torres de la aduana de la carolina
torres de la aduana de la carolina

En el corazón de La Carolina, capital histórica de las Nuevas Poblaciones de Sierra Morena, se erigen las imponentes Torres de la Aduana, un testimonio vivo del pasado neoclásico y de la profunda huella que dejó la Ilustración en el urbanismo español del siglo XVIII. Ubicadas actualmente al inicio del paseo del Molino de Viento, estas torres no solo flanquean el paso, sino que narran una rica historia que se remonta a los orígenes mismos de la ciudad.

Origen y propósito

Construidas originalmente en 1768 para enmarcar la entrada a la Plaza de la Aduana (hoy conocida como Plaza de las Delicias), las torres desempeñaban una función esencial: marcar el acceso a la plaza donde se gestionaban los impuestos y peajes de la zona. Su diseño y ubicación respondían a un plan urbanístico innovador, impulsado por las reformas del rey Carlos III para consolidar a La Carolina como un modelo de ciudad ilustrada. Según el plano original, se proyectó levantar una torre en cada vértice de la ciudad, pero únicamente las torres de la Aduana vieron la luz, como símbolo del poder y la organización de las Nuevas Poblaciones.

Transformaciones a lo largo de los años

En 1792, las torres fueron trasladadas para custodiar la entrada norte de la ciudad, reafirmando su papel como guardianas del orden y el tránsito en esta estratégica localidad. Más tarde, en 1880, se recolocaron en su emplazamiento actual, integrándose en el paseo del Molino de Viento, donde permanecen como un emblema visual inconfundible.

Las columnas son un homenaje a los monarcas bajo cuyos auspicios floreció La Carolina: la columna derecha está dedicada a Carlos III, el gran impulsor de las Nuevas Poblaciones, mientras que la izquierda honra a su sucesor, Carlos IV. En sus zonas centrales, las torres presentan relieves que retratan la vida diaria de los colonos, reflejando la agricultura, la ganadería y otras actividades fundamentales para la comunidad en aquel entonces.

Estilo y significado

De estilo neoclásico, las torres destacan por su sobriedad y elegancia, características propias de una época que buscaba combinar funcionalidad con belleza. Su diseño pretendía conferir un aire señorial a la joven capital de las Nuevas Poblaciones, subrayando el espíritu de modernidad y racionalidad que impregnaba el proyecto de repoblación liderado por el ministro Pablo de Olavide.

Este conjunto monumental no solo se alza como un ejemplo de la arquitectura de la Ilustración, sino también como un símbolo de la revolución urbanística que transformó a La Carolina en un modelo de ciudad ideal en el siglo XVIII.

Reconocimientos contemporáneos

En 1996, las torres se enriquecieron con placas de cerámica que conmemoran dos hitos clave: los bandoleros de Sierra Morena, figuras míticas asociadas al imaginario local, y la entrega del Fuero de las Nuevas Poblaciones, promulgado el 5 de julio de 1767, que estableció las bases legales y sociales para la creación de estas comunidades.

Hoy, las Torres de la Aduana no solo representan un testimonio del pasado, sino que invitan al visitante a sumergirse en la rica historia de La Carolina, una ciudad que, entre peajes y proyectos ilustrados, ha sabido conservar su esencia y legado.

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