La capilla de Nuestra Señora de la Aurora es reconocida como uno de los edificios más singulares de El Puerto de Santa María.
A pesar de su modestia arquitectónica, encierra siglos de historia religiosa y cultural. Desde su fundación barroca ligada a la devoción popular hasta su papel inesperado como centro educativo ilustrado, esta capilla ha evolucionado en usos y simbología. En sus muros resuenan los ecos del rezo del rosario al amanecer, la enseñanza de las primeras letras y la veneración de imágenes procesionales. A continuación, exploraremos su origen, su evolución arquitectónica, su relación con hermandades y su valor artístico y simbólico dentro del patrimonio portuense.
Orígenes de la capilla y la Cofradía de Nuestra Señora la Aurora
Los orígenes de la capilla están íntimamente ligados a la Cofradía del Rosario de Nuestra Señora de la Aurora, surgida en el ocaso del siglo XVII. Según el historiador Hipólito Sancho, la cofradía quedó constituida el 4 de octubre de 1693, con sus estatutos aprobados el 24 de enero de 1694.
Sus miembros se dedicaban al rezo público del rosario a la Virgen María en las primeras horas del día, como ferviente manifestación de piedad popular.
Este tipo de devoción –el “rosario de la aurora”– era común en Andalucía en aquella época, reuniendo a fieles al amanecer para recorrer las calles entonando cánticos y rezos marianos. La cofradía portuense de la Aurora no fue una excepción, y pronto buscó un espacio propio donde congregarse.
Con el apoyo de autoridades eclesiásticas, la hermandad estableció su sede junto a la Iglesia Mayor Prioral (hoy Basílica de Ntra. Sra. de los Milagros). Se construyó así una pequeña capilla en la entonces calle San Sebastián, adosada al templo principal. La cofradía de la Aurora fundó su capilla hacia fines del siglo XVII, probablemente concluyéndola en las primeras décadas del XVIII, en estilo barroco sencillo acorde a sus recursos. Ya en 1710 se la menciona operativa: el 6 de julio de ese año, la cofradía –tras prolongados debates– acordó definitivamente la apertura en su sede de una escuela de gramática, señal de que el edificio estaba en uso.
De este modo, la capilla nació con una doble vocación: espacio de culto mariano y pronto también lugar de instrucción.
Un centro educativo pionero en el siglo XVIII
Uno de los aspectos más sorprendentes del contexto de la capilla de la Aurora es su temprana función educativa. En una sociedad en la que la enseñanza pública a inicios del siglo XVIII “no era ni siquiera decorosa” en El Puerto, los cofrades de la Aurora emprendieron una labor pionera. Ya en 1698 la hermandad solicitó permiso municipal para enseñar primeras letras y doctrina cristiana a niños pobres, proyecto que se materializó pocos años después,
En 1710 contrataron al bachiller Fernando Félix de los Ríos como maestro de una escuela de gramática instalada en la capilla, comprometiéndose este a instruir gratuitamente a quince niños pobres, hijos de hermanos de la cofradía.
Aquello fue “una verdadera pica en Flandes” –en palabras del cronista Enrique Bartolomé– dado lo inusual de ofrecer educación formal a desfavorecidos en pleno Barroco.
Escuelas Pías de la Aurora
Conocidas como las Escuelas Pías de la Aurora, estas aulas fueron creciendo en ambición y alcance a lo largo del siglo XVIII. Inicialmente impartían lectura, escritura y doctrina cristiana; luego añadieron clases de gramática latina, e incluso una cátedra de filosofía hacia 1763.
Llegado 1760, ya funcionaban estudios de nivel superior, incluyendo dos cátedras de teología (aunque la fecha exacta de inicio de estas es imprecisa).
La financiación de esta proto-universidad local se logró gracias a limosnas, legados y el mecenazgo de notables benefactores, entre ellos figuras como Francisco Moreno, Cristóbal Navarro o Luisa Francisca de Zayas, cuyos aportes hicieron posible que durante un siglo y medio existieran en El Puerto las Escuelas de la Aurora.
Culminación de un empeño educativo
La culminación de este empeño educativo llegó en el siglo XIX. Hacia 1838, la institución logró integrar una Facultad Superior vinculada a la Universidad de Sevilla, lo que permitía a los estudiantes portuenses acceder directamente a estudios universitarios oficiales.
El célebre médico gaditano Federico Rubio y Galí, formado en su juventud en la Aurora, recordaba aquella escuela como “un centro liberal a más no poder, donde sus estudios y certificados de aprobación eran válidos legalmente ante el Papa y el Rey”.
Estas palabras denotan el prestigio que alcanzó la capilla-escuela, cuya enseñanza –avalada tanto por la Corona como por la Iglesia– abrió caminos a numerosos jóvenes. En suma, durante buena parte del setecientos y primer ochocientos, la humilde capilla de la Aurora se transformó en un foco de ilustración y saber en la ciudad, hasta el declive de la institución en torno a mediados del siglo XIX. Su legado docente perduró y por ello se ha llegado a apodar a este templo como “la Universidad portuense del XVIII”.
Arquitectura barroca y evolución del edificio
Arquitectónicamente, la capilla de la Aurora responde a las formas del barroco andaluz de finales del XVII y comienzos del XVIII. Su exterior presenta triple fachada, dada su posición esquinera adosada a la Prioral.
La fachada principal, orientada a la antigua calle San Sebastián, constituye el acceso principal. Es de composición sencilla: un vano adintelado flanqueado por pilastras toscanas, rematado por un frontón triangular clásico. Sobre la puerta se halla una cartela de piedra con inscripción, en la que se alcanzan a leer referencias a las Escuelas Pías vinculadas a la cofradía fundadora.
En el muro frontal destaca además una ventana coral elevada con moldura barroca, que ilumina el coro alto interior. Las fachadas laterales son sobrias, con contrafuertes y vanos discretos; una de ellas incluye una portada secundaria de menor tamaño, hoy cegada temporalmente y notablemente deteriorada por la erosión del tiempo.
Los muros exteriores, de piedra ostionera encalada, han sufrido daños por la humedad y la salinidad costera, lo que motivó sucesivas reformas.
Interior de la capilla de Nuestra Señora de la Aurora
El interior de la capilla es de nave única rectangular, cubierta por una bóveda de cañón con lunetos que se divide en cuatro tramos.
Esta bóveda descansa sobre sencillas cornisas molduradas y originalmente estuvo decorada con yeserías y pinturas hoy perdidas. En los muros laterales se abren hornacinas con altares, donde antiguamente se disponían imágenes secundarias y retablos colaterales.
El presbiterio, elevado unos peldaños, está cubierto por una pequeña cúpula sobre pechinas, característica de la arquitectura gaditana dieciochesca. Esa cúpula exteriormente apenas es visible tras la balaustrada de la azotea, pero al interior aporta verticalidad y luz al altar mayor.
Intervenciones que ha requerido la capilla de Nuestra Señora de la Aurora
A lo largo de los siglos, el edificio ha requerido intervenciones por los problemas estructurales inherentes a su antigüedad. Documentos históricos indican que en 1774 se construyó un nuevo retablo mayor y posiblemente se reforzó la fábrica de la capilla.
En el último tercio del XVIII, hacia 1778, el escultor Andrés Marín (afincado en El Puerto) y un tal Rueda añadieron al conjunto dos ángeles lampareros –figuras portadoras de faroles– y tallas de San José y Santo Tomás de Aquino destinadas a enriquecer el retablo principal.
Estas adiciones barrocas tardías, de estilo rococó, subrayaban la doble misión del lugar: San José, patrón de la Iglesia Universal, y Santo Tomás, patrono de las escuelas católicas, flanqueaban probablemente la imagen titular mariana. Con los avatares del tiempo, se desconoce si la primitiva escultura de la Virgen de la Aurora sobrevivió; algunas teorías sugieren que pudo perderse o ser trasladada cuando decayó la cofradía original.
Deterioro de la capilla en la década de los años 60 del siglo XX
Ya en el siglo XX, la capilla sufrió serio deterioro. Hacia los años 1960 presentaba riesgo de ruina: una fotografía de 1968 la muestra con techumbre inestable y el interior desprovisto de su esplendor, utilizada entonces como almacén de enseres procesionales.
A finales de esa década se emprendió una primera restauración integral, gracias a campañas populares de recaudación. Tras las obras –finalizadas aproximadamente en 1973– el templo recuperó estabilidad y pudo volver a acoger culto regularmente. Más recientemente, el preocupante estado de la cubierta (vigas de madera podridas y daños en la cúpula) forzó su cierre en 2014.
El Obispado (propietario del edificio) y la Hermandad de Humildad y Paciencia impulsaron un proyecto de restauración en 2019, acometiendo apuntalamientos y estudios técnicos.
Gracias a fondos públicos y esfuerzos comunitarios, la capilla ha sido sometida a mejoras que permitieron reabrirla al culto tras más de cinco años clausurada. Estos trabajos recientes buscan garantizar la conservación de este valioso inmueble para las futuras generaciones, eliminando el peligro de derrumbe que tanto inquietaba a los portuenses.
Hermandades y valor artístico de la capilla de Nuestra Señora de la Aurora
En cuanto a los usos religiosos, la capilla de la Aurora ha estado vinculada a dos hermandades a lo largo de su historia: originalmente a la Cofradía del Rosario de la Aurora (1693-c.1850) y, posteriormente, a la Hermandad de la Humildad y Paciencia. Tras la extinción o secularización de la cofradía fundadora en el siglo XIX, el templo quedó disponible para nuevas advocaciones. Así, en 1871 se estableció en esta capilla la Hermandad de Nuestro Padre Jesús de la Humildad y Paciencia y María Santísima del Desconsuelo, una hermandad de penitencia de Semana Santa.
Desde entonces –salvo intervalos forzados por obras– la capilla ha sido sede canónica de dicha hermandad, albergando sus imágenes titulares y sirviendo de punto de partida para procesiones. Este relevo devocional añadió nuevas capas de significado al edificio: de templo mariano matutino pasó a acoger la espiritualidad penitencial propia de la Semana Santa andaluza.
Valor artístico del patrimonio de la capilla de Nuestra Señora de la Aurora
El valor artístico de la capilla reside tanto en su arquitectura barroca como en el patrimonio mueble que custodia. El retablo mayor de madera dorada, obra barroca del XVIII, domina el presbiterio. En el nicho central del retablo se venera hoy la efigie de Nuestro Padre Jesús de la Humildad y Paciencia, talla de tamaño natural cuyo origen es objeto de debate. Los expertos han vertido las más variadas hipótesis sobre esta escultura de Cristo: unos la suponen realizada a finales del siglo XVI en estilo manierista castellano, mientras otros la fechan a inicios del XVIII por rasgos plenamente barrocos.
Esta imagen representa a Jesús sufriente sentado sobre la roca (iconografía de la Humildad y Paciencia), y es protagonista en el culto cuaresmal de la ciudad. Junto a ella, la hermandad atesora la imagen de María Santísima del Desconsuelo, dolorosa de candelero que acompaña al Señor en los desfiles procesionales. Ambas tallas, con sus ajuar de túnicas bordadas y diademas o coronas, enriquecen el interior con devoción y arte sacro.
Esculturas de San José y Santo Tomás de Aquino
En la capilla pueden admirarse además elementos artísticos añadidos con el tiempo. Flanqueando el retablo, se sitúan las mencionadas esculturas de San José y Santo Tomás de Aquino, obras rococó que sobrevivieron de la etapa ilustrada.
Igualmente, los ángeles lampareros del siglo XVIII vuelven a custodiar el altar, portando faroles en alusión a la Luz de Cristo. En las paredes laterales se conservan pequeños retablos y estandartes de la hermandad actual, así como cuadros y azulejos devocionales. Cada pieza narra parte de la historia: los antiguos símbolos de las Escuelas Pías de la Aurora conviven con insignias de la cofradía de penitencia, entrelazando legados espirituales.
Legado patrimonial y simbólico en El Puerto de Santa María
La capilla de Nuestra Señora de la Aurora trasciende su función como lugar de culto para erigirse en símbolo del patrimonio histórico portuense. Su trayectoria singular –que combina religiosidad popular, innovación educativa y tradición cofrade– la convierte en un hito cultural de la ciudad. Durante el siglo XVIII fue faro de saber y ejemplo de caridad cristiana, adelantándose a su tiempo al brindar enseñanza gratuita a los humildes. En el imaginario local quedó como testimonio de aquella “edad de la razón” gaditana, cuna intelectual de figuras ilustres. Al mismo tiempo, la capilla nunca perdió su esencia devocional: sigue dedicada a la Virgen, ahora bajo la advocación del Desconsuelo, y al Cristo de la Humildad, prolongando una línea ininterrumpida de fe.
El valor simbólico del edificio se manifiesta en la profunda identificación de los portuenses con él. No es solo una ermita añeja, sino un trozo viviente de la historia de El Puerto de Santa María. Cada procesión de Semana Santa que parte de su puerta, cada rosario al amanecer que antaño salió de sus muros, refuerza ese vínculo entre la capilla y la comunidad. A nivel patrimonial, organismos e instituciones han reconocido la necesidad de protegerla. Asociaciones como Betilo, defensoras del patrimonio local, han subrayado su importancia arquitectónica e histórica, alertando sobre su deterioro y promoviendo su rehabilitación.
Recientes intentos de restauración de la capilla de Nuestra Señora de la Aurora
Las administraciones y la Iglesia han aunado esfuerzos en los últimos años para restaurarla, conscientes de que en este pequeño templo confluyen valores materiales e inmateriales dignos de ser preservados.
En conclusión, la capilla de la Aurora se alza como un referente del patrimonio religioso y cultural portuense. Su austero perfil barroco, adosado a la monumental Prioral, guarda relatos de fe, educación y arte que abarcan más de tres siglos. Desde su fundación para orar a la Aurora de María, pasando por su época de ilustración como escuela pionera, hasta su papel actual como sede de fervor cofrade, este oratorio ha sabido adaptarse sin perder su esencia. Con cada nueva generación, renace el compromiso de valorarla y conservarla, para que continúe iluminando –como su nombre evoca– el alba del legado histórico de El Puerto de Santa María.
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