La historia de la Torre de los Alumbres, también conocida como Castillo de la Ermita o Castillo de Rodalquilar, nos transporta a una época de conflictos, riquezas y defensas estratégicas en la provincia de Almería. Esta imponente construcción, erigida en 1509 por orden de Francisco de Vargas, desempeñó un papel crucial en la protección de la mina de alumbres de Rodalquilar, uno de los recursos más valiosos de la época.
La riqueza de las minas de alumbre atrajo la atención no solo de comerciantes, sino también de piratas berberiscos, cuya actividad depredadora en la costa de Almería era un constante desafío. Para contrarrestar esta amenaza, junto con la Torre de los Alumbres se construyó otra torre hecha de tapial, que lamentablemente desapareció en el siglo XVIII. Sin embargo, la torre principal resistió el paso del tiempo y los avatares históricos, convirtiéndose en testigo de numerosos acontecimientos.
De bastión defensivo a cárcel y punto estratégico
A pesar de su sólida construcción, la Torre de los Alumbres fue abandonada en 1555 debido a las dificultades de su mantenimiento y la constante amenaza de saqueos. Hacia 1590, se reutilizó como cárcel del Cabo de Gata, cumpliendo también funciones de vigilancia costera frente a las incursiones magrebíes y turcas. Este cambio de uso refleja la importancia estratégica que tuvo para la región, incluso después de perder su propósito inicial.
En 1755, se acometieron obras de reparación debido al estado ruinoso en que se encontraba, pero su destino volvió a cambiar en 1768. La construcción del Castillo de San Ramón, más cercano a la costa, y la distancia de la Torre de los Alumbres al litoral (aproximadamente un kilómetro) motivaron su abandono definitivo. Posteriormente, a mediados del siglo XIX, sirvió como refugio para los torreros de la vecina Torre del Cerro del Lobo, pero su conservación fue descuidada, lo que marcó el inicio de su deterioro progresivo.
Un legado histórico en ruinas
Hoy en día, la Torre de los Alumbres se encuentra en estado ruinoso, aunque conserva su carácter monumental y su peso histórico. Su imagen evocadora es un recordatorio del auge y declive de las actividades económicas y defensivas de la región, así como de la constante lucha por proteger los recursos naturales de los ataques externos.
Esta torre, junto con otras construcciones defensivas del Parque Natural de Cabo de Gata-Níjar, forma parte de un rico patrimonio cultural que merece ser conocido y valorado. Su historia es, en esencia, la historia de una tierra fronteriza que durante siglos ha sido un crisol de culturas, enfrentamientos y riquezas.
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