En el corazón del bullicioso casco urbano de Jerez de la Frontera se encuentra un tesoro histórico, la venerable Ermita de Guía. Construida en 1675 por iniciativa municipal, esta joya arquitectónica se erige sobre los cimientos de un antiguo eremitorio que se remonta al siglo VIII, una época llena de misterios y relatos perdidos en el tiempo.
Originalmente ubicada extramuros, junto al histórico aljibe conocido como La Alcubilla, la Ermita de Guía marcaba el cruce de caminos entre Sanlúcar de Barrameda, Rota, Cádiz y la entrada sur de Jerez. No es de extrañar que sea popularmente conocida por este nombre, evocando su papel como guía para los viajeros y peregrinos que atravesaban estas tierras.
A lo largo de los siglos, esta ermita ha sido testigo de épocas de esplendor y de declive. En el año 1264, cuando los cristianos reconquistaron la ciudad, ya se encontraba en ruinas. Sin embargo, bajo la orden de Alfonso X, se erigió una nueva ermita en 1285, habitada por monjes agustinos. La generosidad de la aristocracia local se manifestó en múltiples donaciones, incluida la icónica Virgen del Socorro, que aún hoy es objeto de devoción y veneración.
Pero como las mareas del tiempo cambian, en 1643 los agustinos abandonaron la ermita, y esta volvió a sumirse en el olvido y la ruina. Fue el ayuntamiento quien tomó la decisión de demolerla, dando paso a la construcción de la Ermita de San Isidro Labrador en 1675, que conocemos en la actualidad.
Aunque su fachada exhibe una sobria simplicidad, con un perfil marcado por un doble baquetón y un frontón triangular, flanqueado por jarrones ornamentales y los escudos de la ciudad, la Ermita de Guía es mucho más que piedra y argamasa. Es un símbolo de la historia y la identidad de Jerez de la Frontera, una ventana al pasado que nos conecta con nuestros ancestros y sus creencias.
Cada piedra de este edificio habla de tiempos olvidados, de devoción y de cambio. En su silenciosa majestuosidad, la Ermita de Guía nos invita a reflexionar sobre nuestra propia historia y el legado que dejaremos a las generaciones venideras.
Visitar la Ermita de Guía es emprender un viaje en el tiempo, un retorno a las raíces de nuestra ciudad y una oportunidad para rendir homenaje a aquellos que la construyeron y la cuidaron a lo largo de los siglos. Sumérgete en su aura de misterio y devoción, y déjate cautivar por la magia de un lugar donde el pasado y el presente convergen en perfecta armonía.
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