Es conocido como la antigua Aduana, emplazado frente a la plaza de la Pescadería, en El Puerto de Santa María.
A pesar de su deterioro actual, este edificio tiene una gran importancia histórica para la localidad portuense. No en vano, está considerado como uno de los mejores ejemplos del neoclasicismo de la bahía de Cádiz. Este edificio se dedicó, en otra época, a albergar a la Aduana. En parte de él, además, se hallaban las viviendas de los funcionarios. La planta baja estuvo dedicada, casi en su totalidad, a servir de almacenes de mercancías.
La monumentalidad del edificio quedó registrada en un cuadro, muy conocido, de José Aparicio, en el que se inmortalizaba el desembarco del monarca Fernando VII en el puerto en el año 1823.
Este edificio fue fruto del auge comercial vivido por El Puerto en la segunda mitad del siglo XVII, y de la decisión de la mayor parte de los cargadores de indias de levantar sus residencias junto a la ribera del río Guadalete.
Edificado sobre el solar que otrora ocuparan las casas de Gilberto de Mels y Pedro Pumarejo, en un inicio se concibió como la Real Fábrica de Licores y Aguardientes, dada la excelente calidad de las aguas de la Piedad.
Su inauguración tuvo lugar en el año 1799, quedando detallado en el pliego de condiciones que se produciría aguardiente anisado, seco y anisete superior y mistelas.
En 1818, empero, se procedió al cierre dado que el estado abandona la fabricación directa de estos licores.
Patio interior de la antigua aduana portuense
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