torre del centro cultural
torre del centro cultural

La Torre del Centro Cultural La Almona, situada en el corazón de Dos Hermanas constituye un símbolo del patrimonio histórico y cultural de la ciudad. Este edificio, que en su origen fue una hacienda agrícola, ha experimentado diversas transformaciones a lo largo de los siglos, reflejando la evolución social y urbana del municipio.

Orígenes agrícolas y estructura original

El origen de la torre del actual Centro Cultural La Almona se remonta a los siglos XVII y XVIII, cuando el terreno que hoy ocupa formaba parte de una hacienda agrícola típica de la campiña sevillana. En aquel entonces, Dos Hermanas era una población eminentemente rural, con una economía centrada en el cultivo del olivar, el cereal y la vid. Estas explotaciones no solo producían alimentos, sino que también estructuraban el territorio y marcaban el ritmo de la vida local.

Hacienda la Almona

La hacienda de La Almona, cuyo nombre evoca los antiguos lugares dedicados al prensado de aceitunas —la palabra «almona» proviene del árabe al-munya, que significa “huerto” o “lugar de cultivo”—, destacaba por su tamaño y funcionalidad. Estaba compuesta por varias dependencias: casa del señorío, patios interiores, cuadras, almacenes, lagares y un molino de aceite. Dentro de este complejo se erguía la torre, que cumplía múltiples funciones.

Propósito de la torre del centro cultural

En su concepción inicial, la torre combinaba lo utilitario con lo simbólico. Por un lado, ofrecía un punto elevado para la vigilancia del entorno agrícola, una medida de protección frente a incursiones o robos. Desde su altura, los capataces podían observar los campos circundantes y supervisar las labores de recogida o transporte. Por otro, funcionaba como una estructura de representación del poder económico de los propietarios de la hacienda. Era común que estas torres se decoraran con elementos de azulejería y remates arquitectónicos que indicaban el estatus social del dueño.

La construcción de la torre se enmarcó en el estilo barroco andaluz, caracterizado por formas sólidas, proporciones armoniosas y el uso de materiales locales como el ladrillo, la cal y la teja árabe. Aunque modesta en tamaño en comparación con torres señoriales urbanas, la de La Almona destacaba en su entorno por su verticalidad y presencia. La fábrica original conserva aún hoy elementos de este primer periodo, como los remates cerámicos y parte de la cornisa decorativa.

Ubicación original

La hacienda en su conjunto estaba organizada en torno a un gran patio central, pavimentado con cantos rodados y delimitado por galerías y alpendres. Este espacio articulaba el movimiento diario: el paso de las bestias, el acarreo de aceituna, el almacenamiento de los productos y el acceso al molino. En los meses de campaña oleícola, la actividad era intensa y ruidosa. La torre, entonces, no solo servía para vigilar, sino también como lugar de observación meteorológica rudimentaria, anticipando lluvias o heladas que podían arruinar la cosecha.

Modernización del entorno

Durante el siglo XIX, con la paulatina modernización del campo andaluz y la llegada de nuevas técnicas agrícolas, muchas haciendas comenzaron a declinar o a transformarse. Algunas se abandonaron, otras se reconvirtieron. En el caso de La Almona, su cercanía al núcleo urbano de Dos Hermanas facilitó su adaptación a otros usos, aunque su carácter original de finca agrícola perduró hasta bien entrado el siglo XX. La torre se mantuvo en pie, como testigo silencioso de esa transición del campo a la ciudad.

Este patrimonio rural, antaño disperso en la periferia, ha sido absorbido progresivamente por el crecimiento urbano. Sin embargo, en el caso de La Almona, el respeto por la edificación original y su valor histórico permitieron su conservación. La torre, por tanto, no es una mera pieza arquitectónica: es una cápsula del tiempo que narra los orígenes agrícolas de Dos Hermanas, cuando la vida giraba en torno al olivo, el molino y el ciclo de las estaciones.

Transformaciones durante el siglo XX

Durante el siglo XX, la hacienda de La Almona y su torre experimentaron un proceso de transformación que refleja las profundas mutaciones sociales, políticas y urbanas vividas en Dos Hermanas. La antigua finca agrícola fue dejando atrás su función productiva para adaptarse a los nuevos tiempos. Este proceso no fue inmediato, sino gradual, marcado por diversos usos que fueron modificando el sentido original del espacio sin borrar del todo su pasado.

Primer cambio relevante

Uno de los primeros cambios relevantes ocurrió en la década de 1920. En 1921, el inmueble pasó a manos del Estado para acoger al Regimiento de Caballería de Alfonso XII. Esta instalación militar ocupó el edificio durante varios años. El nuevo uso supuso reformas en la distribución interna de la hacienda, incluyendo adecuaciones de las estancias y los patios para alojar a los soldados y sus caballos. La torre, que había sido una atalaya rural, pasó a tener un valor más estratégico y simbólico como punto de observación dentro del recinto militar.

Sin embargo, esta función no perduró. Con el traslado del regimiento a la zona de Pineda, en Sevilla, La Almona quedó vacía, lo que abrió una nueva etapa. A lo largo de los años 30 y 40, el edificio conoció otros usos administrativos y civiles. Durante la Segunda República Española (1931–1939), se instaló en la fachada principal un azulejo con el escudo republicano, una muestra del nuevo orden político que llegaba incluso a los espacios rurales. Este pequeño pero significativo detalle ha sobrevivido hasta nuestros días, convirtiéndose en un testimonio histórico singular, ya que se mantuvo intacto incluso durante los años de la dictadura franquista.

Papel durante la Guerra Civil

Tras la Guerra Civil, la torre del centro cultural, y el edificio en general, se destinó brevemente a funciones de vigilancia y seguridad. Hubo propuestas para convertirlo en cuartel de la Guardia Civil, aunque no llegaron a concretarse plenamente. Con el paso del tiempo y la creciente expansión urbana de Dos Hermanas, el complejo dejó de estar en la periferia y comenzó a formar parte del casco urbano. Esta nueva ubicación lo convirtió en una estructura disponible para otras finalidades comunitarias.

Década de los 60 y 70 del siglo XX

Así, en las décadas de 1960 y 1970, el Ayuntamiento impulsó el uso del edificio como centro educativo. Se habilitaron aulas en las antiguas naves agrícolas y se adaptaron algunas estancias para convertirlas en un colegio infantil. La torre, aunque no formaba parte directamente del uso docente, seguía desempeñando un papel icónico, como referencia visual para los niños y vecinos. Este periodo coincidió con un momento de gran crecimiento demográfico en Dos Hermanas, que pasaba de ser una población agrícola a convertirse en ciudad dormitorio del área metropolitana de Sevilla. La necesidad de infraestructuras educativas y sociales convirtió a la vieja hacienda en una pieza útil para cubrir estas carencias.

No obstante, el uso escolar fue perdiendo fuerza con el tiempo. El edificio presentaba limitaciones estructurales para albergar centros modernos, y las autoridades locales comenzaron a contemplar la posibilidad de dotar a la ciudad de espacios culturales. A finales de los años 80 e inicios de los 90, el debate sobre la rehabilitación patrimonial cobró fuerza. Se empezó a valorar La Almona no solo como un inmueble funcional, sino como parte esencial del legado histórico de Dos Hermanas.

Proyecto de rehabilitación

Esta visión culminó con un ambicioso proyecto de rehabilitación integral, promovido por el Ayuntamiento y apoyado por la Junta de Andalucía. El objetivo no era solo conservar la estructura, sino devolverle vida, sentido y utilidad, respetando su identidad histórica. Las obras permitieron recuperar elementos originales como la cerámica de la torre, los aleros, los muros de carga y las cubiertas de teja. Se consolidaron las estructuras más deterioradas y se diseñó un nuevo espacio interior adaptado a usos culturales.

En 1997, la inscripción de La Almona en el Catálogo General del Patrimonio Histórico Andaluz como bien protegido supuso un reconocimiento oficial a su valor patrimonial. Desde ese momento, la torre dejó de ser un vestigio olvidado para convertirse en pieza central de un nuevo equipamiento cultural, en diálogo con la historia pero abierto a la ciudadanía.

Este proceso de transformación no solo afectó a la arquitectura, sino también al imaginario colectivo de la ciudad. Muchos vecinos comenzaron a ver el edificio con otros ojos, reconociendo su papel en la historia común y apreciando su recuperación como un gesto de respeto a las raíces.

Reconversión en centro cultural

La reconversión de la antigua hacienda La Almona en Centro Cultural marcó un punto de inflexión en la historia reciente de Dos Hermanas. Fue el resultado de una voluntad institucional y ciudadana por recuperar el patrimonio histórico como parte viva del entorno urbano. No se trató simplemente de restaurar un edificio deteriorado, sino de dotarlo de una nueva función social, cultural y simbólica, respetando su memoria y su identidad.

Durante los años 80 y 90, Dos Hermanas experimentó una importante transformación urbana. Su cercanía a Sevilla y el desarrollo del área metropolitana atrajeron a miles de nuevos habitantes. Este crecimiento puso en evidencia la necesidad urgente de equipamientos culturales que ofrecieran a la ciudadanía espacios para el arte, la formación, la creatividad y la vida colectiva. Fue entonces cuando el Ayuntamiento, consciente del valor patrimonial de La Almona, decidió emprender su rehabilitación.

El proyecto comenzó con un estudio técnico exhaustivo sobre el estado del edificio. Se descubrió que, pese a los años de uso y abandono parcial, las estructuras principales —incluida la torre barroca— conservaban una notable solidez. La intervención se planteó con un doble enfoque: conservar lo histórico y dotar al inmueble de un uso contemporáneo sin alterar su esencia.

Los trabajos de restauración respetaron los materiales y técnicas originales en la medida de lo posible. Se consolidaron los muros de carga de ladrillo macizo, se rehabilitaron las cubiertas con teja árabe tradicional, y se recuperaron los elementos de carpintería y cerrajería siguiendo patrones tradicionales. El patio central, eje de la antigua hacienda, se convirtió en un espacio abierto para la circulación y la reunión, alrededor del cual se distribuyen hoy las distintas salas expositivas y talleres.

La torre, pieza más representativa del conjunto, se restauró con especial esmero. Se recuperaron sus molduras, la cerámica vidriada de los remates, las cornisas y el cuerpo superior. Hoy en día, la torre no solo conserva su fisonomía original, sino que también se ha adaptado como parte del recorrido interior del centro, con accesos seguros y vistas al exterior que conectan el pasado agrícola con el entorno urbano contemporáneo.

En 1997, la inscripción de La Almona en el Catálogo General del Patrimonio Histórico Andaluz consolidó esta labor de recuperación. El reconocimiento supuso un compromiso de protección frente a futuras alteraciones y una garantía para su mantenimiento. A partir de entonces, La Almona dejó de ser un testimonio silente del pasado para convertirse en uno de los motores culturales más importantes de la ciudad.

La inauguración oficial del nuevo Centro Cultural La Almona supuso un hito en la vida municipal. Desde el primer momento, la ciudadanía respondió positivamente. Se ofrecieron exposiciones temporales, talleres de pintura, fotografía, cerámica, escritura creativa y teatro. Se abrieron salas para conferencias, encuentros literarios, actividades escolares y festivales culturales. El edificio se llenó de vida, y la torre —silenciosa durante décadas— volvió a ser punto de referencia para generaciones nuevas.

Uno de los grandes aciertos de la reconversión fue mantener un equilibrio entre conservación patrimonial y utilidad contemporánea. A diferencia de otras restauraciones que convierten los espacios históricos en museos cerrados o inaccesibles, La Almona se integró de forma activa en la vida cotidiana del municipio. En su interior conviven exposiciones de artistas locales y foráneos, muestras de arte emergente, ciclos de conferencias sobre historia local y encuentros con asociaciones culturales. La programación se renueva constantemente, adaptándose a las necesidades de una ciudad en constante evolución.

Además, la ubicación del edificio —en pleno centro histórico de Dos Hermanas— favoreció su conexión con otros equipamientos municipales, como la Biblioteca Pedro Laín Entralgo, el Teatro Municipal Juan Rodríguez Romero y la Casa de la Cultura. Esta red ha permitido consolidar un eje cultural urbano accesible, coherente y dinámico.

La reconversión de La Almona también ha tenido un valor pedagógico. Para muchos vecinos, especialmente los más jóvenes, ha sido una oportunidad para descubrir y valorar el patrimonio de su ciudad. El hecho de que una antigua hacienda agrícola pueda convertirse en un centro cultural moderno demuestra que la memoria y el progreso no son incompatibles, sino complementarios.

Hoy en día, el Centro Cultural La Almona y su torre forman parte del paisaje afectivo de Dos Hermanas. Constituyen un símbolo de identidad local, una prueba tangible de que el respeto por la historia puede ir de la mano con la innovación y el servicio público. El edificio ya no produce aceite, pero sigue generando algo quizás más valioso: cultura, conocimiento, comunidad y futuro.

La torre: símbolo de identidad

La torre del Centro Cultural La Almona se ha consolidado con el tiempo como uno de los símbolos más reconocibles de Dos Hermanas. No solo por su valor arquitectónico o por su antigüedad, sino por la carga simbólica y emocional que ha adquirido en el imaginario colectivo de la ciudad. En un entorno marcado por el crecimiento urbano, la modernización acelerada y la transformación del paisaje, la torre ha permanecido como un referente visual, un testigo silencioso de siglos de historia local.

Su silueta destaca entre los tejados del centro urbano, recordando a cada habitante —tanto a los nacidos en Dos Hermanas como a quienes llegaron después— que esta ciudad tiene raíces profundas. Aunque se trata de una torre modesta en altura, su presencia resulta imponente por lo que representa: la memoria viva de una comunidad que ha sabido evolucionar sin renunciar a su pasado.

Históricamente, la torre cumplió un papel funcional en la hacienda agrícola. Sin embargo, su relevancia simbólica ha crecido con los años, sobre todo a partir de su rehabilitación y puesta en valor. Desde ese momento, dejó de ser un vestigio aislado para convertirse en parte activa del discurso cultural de la ciudad. Su imagen ha sido reproducida en carteles institucionales, programas culturales, logos y publicaciones municipales, elevándola a categoría de emblema local.

La torre representa la continuidad entre generaciones. Muchas familias de Dos Hermanas la reconocen como parte del paisaje de su infancia. Algunos la recuerdan como el punto de encuentro al salir del colegio que funcionó en el edificio, otros como el escenario de las primeras exposiciones artísticas que visitaron. Para los artistas locales, exponer en La Almona —bajo la mirada silenciosa de la torre— supone un reconocimiento simbólico: una forma de afirmarse dentro de su propia comunidad.

Además, la torre actúa como punto de anclaje espacial. En un casco urbano que ha cambiado rápidamente en las últimas décadas, esta construcción actúa como un faro identitario. Permite orientarse, tanto física como emocionalmente. Saber que sigue allí —inalterable, firme, presente— proporciona una sensación de arraigo, de pertenencia. No en vano, se ha convertido en lugar habitual de visitas guiadas, actividades escolares y recorridos patrimoniales organizados por colectivos culturales.

También hay un componente estético y afectivo. La torre ofrece una estampa única cuando la luz del atardecer se posa sobre sus tejas y su cerámica vidriada. Muchos vecinos la han fotografiado cientos de veces desde distintos ángulos. Algunos incluso la han retratado en cuadros, camisetas o murales urbanos. Es una figura querida, familiar, reconocible, cuya imagen genera orgullo.

Durante las celebraciones culturales más destacadas de la ciudad —como la Noche en Blanco, las Jornadas de Patrimonio o las ferias de arte local—, la torre cobra un protagonismo especial. Se ilumina, se adorna, se integra en las instalaciones artísticas o sirve de fondo a espectáculos. Su uso como icono escénico demuestra su capacidad para reinventarse sin perder su esencia.

Desde un punto de vista simbólico, la torre representa también la idea de resistencia. Ha sobrevivido a guerras, abandono, cambios políticos y transformaciones urbanísticas. Su permanencia habla del esfuerzo colectivo por conservar lo que importa, por respetar la historia sin dejar de avanzar. Su restauración fue una forma de justicia patrimonial: un gesto claro de que Dos Hermanas no olvida de dónde viene.

Además, en un momento donde muchas ciudades andaluzas luchan por recuperar su identidad ante el avance homogéneo de las grandes urbes, la torre de La Almona se ofrece como ejemplo de equilibrio entre tradición y modernidad. No es un objeto musealizado, sino un espacio vivo, con funciones activas, que se ha adaptado a los nuevos usos sin perder autenticidad.

Actualidad y actividades culturales

Hoy en día, el Centro Cultural La Almona es un espacio dinámico que acoge exposiciones, talleres, conferencias y diversas actividades culturales. Su programación variada y accesible fomenta la participación ciudadana y enriquece la oferta cultural de Dos Hermanas. La torre, como parte integral del edificio, continúa siendo testigo y protagonista de este vibrante entorno cultural.

Galería de fotografías de la torre del centro cultural

La Torre del Centro Cultural La Almona representa la fusión entre el legado histórico y la vida contemporánea de Dos Hermanas. Desde sus orígenes como hacienda agrícola hasta su actual función como epicentro cultural, la torre ha sabido adaptarse y mantenerse relevante. Su conservación y uso activo demuestran el compromiso de la ciudad con la preservación de su patrimonio y la promoción de la cultura.

torre del centro cultural
primer palano de la torre en Dos Hermanas
primer palano de la torre en Dos Hermanas
panorámica de la torre
panorámica de la torre

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