La Atalaya de la Porqueriza, también conocida como Torre de Tózar, se alza sobre un escarpe rocoso frente al pueblo de Tózar, en el municipio de Moclín, Granada. Construida a mediados del siglo XIV, formaba parte del sistema defensivo del Reino Nazarí de Granada, junto con otras torres como las de Mingoandrés, la Solana, la Mesa y la Gallina .
Origen y función
La Atalaya de la Porqueriza surgió en el siglo XIV, en plena época nazarí. Los monarcas de la dinastía nazarí, que gobernaron el Reino de Granada entre 1238 y 1492, promovieron una extensa red de torres vigía. No fue un capricho arquitectónico, sino una necesidad estratégica. El Reino de Granada vivía bajo la amenaza constante de las incursiones cristianas, especialmente desde el reino de Castilla. La frontera con el mundo cristiano no era una línea fija sino una tierra de nadie, fluida y peligrosa, donde la vigilancia resultaba vital.
El entorno de Moclín ocupaba un papel clave en esta frontera. Los caminos que comunicaban Granada con Alcalá la Real y otras plazas avanzadas cruzaban por estos montes. Controlar estas rutas significaba poder anticipar ataques enemigos o movimientos de tropas. Por eso, los nazaríes desarrollaron un sistema de comunicación visual mediante torres que se avistaban entre sí. Desde la Porqueriza, las señales de humo de día o fuego por la noche podían llegar rápidamente al castillo de Moclín, y de allí a Granada.
Los constructores emplearon técnicas propias de la arquitectura militar andalusí: mampostería con mortero de cal y tierra, aprovechando materiales del entorno. La elección de una planta circular no fue casual. Esta forma ofrecía menos puntos débiles frente a la artillería y mejor resistencia a los derrumbes.
La Atalaya no solo servía para la defensa. También simbolizaba la presencia y el control nazarí sobre el territorio y sus habitantes. Era, en cierto modo, un faro político y militar en la frontera occidental del reino.
Características arquitectónicas
La Atalaya de la Porqueriza responde a un modelo muy común en las defensas nazaríes: la torre vigía de planta circular. Este diseño permitía una resistencia uniforme frente a posibles ataques y minimizaba los puntos vulnerables. Su diámetro exterior alcanza unos 5,2 metros y su altura conservada supera los 7 metros, aunque originalmente pudo ser algo más alta.
La fábrica se compone de mampostería irregular, utilizando piedras medianas y pequeñas trabadas con mortero de cal y tierra fina. Los albañiles aprovecharon los recursos del entorno, lo que permitía una construcción rápida y económica. La parte inferior de la torre es completamente maciza. Esta solución ofrecía mayor estabilidad estructural y complicaba su asalto, ya que impedía excavar fácilmente bajo los muros para derribarlos.
El acceso original no se situaba al nivel del suelo. Los constructores lo abrieron a unos 6 metros de altura en el lado este, probablemente protegido con una puerta de madera reforzada. Este tipo de acceso elevado dificultaba la entrada a posibles atacantes. El interior contaba con una pequeña cámara superior que servía tanto de refugio como de punto de observación.
Aunque hoy solo queda una estructura desnuda, en su momento la torre estuvo rematada con almenas o algún tipo de parapeto, desde donde los vigías podían observar el horizonte sin exponerse. Su posición en el borde de un escarpe rocoso le confería un dominio visual excepcional sobre el valle y las rutas de acceso a Moclín.
En el entorno inmediato aún se conservan restos de trincheras y fortificaciones ligeras construidas durante la Guerra Civil Española, que reutilizaron la posición estratégica de la atalaya. Estos elementos forman parte hoy del Parque Arqueológico de Tózar.
La sencillez de la torre no implica pobreza arquitectónica. Cada rasgo constructivo obedece a criterios funcionales: vigilancia, comunicación rápida, resistencia y control del terreno. Su supervivencia hasta nuestros días demuestra la eficacia de estas soluciones.
Usos posteriores
Tras la conquista cristiana de la zona en 1486, las atalayas nazaríes, incluida la Porqueriza, perdieron su función militar principal. Sin embargo, no quedaron en el olvido. Las autoridades castellanas aprovecharon algunas como puntos de control rural o para el aviso de incendios y otros peligros. Su visibilidad estratégica seguía siendo útil en tiempos de paz.
Durante siglos, la Atalaya de la Porqueriza quedó integrada en el paisaje agrícola y ganadero de Tózar. Su robusta estructura sirvió como hito territorial para los habitantes de la zona y como refugio ocasional para pastores. No se conocen intervenciones destacables hasta el siglo XX.
En 1938, en plena Guerra Civil Española, la torre recuperó su protagonismo militar. Las fuerzas nacionales ocuparon la zona y establecieron un pequeño complejo defensivo alrededor de la atalaya. Construyeron trincheras y nidos de ametralladora en las inmediaciones, aprovechando el control visual que ofrecía el promontorio. Desde esta posición se dominaban los accesos al valle y se podía vigilar posibles movimientos de las fuerzas republicanas.
Estos restos bélicos del siglo XX han llegado hasta hoy y forman parte del interés arqueológico del lugar. Por ello, se incluyeron en el Parque Arqueológico de Tózar, que integra distintos periodos históricos: desde enterramientos megalíticos y cuevas con restos visigodos hasta las estructuras medievales y las huellas de la Guerra Civil.
En 1985, la administración reconoció el valor patrimonial de la Atalaya de la Porqueriza al declararla Bien de Interés Cultural (BIC). Esta protección legal busca garantizar su conservación y su estudio.
Hoy, la torre no solo es un testimonio de la arquitectura militar nazarí, sino también un símbolo de la continuidad histórica de Tózar. Los visitantes pueden recorrer el entorno, conocer las trincheras y reflexionar sobre cómo el mismo lugar sirvió a distintos pueblos y ejércitos a lo largo de los siglos.
Valor patrimonial
La Atalaya de la Porqueriza no solo es una estructura defensiva medieval. Es un testigo mudo de la compleja historia de las fronteras andalusíes y del devenir de las comunidades rurales de la comarca de Moclín. Su valor patrimonial se asienta en varios pilares que abarcan la arquitectura, la historia, la arqueología y la memoria colectiva.
En primer lugar, la torre posee un alto valor histórico. Representa el último esfuerzo de resistencia del Reino Nazarí frente a la expansión cristiana en el siglo XIV. Su inclusión en una red defensiva avanzada —junto a otras torres vigía y el castillo de Moclín— ilustra las estrategias militares y la importancia del control territorial durante la etapa final de Al-Ándalus.
En segundo lugar, destaca por su interés arquitectónico. A pesar de su aparente sencillez, la torre refleja el conocimiento técnico y la adaptación al terreno de los constructores nazaríes. Su planta circular y su sistema de acceso elevado muestran soluciones eficaces a los retos defensivos de la época.
La Atalaya también tiene un valor arqueológico significativo. Las intervenciones realizadas en su entorno han revelado capas de uso que van desde la Edad Media hasta la Guerra Civil Española. Estos estratos permiten a los arqueólogos y a los visitantes comprender cómo distintas generaciones aprovecharon y resignificaron este punto estratégico.
Además, el enclave tiene un fuerte componente de memoria histórica. Los restos de las trincheras y fortificaciones de 1938 conectan la torre con episodios más recientes y dolorosos de la historia de España. Esta superposición de usos convierte el lugar en un espacio para la reflexión sobre la continuidad y la transformación de los paisajes bélicos.
Hoy, la Atalaya forma parte del Parque Arqueológico de Tózar, un proyecto que busca poner en valor el rico pasado del municipio. El parque ofrece rutas interpretativas que permiten al visitante recorrer desde sepulturas megalíticas hasta el patrimonio medieval y contemporáneo, creando un relato histórico continuo accesible para todos.
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