Ubicada en el corazón del centro histórico de Cádiz, la Parroquia de Nuestra Señora del Rosario es un templo cargado de historia y devoción, que ha evolucionado a lo largo de los siglos para convertirse en un símbolo de la identidad religiosa y cultural de la ciudad. Sus orígenes se remontan a 1567, cuando en su lugar existía una humilde ermita conocida como San Antonio de los Portugueses.
La ermita original fue fundada por una noble dama portuguesa, cuyo nombre se ha perdido en el tiempo pero cuya influencia es evidente en la advocación inicial del lugar. Este pequeño santuario se convirtió en un punto de referencia para un grupo de mujeres devotas que vivían en una comunidad de piedad, siendo el germen del futuro convento de monjas agustinas en Cádiz. Este convento, ubicado en la actual Plaza de Candelaria, se estableció formalmente en 1593, cuando estas mujeres se trasladaron allí por iniciativa del obispo Antonio Zapata.
Con el traslado de las monjas agustinas, la ermita fue ocupada por la Cofradía de los Morenos, quienes trajeron consigo una fuerte devoción al Rosario. Esta advocación se reflejó en la nueva denominación del templo como la Ermita del Rosario, albergando una imagen mariana que se convirtió en un centro de devoción popular.
La ermita original, alineada de forma paralela a la actual calle Rosario, sufrió su primera gran transformación a principios del siglo XVIII. Durante esta reforma, se reorientó el templo, dándole un giro de noventa grados para situarlo perpendicular a la calle, y se amplió significativamente, convirtiéndose en una iglesia de una sola nave de mayor entidad. De esta época data la notable portada de mármoles genoveses, que aún adorna la entrada principal del templo.
A finales del siglo XVIII, la parroquia experimentó otra fase de crecimiento y embellecimiento bajo el patrocinio del sacerdote José Sáenz de Santamaría, Marqués de Valde-Íñigo. Aunque no fue párroco de la iglesia, su contribución fue fundamental. Gracias a su considerable fortuna heredada, el Marqués adquirió terrenos adyacentes al templo, facilitando su expansión. Entre 1783 y 1823, el arquitecto Torcuato Benjumeda lideró una profunda reforma que incluyó la adición de dos naves laterales y un ambicioso programa de decoración interior. Los retablos, realizados en mármoles de colores, son obra del escultor Cosme Velázquez, y reflejan la opulencia y el gusto neoclásico de la época. El Marqués de Valde-Íñigo financió el retablo mayor y contribuyó significativamente al resto de los retablos, asegurando su finalización y cohesión estilística.
Erigida como parroquia en 1787, Nuestra Señora del Rosario se situó en una posición estratégica en relación con los principales órganos de comercio americano en Cádiz, como la Casa de la Contratación, el Tribunal del Consulado y la Aduana. Este contexto facilitó que la parroquia se convirtiera en un punto focal para la burguesía mercantil de la ciudad, que encontró en este templo un espacio para expresar su religiosidad y su identidad social. Varias cofradías, compuestas mayoritariamente por miembros de este grupo social, se establecieron en la parroquia, contribuyendo a la vida religiosa y comunitaria del lugar.
La parroquia de Nuestra Señora del Rosario no solo ha sido un epicentro religioso, sino también un testigo de la historia gaditana, como lo demuestran los registros de bautizos que se han conservado. Entre los nombres ilustres que figuran en sus libros sacramentales se encuentran figuras de relevancia nacional e internacional, como el político Mendizábal, el presidente de la Primera República Española Emilio Castelar, el político Segismundo Moret, y el general George G. Meade, héroe de la Guerra Civil estadounidense. En el ámbito de las artes y las letras, destacan el célebre compositor Manuel de Falla y el renombrado escritor José María Pemán.
La Parroquia de Nuestra Señora del Rosario es un monumento vivo que no solo alberga la fe y devoción de los gaditanos, sino que también refleja la rica historia cultural y social de Cádiz. Desde sus humildes orígenes como ermita hasta su desarrollo como un majestuoso templo parroquial, este espacio sagrado ha sido y sigue siendo un faro de espiritualidad y patrimonio para la ciudad. La historia de la parroquia es un testimonio elocuente de la evolución de la comunidad gaditana, sus valores y su legado artístico y cultural.
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