cruz del monolito de la calle Tetuán
cruz del monolito de la calle Tetuán

En una calle que lleva el nombre evocador de Tetuán, se erige un monolito que ha resistido el paso del tiempo y las inclemencias de la historia. Este monumento, coronado por una cruz, no es solo un testigo mudo del devenir de los siglos, sino también un símbolo de la identidad y la memoria colectiva de los lebrijanos.

La historia del monolito se remonta a tiempos inmemoriales. Según los relatos transmitidos de generación en generación, fue erigido en el siglo XIX, aunque algunos historiadores locales sugieren que podría tener raíces aún más antiguas. Se cuenta que en este lugar, hace más de doscientos años, se levantaba una pequeña ermita dedicada a San Benito, patrono de los agricultores y campesinos de la región. Con el paso del tiempo y la evolución urbanística de Lebrija, la ermita fue desapareciendo, pero los devotos quisieron mantener viva su memoria, erigiendo este monolito como un homenaje perenne.

La cruz que corona el monolito es de hierro forjado, trabajada con una maestría que revela el talento de los artesanos locales de la época. A lo largo de los años, ha sido objeto de cuidados y restauraciones, asegurando que su presencia imponente siga dominando la Calle Tetuán. Cada arista y cada curva de la cruz cuentan una historia de fe, de devoción y de un profundo sentido de comunidad.

Los habitantes de Lebrija sienten un cariño especial por este rincón. Para muchos, el monolito no solo representa un lugar de memoria religiosa, sino también un punto de encuentro y de reflexión. Durante las festividades locales, es común ver a los lebrijanos decorando el monumento con flores y velas, creando una atmósfera de celebración y respeto. Las historias de amor, de amistad y de promesas hechas bajo la sombra del monolito forman parte del tejido social de la comunidad.

En la actualidad, la Calle Tetuán y su monolito coronado por la cruz siguen siendo un símbolo inmutable de la historia de Lebrija. Representan la resistencia del pueblo ante el paso del tiempo y los cambios, así como su capacidad para mantener viva su esencia y sus tradiciones. Es un rincón donde pasado y presente se entrelazan, ofreciendo a los visitantes y a los locales un lugar donde recordar, celebrar y soñar.

El monolito de la Calle Tetuán, por tanto, no es solo una estructura de piedra y hierro. Es un guardián de recuerdos, un testimonio de la devoción y un emblema de la comunidad lebrijana que, a lo largo de los años, ha sabido conservar y valorar su patrimonio.

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