El Castillo de Lebrija, ubicado en el punto más elevado de la localidad homónima, es un testigo mudo de siglos de historia. Situado estratégicamente, este castillo domina el paisaje urbano de Lebrija desde su construcción en la Edad Media, sobre los cimientos de una antigua fortaleza romana. La posición elevada no solo proporcionaba una vista panorámica y control sobre el entorno, sino que también destacaba su importancia en la defensa del estuario del Guadalquivir durante el dominio musulmán.
La historia del castillo se remonta a la época romana, cuando se erigió una fortaleza en el lugar para controlar el tránsito y comercio a lo largo del Guadalquivir. Este río era una arteria vital para la economía y defensa de la región. Con la llegada de los musulmanes, la estructura romana fue reutilizada y reforzada, integrándola con una muralla que rodeaba la ciudad, funcionando como un alcázar o fortificación central. Este sistema defensivo fue esencial para proteger el territorio contra invasiones y ataques, consolidando a Lebrija como un punto estratégico clave en la región.
En el año 1249, la conquista cristiana liderada por Fernando III trajo consigo cambios significativos para el castillo y la ciudad de Lebrija. El control cristiano marcó el inicio de un largo período de inestabilidad para la fortificación, que mantuvo un uso exclusivamente militar hasta el siglo XV. Durante este tiempo, el castillo fue escenario de conflictos y disputas territoriales, reflejando la volatilidad política y militar de la época.
Con el inicio del siglo XVI, la fortaleza comenzó un proceso de declive. La pérdida de su función militar dejó al castillo deshabitado, cayendo progresivamente en el olvido y la ruina. Sin una función clara, el mantenimiento del edificio fue descuidado, y la estructura sufrió un deterioro constante. Este abandono se vio agravado por la invasión de las tropas francesas a principios del siglo XIX, que realizaron una serie de obras en el castillo que nunca fueron completadas, contribuyendo al colapso de gran parte de la edificación.
Hoy en día, del castillo medieval de Lebrija apenas quedan restos visibles. Sin embargo, los vestigios que han sobrevivido ofrecen un vistazo valioso a su pasado. Se conservan algunos tramos de la muralla y dos torres defensivas, que siguen en pie como guardianes del pasado. La fortificación original constaba de tres áreas diferenciadas:
- Alcazaba o Recinto Alto: La zona más fortificada, contenía la muralla interior y estaba presidida por la torre del homenaje, hoy desaparecida.
- Recinto Intermedio: Donde se encontraba la plaza de armas, ahora convertida en una gran explanada que alberga la ermita de Nuestra Señora del Castillo, un punto de interés religioso y cultural en la localidad.
- Recinto Bajo: Actualmente ocupado por edificaciones privadas. Entre las medianeras de estas construcciones aún se alza una de las torres del castillo, visible desde la calle Sochantre Juan Porté, sirviendo como un recordatorio visible del legado histórico de la fortificación.
El Castillo de Lebrija, aunque reducido a ruinas en gran parte, sigue siendo un símbolo importante de la historia y el patrimonio de la localidad. Su historia refleja las diversas culturas y civilizaciones que han pasado por la región, desde los romanos y musulmanes hasta los cristianos medievales. Hoy, el sitio no solo es un punto de interés histórico sino también un lugar de reflexión sobre el pasado y la preservación del patrimonio cultural. Los esfuerzos de conservación y el interés en estos vestigios permiten que la historia de Lebrija siga viva en la memoria colectiva de sus habitantes y visitantes.
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