Fueron bastantes las tardes de verano en las que acudíamos al cine de para disfrutar de una película junto a mis amigos. Cierto que en aquella época eran pocas las fuentes de entretenimiento que había, ¡claro!, comparado con este momento en los que tenemos a mano móviles, ordenadores o televisión digital con un enorme número de opciones que escoger.
Con todo, yo no cambiaría aquella época por nada. Con una buena bolsa de pipas o avellanas, disfrutábamos posiblemente mucho más de lo que lo hacen los jóvenes ahora. Al menos, a mí me lo parece.
El avance de toda la tecnología que nos rodea en la actualidad ha convertido en un entretenimiento obsoleto a estos cines de verano. Estoy convencido de que es un gran error. Existen aún una extensa oferta cultural de música o teatro al aire libre, solo por citar algunas que permitiría a esta juventud volver a socializar en un entorno abierto.
Al menos, se separarían durante un tiempo de los dispositivos digitales que, muchas veces, no consiguen otra cosa sino aislarlos en una burbuja.
La última vez que regresé a Martos, me lo encontré en un estado de abandono preocupante. Sería una pena que se perdiera.
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