En el corazón industrial de Jerez de la Frontera, la antigua fábrica de botellas, conocida como «La Jerezana», se erige como un testimonio del auge y transformación de la ciudad desde finales del siglo XIX hasta nuestros días. Uno de los elementos más emblemáticos de este complejo industrial es su depósito de agua, una estructura que no solo abastecía las necesidades de la fábrica, sino que también simboliza la evolución de la infraestructura y la arquitectura industrial en la región.
Orígenes y contexto industrial del depósito de agua
La fábrica de botellas «La Jerezana» fue fundada en 1895 por el empresario francés André Bocuze. La elección de Jerez no fue casual; la ciudad experimentaba un crecimiento significativo en su industria vinícola, lo que generaba una demanda creciente de botellas de vidrio. La ubicación estratégica de la fábrica, cerca de la línea de ferrocarril Sevilla-Cádiz, facilitaba tanto la entrada de materias primas como la distribución eficiente de los productos terminados.
El proyecto inicial contemplaba la construcción de hornos, chimeneas de 30 a 35 metros de altura, fraguas, almacenes y talleres de herrería. Entre estas infraestructuras, el depósito de agua desempeñaba un papel crucial, asegurando el suministro constante necesario para los procesos de producción y para el bienestar de los trabajadores.
El depósito de agua: función y diseño
El depósito de agua de la antigua fábrica de botellas de Jerez no era una simple infraestructura auxiliar: constituía un elemento esencial en el engranaje técnico de la producción vidriera y, con el paso de las décadas, un icono silencioso del paisaje fabril jerezano.
Funcionalmente, el depósito cumplía varias misiones críticas. En primer lugar, garantizaba el abastecimiento constante de agua para los procesos de enfriamiento del vidrio fundido, así como para la limpieza de moldes, maquinaria y espacios de trabajo. Además, en una época donde el suministro municipal aún era limitado y poco fiable, disponer de un depósito propio aseguraba la continuidad operativa de la factoría incluso durante interrupciones externas. Igualmente, el depósito ofrecía una reserva fundamental para casos de incendio, una preocupación real en instalaciones donde convivían hornos, maquinaria de vapor y materiales combustibles.
Desde el punto de vista arquitectónico e ingenieril
Desde el punto de vista arquitectónico e ingenieril, el depósito respondía a las necesidades de solidez, durabilidad y eficiencia propias de una infraestructura industrial del cambio de siglo. Aunque la documentación técnica específica del depósito original es escasa, por analogía con otras estructuras de la época en Andalucía y otras partes de España, es probable que estuviera construido con una estructura de hierro fundido o acero remachado, o en su defecto, con hormigón armado sobre una base elevada o torre metálica. Esta elevación no era meramente estética: permitía aprovechar la gravedad para distribuir el agua por todo el complejo industrial sin necesidad de bombeo eléctrico adicional.
Componente simbólico y estético
Su presencia en el recinto fabril también tenía un componente simbólico y estético. Elevado sobre el horizonte de la fábrica, visible desde buena parte del entorno industrial del norte de la ciudad, el depósito se convirtió durante décadas en un referente visual. Como ocurrió con las chimeneas fabriles, que pasaron de ser simples emisoras de humo a auténticos hitos urbanos, el depósito adquirió un carácter patrimonial que ha perdurado en la memoria colectiva de varias generaciones de jerezanos. Muchos lo recuerdan como un elemento constante en su infancia, un símbolo del dinamismo laboral y productivo de la zona.
Durante el siglo XX, con la progresiva modernización tecnológica, la función hidráulica del depósito fue reduciéndose. La mejora de las redes públicas de suministro y la incorporación de sistemas internos de presión constante hicieron que su papel como regulador hídrico pasara a segundo plano. Sin embargo, su estructura se mantuvo en pie, ya no tanto por su funcionalidad directa, sino como parte inseparable del conjunto fabril.
Cierre de la fábrica
Con el declive y cierre definitivo de la fábrica en 2009, el depósito quedó expuesto al abandono, el deterioro y el olvido. No obstante, a diferencia de otras infraestructuras menores, ha logrado mantenerse en pie, resistiendo el paso del tiempo. Su silueta, aún hoy, se alza como un vestigio inconfundible de una era industrial que transformó Jerez.
Desde el punto de vista patrimonial
Desde el punto de vista patrimonial, varios colectivos ciudadanos y expertos en arquitectura industrial han señalado la importancia de conservar este tipo de elementos, no solo como testimonios materiales, sino como vehículos de memoria y de identidad local. En varias ocasiones se ha propuesto su integración dentro de futuros desarrollos urbanísticos del entorno de la antigua fábrica, preservando su estructura y dotándola de nuevos usos simbólicos o incluso funcionales: miradores, puntos de información, elementos escenográficos o de arte público.
El depósito de agua de la fábrica de botellas de Jerez de la Frontera representa mucho más que una solución técnica para una necesidad productiva. Es una cápsula de historia suspendida en el tiempo, un objeto arquitectónico que condensa el pulso de una ciudad que fue, durante décadas, referencia de la industria del vidrio en el sur de España. Su conservación no solo es deseable, sino necesaria para comprender la evolución urbana, económica y social de Jerez desde la modernidad hasta nuestros días.
Evolución y modernización
A lo largo del siglo XX, la fábrica experimentó diversas transformaciones. En 1918, bajo la dirección de León Loupot y Eugenio Laboisse, y a pesar de las dificultades impuestas por la Primera Guerra Mundial, la compañía contaba con una plantilla de 350 trabajadores . Durante este período, se introdujeron modernas máquinas «Boucher», sustituyendo el sistema tradicional de soplado con caña, lo que implicó adaptaciones en las infraestructuras existentes, incluido el sistema de abastecimiento de agua.
El depósito de agua, en este contexto, debió ser objeto de mejoras para satisfacer las nuevas demandas de producción. Su capacidad y eficiencia se ajustaron para garantizar un suministro adecuado en las nuevas condiciones operativas.
Declive y cierre de la fábrica
A pesar de su importancia histórica y económica, la fábrica de botellas cerró sus puertas el 26 de noviembre de 2009, marcando el fin de una era para la industria jerezana . El depósito de agua, junto con otras estructuras del complejo, quedó en desuso, enfrentando el deterioro propio del abandono.
Patrimonio y futuro
En los años posteriores al cierre, diversas iniciativas han buscado preservar y revitalizar el legado de la fábrica. El depósito de agua, por su valor histórico y arquitectónico, ha sido objeto de interés en proyectos de rehabilitación y desarrollo urbano. Propuestas como la presentada por la Universidad de Sevilla en 2019 contemplan la integración de estas estructuras en nuevos espacios residenciales y culturales, respetando su identidad y significado.
Además, la empresa Verallia España, heredera de la histórica compañía Saint-Gobain Vicasa, cedió en 2016 un legado patrimonial consistente en documentación histórica, planos industriales y una colección de botellas y moldes al Instituto IVAGRO del Campus Universitario de Jerez, contribuyendo a la conservación y estudio de este importante capítulo de la historia industrial de la ciudad.
Visitas: 30