En pleno corazón del olivar andaluz, donde el verde infinito de los campos de Jaén se confunde con el horizonte, existió una vez una pequeña pero emblemática estación: Vado-Jaén. Su historia, aunque discreta, está ligada a un pasado de trenes humeantes, mercancías y progreso, como tantas estaciones que conformaron la red ferroviaria de Andalucía.
Origen de una estación de Vado-Jaén
Corría el año 1893 cuando la Compañía de los Ferrocarriles Andaluces decidió abrir esta terminal, que formaba parte de la línea que conectaba Linares con Puente Genil. Una ruta que, en su día, resultaba crucial para el comercio y el transporte de mercancías en la región, sobre todo por el protagonismo del olivo y la industria aceitera, siempre latente en esta tierra.
Pero Vado-Jaén era especial: apartada y silenciosa, no existía un pueblo cercano que la dotara de bullicio. Su principal función era servir de punto estratégico para el cruce de trenes y el transporte de mercancías, que llegaban y partían desde un pequeño muelle de carga anexo al edificio de viajeros. Los trenes, al pasar, parecían romper la quietud del campo y desaparecer, dejando tras de sí solo el eco del progreso.
El lento ocaso y el adiós a las vías
Durante varias décadas, Vado-Jaén cumplió con su cometido, fiel a un papel que, aunque modesto, resultaba vital. Pero el tiempo y las circunstancias económicas no perdonan. Poco a poco, esta línea ferroviaria fue perdiendo peso. Las vías que tanto habían sido transitadas se vieron cada vez más vacías. Finalmente, en octubre de 1984, se selló el destino de la estación con el cierre definitivo de la línea y el inicio de su desmantelamiento.
El abandono fue largo. Vado-Jaén se convirtió en una postal de la desidia, con su estructura resistiéndose a caer y sus vías transformándose en senderos cubiertos por la vegetación. Solo el viento y los viajeros más nostálgicos se acercaban a contemplar las ruinas de lo que una vez fue una estación de servicio.
La Vía Verde del Aceite: una segunda vida
La historia, sin embargo, no termina aquí. Donde antes corrían trenes, ahora pasean ciclistas, caminantes y amantes de la naturaleza. El antiguo trazado de la línea Linares-Puente Genil ha sido transformado en la Vía Verde del Aceite, un camino que sigue el recorrido original de las vías del tren.
En este contexto, la estación de Vado-Jaén ha sido rescatada del olvido. El edificio de viajeros, que estuvo a punto de perderse para siempre, ha sido restaurado recientemente, devolviéndole parte de su antigua dignidad. Ahora, no es difícil imaginar a los viajeros de otra época esperando su tren en un andén silencioso o a los trabajadores cargando mercancías con el olivar como testigo.
Un rincón para recordar
Hoy, visitar Vado-Jaén es mucho más que un simple viaje al pasado: es un encuentro con la memoria viva de Andalucía, con una estación que se niega a desaparecer y que, gracias a la Vía Verde, ha recuperado su función como punto de descanso y disfrute. Los muros, aunque restaurados, aún susurran historias de trenes perdidos y viajeros anónimos.
Así, Vado-Jaén nos recuerda que incluso en la soledad de un rincón olvidado, el tiempo puede detenerse y, con un poco de empeño, volver a ponerse en marcha. Una estación que, como el aceite que caracteriza su región, guarda en sus cimientos el sabor de la tradición y el esfuerzo.
¡Un destino imprescindible para cualquier amante de los caminos con historia!
Consejo para el viajero: Si decides recorrer la Vía Verde del Aceite, no olvides parar en Vado-Jaén. Cierra los ojos, escucha el viento y déjate llevar por el eco de una estación que, aunque ya no ve trenes, sigue viajando en el tiempo.
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