confianza como un valor esencial en las relaciones humanas
confianza como un valor esencial en las relaciones humanas

Acontecimientos recientes me han animado a compartir esta reflexión en mi blog personal. Durante algún tiempo me relacioné con un grupo de personas hasta que, por desgracia, la confianza que deposité en ellas se vio rota. Para mí esta situación no es sencilla de afrontar y, una vez perdida, me resulta muy difícil retornar al estado anterior en mi relación con esa persona. Por este motivo es por el que, esencialmente, he querido escribir mi opinión sobre el tema.

Pero lo mejor es comenzar por el principio. Debo confesar que una debilidad en mi carácter desde siempre fue depositar mi confianza en los demás de una manera indolente. No es extraño adivinar que no ha sido la primera vez ni, por desgracia, la última en la que me he sentido traicionado. Y son emociones que, según que casos, pueden afectarme enormemente. Y, a pesar de todo, tengo que admitir que en la mayoría de las ocasiones este sentimiento de tristeza al que me ha llevado sentirme frente a la deslealtad de un amigo o un pariente, ha sido por entero culpa mía, por no ser más cauteloso a la hora de depositar mi confianza. A estas alturas de mi vida estoy convencido de que me habría ayudado ser más suspicaz y desconfiando con quienes me rodeaban.

Lo cierto es que la confianza en un pilar esencial en las relaciones humanas. A menudo, implica una voluntad libre y consciente de ser vulnerable frente a otras personas. Y que conozcan tus debilidades suele ser un arma de doble filo que casi siempre acaba por herirte emocionalmente. Más, si cabe, en estos tiempos en los que vivimos, en los que los valores y la lealtad quedan muy a menudo sometidas por las conveniencias y egoísmos personales.

Cuando veo violada la confianza que he depositado en otros, por lo menos en mi caso, encuentro insuperable volver a creer en la palabra o en las intenciones de esa persona, aun cuando estas sean sinceras. Por supuesto, se ven afectadas la empatía o la simpatía que puedo llegar a sentir por quien fue desleal conmigo. Esta tendencia ha sido cada vez más fuerte en mí. De joven pensaba ingenuamente que todo el mundo era bueno. No es verdad y, a menudo, los intereses personales priman y son la causa de que se rompa una amistad, con frecuencia, de una manera permanente.

Casi superada la cincuentena, confiar en alguien me resulta cada vez más difícil. Reconstruirla, en la mayoría de los casos, un obstáculo insalvable. Posiblemente en otros tiempos, me habría sentido deprimido por algunos días. Ahora, afronto estas emociones de forma distinta. Pienso que lo mejor es seguir con mi vida sin más.

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