el sueño de los caracoles
el sueño de los caracoles

El sendero, un trazo incierto entre la maleza, se desdibujaba a cada paso bajo el crujir de mis botas. Con mi cámara colgando del cuello, emprendía esta travesía anónima como quien se adentra en un mundo que respira a espaldas del tiempo.

De pronto, algo detuvo mi marcha: un cardo erguido como un centinela en medio del sendero. Sus espinas, delgadas pero feroces, parecían desafiar al mundo, una arquitectura brutal esculpida por la supervivencia. Me acerqué lentamente, enfocando el lente, buscando el ángulo perfecto para capturar aquella fortaleza silvestre. Fue entonces cuando los descubrí: caracoles, decenas de ellos, arracimados en una coreografía improbable. Sus conchas nacaradas destellaban bajo el sol que apenas comenzaba a calentar la escena.

Había algo profundamente contradictorio en aquella imagen: la agresividad de las espinas contrastaba con la fragilidad de los caracoles, que parecían haberse refugiado allí como un sueño olvidado entre los pliegues del tiempo. La naturaleza, con su inagotable inventiva, había creado un poema en el que lo hostil y lo vulnerable coexistían sin conflicto. Me agaché para observar más de cerca, y cada detalle se reveló con una claridad hipnótica: las líneas concéntricas de las conchas, los bordes translúcidos de las espinas, el juego de luces y sombras que parecía orquestado para mi lente.

Ajusté la cámara, buscando atrapar la escenografía que el sendero me había regalado. El obturador sonó con un chasquido seco, y la imagen quedó grabada, aunque su verdadera esencia ya se había alojado en mi mente. El instante siguiente trajo consigo una extraña reflexión: tal vez los caracoles no dormían simplemente sobre el cardo. Tal vez lo único que habían hecho era adaptarse, encontrar en lo áspero un refugio contra el mundo.

Me incorporé, pero no me alejde inmediato. Seguía mirando aquel cardo y sus habitantes con la sensación de que el universo acababa de contarme un secreto. No era sólo un cardo, ni eran sólo caracoles. Era el susurro de una verdad más grande, una que la rutina de los días comunes apenas me dejaba escuchar. Una historia de cómo lo áspero puede ser hogar, de cómo lo frágil encuentra formas de resistir.

Seguí caminando, dejando atrás aquella escena. Pero en mi mente, el cardo y los caracoles se habían convertido en un faro silencioso, un recordatorio de las maravillas que se esconden en un sendero cualquiera. Cada paso que daba me acercaba al final del recorrido, pero también al inicio de otra historia que contar, otro paisaje que descubrir. Y así, con la cámara lista y los sentidos abiertos, el mundo seguía desplegando su caótica y deslumbrante poesía.

fotografias de la naturaleza | fotografía 1
fotografias de la naturaleza | fotografía 1
caracoles arracimados | fotografia 2
caracoles arracimados | fotografia 2
cochas de los caracoles entre las espinas de los cardos | fotografía 3
cochas de los caracoles entre las espinas de los cardos | fotografía 3
una imagen pecular a un lado del camino | fotografía 4
una imagen pecular a un lado del camino | fotografía 4
sueño de los caracoles entre las espinas de los cardos | fotografía 5
sueño de los caracoles entre las espinas de los cardos | fotografía 5
primer plano de los cardos cargados de conchas de caracoles durmientes | fotografía 6
primer plano de los cardos cargados de conchas de caracoles durmientes | fotografía 6
cardos a un lado del camino cargando con el sueño de los caracoles | fotografía 7
cardos a un lado del camino cargando con el sueño de los caracoles | fotografía 7

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