leyenda de los hermanos carvajales
leyenda de los hermanos carvajales

En el corazón de Andalucía, la ciudad de Martos se erige como testigo de una de las leyendas más conmovedoras y trágicas de la historia medieval española: la leyenda de los hermanos Carvajales. Este relato, que entrelaza honor, traición y justicia divina, ha perdurado a lo largo de los siglos, convirtiéndose en un pilar fundamental del patrimonio cultural de Martos.​

Contexto histórico de la leyenda de los hermanos Carvajales

A comienzos del siglo XIV, el Reino de Castilla se encontraba inmerso en constantes conflictos internos y externos. Fernando IV, conocido posteriormente como «El Emplazado», ascendió al trono en 1295 a la temprana edad de nueve años, tras la muerte de su padre, Sancho IV. Durante su reinado, tuvo que enfrentar la insubordinación de la nobleza y continuar la Reconquista contra el Reino nazarí de Granada. En este convulso escenario, la figura de Juan Alonso de Benavides, privado y consejero del rey, adquirió notable relevancia. Su asesinato en Palencia en 1312 desencadenó una serie de eventos que culminarían en la tragedia de los hermanos Carvajales.​

Los hermanos Carvajales

Juan Alfonso de Carvajal y Pedro Alfonso de Carvajal eran caballeros de la Orden de Calatrava, una de las órdenes militares más influyentes de la época. Residentes en Martos, gozaban de respeto y estima entre sus conciudadanos. Sin embargo, las rivalidades y enemistades, posiblemente derivadas de disputas familiares o políticas, los situaron en el centro de una acusación que marcaría su destino. Fueron señalados como autores del asesinato de Juan de Benavides, a pesar de la falta de pruebas concluyentes y de sus vehementes proclamaciones de inocencia.

El juicio y la condena

Fernando IV, influenciado por consejeros y movido por el deseo de justicia por la muerte de su favorito, ordenó la captura de los hermanos Carvajales. Sin un juicio justo y basado en acusaciones posiblemente infundadas, el rey decretó una sentencia ejemplar: los hermanos serían encerrados en una jaula de hierro con púas en su interior y arrojados desde la cima de la Peña de Martos. Esta forma de ejecución, además de ser extremadamente cruel, buscaba servir como advertencia a aquellos que osaran desafiar la autoridad real.​

El emplazamiento al rey

Antes de su ejecución, los hermanos, conscientes de su inocencia y de la injusticia que se cometía, lanzaron una advertencia al monarca. Lo emplazaron a comparecer ante el tribunal supremo de Dios en un plazo de treinta días, donde se juzgaría la rectitud de sus acciones. Este desafío, más allá de ser una simple maldición, reflejaba la profunda convicción de los Carvajales en su inocencia y en la justicia divina.​

La ejecución y sus consecuencias

El 7 de agosto de 1312, la sentencia se llevó a cabo. La jaula con los hermanos fue arrojada desde la Peña de Martos, encontrando la muerte al pie de la montaña. La población, consternada y doliente, acudió al lugar para llorar su trágico destino. Este punto se conoce hoy como «La Cruz del Lloro», en memoria de aquel lamento colectivo. Exactamente treinta días después, el 7 de septiembre de 1312, Fernando IV falleció repentinamente en Jaén, sin que nadie presenciara su muerte. Este hecho fue interpretado como el cumplimiento del emplazamiento de los hermanos, otorgándole al rey el sobrenombre de «El Emplazado».

Legado y memoria de la leyenda de los hermanos Carvajales

La leyenda de los hermanos Carvajales ha trascendido el tiempo, convirtiéndose en símbolo de la lucha contra la injusticia y la reivindicación del honor. Sus restos reposan en la iglesia de Santa Marta de Martos, donde una inscripción recuerda su trágica historia. La Cruz del Lloro permanece como testimonio del dolor del pueblo ante su injusta ejecución. Además, la figura de Fernando IV ha sido objeto de múltiples interpretaciones en la literatura y el arte, destacando la obra «Últimos momentos de Fernando IV el Emplazado» del pintor José Casado del Alisal.​

Reflexiones finales

La historia de los hermanos Carvajales nos invita a reflexionar sobre la fragilidad de la justicia en tiempos convulsos y cómo las decisiones precipitadas, influenciadas por intereses personales o políticos, pueden llevar a tragedias irreparables. Martos, con su imponente Peña y sus monumentos conmemorativos, sigue siendo guardiana de esta leyenda, recordándonos la importancia de la equidad, el honor y la memoria colectiva.

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