La casa palacio de Voss se levanta hoy en la calle Pedro Muñoz Seca, en pleno centro histórico. Su fachada sobria y elegante anuncia un origen señorial. Tras ella funciona el Colegio Sagrado Corazón de las Hermanas Carmelitas de la Caridad. El edificio reúne tres historias en una. La de los cargadores a Indias. La de las grandes familias mercantiles. Y la de un colegio que sigue vivo más de un siglo después.
Origen del palacio y sus promotores
La tradición portuense vincula la casa con un cargador a Indias de origen flamenco. Se llamaba De Vos o Voss. Su apellido dio nombre popular al palacio.
Los documentos municipales describen a la familia Voss como comerciantes procedentes de Amberes. Llegaron a El Puerto por motivos religiosos. Eran católicos en una región marcada por tensiones confesionales. En 1730 ya movían un comercio intenso. Importaban tejidos europeos y los enviaban a América. Se asociaron con los Winthuysen, una de las sagas mercantiles más poderosas de la ciudad.
En 1734 la nueva sociedad “Winthuysen De Vos y Cía.” adquirió una gran casa en la entonces calle Nevería, llamada también Manga de Gabán. Esa finca ocupa la manzana que hoy abre su fachada a Pedro Muñoz Seca. La compañía la utilizó como residencia familiar y como sede de sus negocios ultramarinos.
Las investigaciones recientes matizan el protagonismo de los Voss en la construcción. El historiador Antonio Gutiérrez Ruiz atribuye la labra del palacio al comerciante italiano Antonio Nicoleta. Este empresario llegó a El Puerto junto a los Luyando, del área vasca, y participó en negocios mineros en Guadalcanal. Con esos beneficios levantó una casa monumental. Para ello contrató a los mejores albañiles locales. El Maestro Mayor de la ciudad dirigió las obras bajo la supervisión del Cabildo ducal.
Por tanto, el origen del palacio combina dos apellidos. Nicoleta como gran promotor de la obra. Voss como familia que convirtió la finca en casa-palacio de cargadores a Indias y le dio el nombre popular que ha llegado hasta hoy.
Una casa de cargadores en pleno auge atlántico
La compañía Winthuysen De Vos adaptó pronto la casa a sus necesidades. La vivienda acogió a la familia, al personal fijo y a numerosos sirvientes. Los padrones eclesiásticos entre 1736 y 1756 registran entre 16 y 49 adultos en la mansión. El edificio funcionó así como pequeño universo portuario. Doméstico, comercial y de representación social.
La casa palacio respondía al modelo típico de los cargadores a Indias. Una portada noble abría paso a la casapuerta. Grandes hojas de caoba, claveteadas en bronce, marcaban el acceso. Tras el zaguán se abría un patio porticado. Columnas, arcos rebajados y azulejos definían un espacio de tránsito y de prestigio. Una escalera con barandal de maderas nobles conducía a las estancias principales.
En la planta baja se combinaban bodegas, almacenes y dependencias de servicio. El piso principal acogía salones de recibir, despachos y habitaciones. La casa miraba al puerto y se insertaba en una calle clave para la conexión con el muelle. El Puerto reunía entonces casi un centenar de cargadores. El palacio de Voss formaba parte de esa red de casas-oficina que articulaba el tráfico con América.
Durante un cuarto de siglo la compañía funcionó con regularidad. La casa se llenó de empleados, criados y huéspedes relacionados con el comercio ultramarino. Las bodas, las entradas y salidas a Indias y la vida cotidiana de la familia marcaron el día a día del palacio.
Quiebras, ventas y cambios de manos
La muerte de los hermanos Pedro Francisco y Bernardo De Vos debilitó el negocio. La compañía entró en quiebra. Francisca Clemencia Winthuysen, matriarca del grupo, puso sus bienes a disposición de los acreedores. Los administradores liquidaron uno a uno los inmuebles.
En 1762 la casa de la antigua Nevería cambió de manos. Los documentos citan a Diego Gómez de Barreda, cargador sanluqueño, como comprador. Pagó más de 13.000 pesos por la finca. Se trataba de una inversión estratégica en una ciudad que ganaba peso frente a Sevilla en el comercio con Ultramar.
El inmueble pasó después por otros propietarios. La investigación resalta el papel de la familia Helm, también cargadores, que mantuvo la casa durante tres generaciones. El edificio se consolidó entonces como residencia urbana de élite. Palacio doméstico más que centro de operaciones comerciales.
Esa trayectoria explica la complejidad actual de la manzana. A lo largo del siglo XIX distintas casas vecinas se unieron al núcleo original. Algunas sirvieron como teatro, como vivienda del capellán o como acceso secundario por la calle Pozuelo. Otros inmuebles se reservaron para futuras ampliaciones. Ese tejido inmobiliario preparó el terreno para el gran cambio de uso que llegaría a finales del siglo.
De casa palacio a colegio de las Carmelitas
En 1891 la Congregación de las Hermanas Carmelitas de la Caridad adquirió la casa palacio. Las religiosas buscaban un edificio amplio en el centro para desarrollar su misión educativa. La congregación, fundada por Joaquina de Vedruna en 1826, priorizaba la enseñanza de niñas y jóvenes y la atención a las clases populares.
Las Hermanas encontraron una casa inmensa y cerrada desde hacía años. Un testimonio interno describe techos dañados, carpinterías deterioradas y cerrajería envejecida. La comunidad afrontó obras de reparación urgentes. Aprovechó la estructura existente con criterio práctico. Destinó el entresuelo a dormitorio de las religiosas. Convirtió las piezas más adecuadas de la planta principal en aulas. Reservó el gran salón corrido, con balcones a la calle, como oratorio. En la planta baja y en la antigua bodega organizó la clase de párvulos.
En 1893 el colegio ya funcionaba de forma estable. Atendía a niñas internas y externas. También admitía niños pequeños hasta la Primera Comunión. El centro combinó enseñanza de pago con aulas gratuitas para alumnas sin recursos, que accedían por un acceso lateral en la propia Nevería. Esta mezcla de educación y caridad respondía al modelo Vedruna.
En paralelo, la comunidad levantó la iglesia del Sagrado Corazón dentro del mismo conjunto. La obra se financió gracias a la condesa de Osborne, Elisa Guezala, viuda del bodeguero inglés. El arquitecto Juan de la Vega diseñó un templo neogótico de nave única con cripta familiar. Allí reposan miembros de la saga Osborne y parientes como Juan Nicolás Böhl de Faber y Frasquita Larrea, abuelos de Fernán Caballero. La iglesia completó el nuevo paisaje espiritual y educativo del antiguo palacio.
Un interior desaparecido: reformas del siglo XX
Las fotografías de los años veinte del siglo XX muestran aún la casa palacio casi intacta. El patio porticado lucía columnas esbeltas y arcos rebajados. La escalera principal, de mármol oscuro y maderas nobles, dominaba el espacio. El colegio aprovechaba ese marco señorial para la vida escolar. Las niñas posaban junto al monumento al Sagrado Corazón en el patio.
Con el paso de las décadas el edificio acusó el peso del tiempo. A mediados de los años setenta la estructura presentaba graves problemas. La comunidad afrontó una reforma a gran escala a partir de 1975. Las obras renovaron casi por completo el interior. Desaparecieron el claustro original y la gran escalera. El espacio se reorganizó con criterios funcionales y de seguridad escolar.
Hoy solo la fachada mantiene, en buena medida, la imagen de la primitiva casa de cargadores. El portalón de madera, los balcones alineados y la proporción de los vanos recuerdan el pasado dieciochesco. Detrás se abre ya un colegio del siglo XXI. Con aulas luminosas, espacios polivalentes y patios adaptados a las nuevas metodologías educativas.
Estado actual y sentido patrimonial
En la actualidad la antigua casa palacio de Voss forma parte del conjunto del Colegio Sagrado Corazón-Carmelitas. El centro pertenece a la red Vedruna y ocupa la manzana que se asoma a Pedro Muñoz Seca 44. Mantiene una intensa actividad docente. Ofrece diferentes etapas educativas y participa en proyectos innovadores. El Ayuntamiento reconoció esa trayectoria con la Medalla de Oro de la Ciudad en 2022, al cumplir 133 años de presencia educativa ininterrumpida en El Puerto.
Desde el punto de vista material, el edificio presenta un buen estado de conservación. La fachada se integra en el paisaje urbano como un frente ordenado, limpio y activo. Sin embargo, el valor patrimonial se concentra ya casi solo en el alzado histórico y en algunos elementos singulares. El interior responde a las necesidades de un colegio contemporáneo y perdió la mayor parte de la arquitectura original de palacio.
El peso del lugar se apoya también en la memoria colectiva. Generaciones de portuenses recuerdan la casa-palacio como “las Carmelitas”. Allí estudiaron, hicieron la Primera Comunión o participaron en procesiones escolares. El antiguo palacio de Voss se ha convertido así en un símbolo doble. Residencia señorial de la época de los cargadores a Indias. Y, al mismo tiempo, espacio de formación, afecto y vida cotidiana para la ciudad moderna.
Claves para la visita
Quien pasea por el centro puede incluir la casa palacio en un itinerario urbano sencillo. Basta recorrer la calle Pedro Muñoz Seca, muy cerca de la Prioral y del castillo de San Marcos. La fachada del colegio se reconoce por el gran portón central y por el escudo con el Sagrado Corazón sobre la entrada.
El interior funciona como centro escolar. Conviene respetar horarios lectivos y la intimidad de alumnos y profesores. En ocasiones puntuales, el conjunto abre la iglesia o algunos espacios para visitas guiadas o actividades culturales organizadas por el área de Patrimonio Histórico. Cuando eso ocurre, el visitante puede percibir mejor la superposición de tiempos. Bajo el ruido alegre del recreo sigue latiendo la memoria de un palacio de cargadores a Indias que ayudó a construir la historia atlántica de El Puerto.
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