sus lazos con la ciudad se mantuvieron firmes, especialmente a través de su repostería tradicional. Hoy, los dulces conventuales —roscos de vino, tortas de almendra, empanadillas de cabello de ángel— siguen atrayendo a fieles y visitantes.
La capilla: recogimiento y arte en estado puro
La capilla del convento, pequeña y recogida, encierra un universo artístico y espiritual de gran riqueza. Los constructores levantaron este espacio litúrgico con un estilo que combina elementos del gótico tardío y del primer Renacimiento, siguiendo las corrientes artísticas de principios del siglo XVI.
El retablo mayor, que domina el presbiterio, irradia esplendor barroco. Los artesanos que lo crearon en el siglo XVIII lo cubrieron de pan de oro y esculpieron detalles que todavía sorprenden por su vitalidad. Una imagen de la Inmaculada Concepción preside la hornacina central. Esta talla mariana, de rostro sereno y manos recogidas, recuerda la estética de la escuela granadina de Alonso Cano.
En los laterales del retablo, los escultores colocaron imágenes de santos franciscanos que refuerzan el mensaje espiritual de la orden. Las paredes albergan lienzos con escenas religiosas de los siglos XVII y XVIII, entre los que destaca un San Francisco recibiendo los estigmas, con gran expresividad y profundidad espiritual.
El techo artesonado, con su estructura de madera en estilo mudéjar, sorprende a quien alza la vista. Los carpinteros que lo tallaron lograron un equilibrio perfecto entre sencillez constructiva y complejidad geométrica. Cada viga y cada ensamblaje habla de un conocimiento ancestral que fusiona tradiciones cristianas e islámicas.
Historia viva entre los muros de la capilla del convento de la Purísima Concepción
La historia del convento no ha estado exenta de dificultades. Durante la ocupación napoleónica, las religiosas tuvieron que abandonar temporalmente el recinto, y los soldados saquearon varias estancias. A mediados del siglo XIX, las leyes de desamortización amenazaron seriamente su existencia, aunque la comunidad logró mantenerse con la ayuda de los vecinos y sus propias labores, como la repostería.
En el siglo XX, distintas reformas permitieron conservar el edificio. Una restauración importante en la década de 1990 devolvió el esplendor original a la capilla. Aunque hoy la comunidad ha disminuido en número, las religiosas continúan su vida de oración y siguen produciendo sus afamados dulces, que venden en un pequeño torno que mantiene el contacto indirecto con el exterior.
Un lugar para el alma en El Puerto de Santa María
Cuando visitas la Capilla del Convento de la Purísima Concepción, no solo te adentras en una iglesia antigua; también entras en un espacio donde aún late una espiritualidad auténtica. La penumbra dorada del retablo, el silencio que envuelve el lugar y la calidez de la madera crean una atmósfera única.
Si tienes la oportunidad de visitarla —en ocasiones especiales o concertando una cita previa—, no lo dudes. Y si la encuentras cerrada, al menos detente frente a su sencilla fachada en la calle Concepción y contempla la puerta que ha acogido cinco siglos de historia viva. Esta capilla no busca la grandilocuencia, sino la intimidad, la memoria y la conexión con lo eterno.












Visitas: 107