En las estrechas calles de Jerez de la Frontera se alza majestuosa la Iglesia de la Victoria, un monumento que atestigua el paso del tiempo y la rica historia de la ciudad. Fundada en 1543 por los Padres Mínimos de San Francisco de Paula como el Monasterio Virgen de la Victoria, este lugar sagrado ha sido testigo de eventos significativos a lo largo de los siglos.
Tras la desamortización de Mendizábal, la iglesia y el convento se separaron, marcando un nuevo capítulo en la vida de este edificio de estilo renacentista. Ubicada en la calle Porvera, la Iglesia de la Victoria se presenta con una imponente fachada que cuenta la historia de su fundación y devoción.
La entrada principal, una obra maestra de diseño renacentista, está adornada con dos columnas dóricas-toscanas que sostienen con gracia un entablamento y el distintivo escudo de la Orden Mínima. La magnífica portada culmina en un frontón que encierra una conmovedora imagen de la Virgen de la Victoria con el Niño. La fecha tallada en la hornacina que alberga la imagen, 1546, nos transporta a los primeros días de este lugar de adoración.
Pero la fachada no revela todas sus historias a primera vista. Una segunda portada, del siglo XVII y de estilo manierista, permite el acceso a la nave secundaria de la iglesia, hogar de la Hermandad de Nuestra Señora de la Soledad y otros servicios espirituales.
No podemos pasar por alto la imponente torre a la izquierda de la fachada, erigida en 1639 por el hábil constructor Antón Martín Calafate. Esta torre de tres cuerpos cuadrados se eleva con gracia hacia el cielo, culminando en una cúpula semiesférica recubierta de azulejos azules y blancos, una joya arquitectónica que se mantiene en pie desde hace siglos. Las ciegas ventanas del cuerpo inferior están adornadas con esgrafiados circulares, añadiendo un toque artístico a la estructura.
La Iglesia de la Victoria, con su arquitectura sublime y su rica historia, no solo es un lugar de culto, sino también un testamento tangible de la devoción y el ingenio que han caracterizado a Jerez de la Frontera a lo largo de los años. Al recorrer sus pasillos y contemplar sus detalles, nos sumergimos en las huellas del pasado, conectando con una tradición que ha perdurado a lo largo de los siglos.
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