Aprovechando que debía realizar algunas gestiones en el polígono de Las Salinas, decidí hacer un alto en el camino y acercarme a la laguna que reposa en uno de los extremos de este parque industrial portuense. Apenas puse un pie en sus alrededores, una escena entrañable captó mi atención: un grupo de patos, en perfecta armonía, deambulaba por los jardines que bordean el pequeño lago urbano. Se movían con una cadencia casi coreográfica, como si estuvieran inmersos en un ritual cotidiano de compañía y exploración.
Por fortuna, llevaba mi cámara conmigo —un hábito que rara vez rompo— y no quise desaprovechar la oportunidad de capturar aquel momento. Ajusté el enfoque, busqué los mejores ángulos y comencé a inmortalizar la espontaneidad de estas aves en su pequeño universo. Algunas imágenes surgieron con facilidad, mientras que otras requirieron paciencia, aguardando ese instante en que la luz, el movimiento y la composición se combinaran en una escena perfecta.
Más que una simple sesión de fotos, fue un ejercicio de observación, de conectar con la calma y el ritmo pausado de la naturaleza en un entorno insospechado. Cada imagen cuenta una pequeña historia, un fragmento de ese instante en que me detuve a contemplar la vida que transcurre, sin prisa, en los márgenes de la ciudad.
El fruto de esta escapada fotográfica es el que comparto en esta entrada, con la esperanza de transmitir, aunque sea en parte, la belleza sutil y sencilla de aquel encuentro fortuito.











Visitas: 20