Actualmente se encuentra arrinconado en un viejo varadero a orillas del río Guadalete. Fue trasladado allí tras haber naufragado en el puerto de Cádiz. Su aspecto actual no es sino causa del paso del tiempo y el abandono. Regularmente se alzan voces exigiendo su restauración y puesta de nuevo en valor. Pero parece que no ha llegado el momento de acometer esos trabajos que le devuelvan parte del esplendor del que disfrutó en otra época. Eso sí, se ha convertido en un codiciado objetivo de fotógrafos aficionados.
No ha sido la primera vez que me he detenido para observar, debo confesar que con cierta tristeza, el progresivo deterioro del símbolo portuense, protagonista de no pocos viajes por la bahía gaditana e, incluso, de alguna película de época.
A mí, particularmente, se me antoja difícil recuperarlo. Aun cuando no tengo los conocimientos necesarios para valorar estas cuestiones técnicas, pienso que, de hacerlo, poco quedaría de la embarcación original. Al menos eso supongo al ver el estado de las maderas y otros elementos de la veterana motonave.
Parece que, si nadie lo remedia, quedará por el tiempo que su estructura lo resista como una anecdótica curiosidad para quienes paseen por la avenida de la Bajamar, junto a lo que queda de lo que parece fue un antiguo astillero fluvial, hoy ya desaparecido.
Creo que lo único que ya no resta sino compartir algunas fotografías que he ido realizando a lo largo de los años del que cariñosamente se conoce como el vaporcito de El Puerto. Con todo, ya publiqué en mi blog una galería de fotografías del barquito.
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