paisajes urbanos de Lebrija
paisajes urbanos de Lebrija

Con un golpe de suerte, el tren en el que debía continuar mi travesía por Andalucía ha sufrido un retraso, brindándome la oportunidad de detenerme en Lebrija, una pequeña pero encantadora población de la provincia de Sevilla. Decidido a no pasar las próximas horas aburrido en el andén de la estación, viendo pasar trenes de mercancías y viajeros, opté por explorar esta localidad, con la esperanza de descubrir sus encantos ocultos.

Desde el momento en que puse pie en las calles de Lebrija, fui recibido por una atmósfera acogedora, un aire de serenidad que invitaba a ser explorado. Sin un rumbo fijo, comencé mi recorrido dejándome llevar por el impulso de la aventura. Las callejuelas empedradas, estrechas y sinuosas, me llevaron a través de un laberinto pintoresco lleno de detalles que revelaban un pasado rico y fascinante.

Mi paseo me condujo primero a la Iglesia de Santa María de la Oliva, una majestuosa estructura gótica que data del siglo XIII. Sus imponentes muros y su alta torre se erigen como testigos silenciosos de los siglos de historia que han pasado por Lebrija. Al entrar, me encontré con un interior impresionante, adornado con retablos barrocos y una magnífica colección de arte sacro. La paz y la tranquilidad del lugar me invitaron a quedarme unos minutos en silencio, absorbiendo la belleza y la historia que me rodeaban.

Continuando mi camino, llegué a la Plaza de España, el corazón de Lebrija. Esta plaza, con su fuente central y sus bancos sombreados por naranjos, es un punto de encuentro para los habitantes locales. Observé a los ancianos sentados conversando, niños jugando y familias disfrutando de la tarde. La vida cotidiana en Lebrija se desarrollaba ante mis ojos con una simplicidad y una belleza que rara vez se encuentran en las ciudades más grandes y concurridas.

Mi curiosidad me llevó luego al Museo Arqueológico de Lebrija. Este pequeño pero fascinante museo alberga una colección de artefactos que datan desde la época romana hasta la Edad Media. Entre las piezas expuestas, los mosaicos romanos y las cerámicas medievales destacaban como tesoros de un pasado lejano. Aprendí que Lebrija, conocida en tiempos romanos como Nebrissa Veneria, fue un importante asentamiento que dejó un legado histórico significativo en la región.

Mientras seguía caminando, noté que las calles comenzaban a ascender ligeramente. Decidí seguir esta subida natural, que me llevó a una explanada donde, en otro tiempo, se erigía un castillo. Hoy en día, solo quedan los restos erosionados de los muros de la fortaleza, pero en su lugar se encuentra la Ermita de San Benito. Esta pequeña ermita, con su fachada encalada y su campanario simple, tiene un encanto sereno y austero.

Desde esta altura, la vista de Lebrija era impresionante. Podía ver las extensiones de tierras agrícolas que rodean la ciudad, los campos verdes y dorados que se extienden hasta el horizonte. A lo lejos, divisé un tren de viajeros avanzando hacia la estación de ferrocarril, un recordatorio de que mi tiempo en Lebrija pronto llegaría a su fin.

paisajes de Lebrija

Antes de descender, me permití unos minutos para disfrutar de la vista panorámica y reflexionar sobre mi breve pero enriquecedora visita. Lebrija, con su rica historia, su arquitectura impresionante y su atmósfera acogedora, había dejado una huella en mi corazón. Aunque mi parada aquí fue accidental, sentí que había descubierto un tesoro oculto de Andalucía.

Con un suspiro de satisfacción, comencé mi descenso de regreso a la estación. Caminando de vuelta por las calles que ya empezaban a resultarme familiares, me prometí a mí mismo que esta no sería mi última visita a Lebrija. Había mucho más por descubrir, y sentí un deseo profundo de volver y explorar más a fondo sus rincones y conocer mejor a su gente.

Llegué a la estación justo a tiempo para ver llegar mi tren. Mientras me acomodaba en mi asiento, me llevé conmigo no solo recuerdos visuales, sino también una sensación de conexión con este pequeño rincón de Sevilla. Lebrija, con su mezcla de historia, cultura y encanto, había transformado lo que podría haber sido una espera tediosa en una experiencia inolvidable.

Al partir, miré por la ventana una última vez, viendo cómo Lebrija se desvanecía en la distancia. Sabía que algún día volvería, listo para perderme una vez más en sus calles y redescubrir su magia.

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