playa de Camposoto
playa de Camposoto

El sol se eleva en el horizonte como un recordatorio de que un nuevo día comienza, pero mis pensamientos vuelan hacia atrás en el tiempo, hacia aquellos veranos eternos que pasaba con mis amigos en la playa de Camposoto en San Fernando. El aroma a salitre y el sonido inconfundible de las olas rompiendo en la orilla me transportan instantáneamente a aquellas épocas llenas de risas y complicidad.

Era el ritual anual que esperábamos con ansias: el día en que la escuela quedaba atrás y nos dirigíamos a la playa para sumergirnos en el cálido abrazo del océano. La emoción era palpable mientras recorríamos el camino de arena, descalzos y con la promesa de aventuras revoloteando en el aire.

Mis amigos y yo éramos como exploradores intrépidos, dejándonos llevar por la brisa marina y la libertad que solo la juventud puede ofrecer. Recordar esos días me llena de nostalgia y gratitud por las experiencias que compartimos. La complicidad entre nosotros era tan fuerte como las mareas que veníamos a disfrutar.

La playa de Camposoto se extendía ante nosotros como un lienzo interminable de arena dorada y cielos azules. Cada ola que se estrellaba en la costa dejaba a su paso pequeños tesoros: conchas brillantes y cristales pulidos por la acción del mar. Nuestros pies descalzos exploraban la arena en busca de esos pequeños regalos naturales, mientras nuestras risas resonaban en la brisa.

El calor del sol acariciaba nuestras pieles, y la frescura del agua nos envolvía cuando finalmente nos sumergíamos en el océano. Las olas nos mecían suavemente, y en esos momentos, el tiempo parecía detenerse. Miraba a mis amigos, sus rostros radiantes bajo el sol, y sentía una conexión profunda con ellos y con el entorno que nos rodeaba.

Después de un día lleno de risas y juegos, nos reuníamos alrededor de una fogata en la playa. El crepitar de las llamas y el olor a madera quemada se entrelazaban con la nostalgia del día que llegaba a su fin. Las historias y secretos compartidos en esas noches han quedado grabados en mi memoria como tesoros preciosos.

Aunque los años han pasado y la vida nos ha llevado por caminos diferentes, la playa de Camposoto sigue siendo un testigo silencioso de nuestras juventudes intrépidas. Cierro los ojos y puedo sentir la textura de la arena bajo mis pies, escuchar las risas de mis amigos y ver el resplandor del sol poniéndose en el horizonte.

Aunque el tiempo ha transformado muchas cosas, esos recuerdos perduran como las huellas que dejamos en la playa, testigos de los veranos que vivimos con intensidad y la amistad que sigue siendo el ancla de esos días dorados en la playa de Camposoto.

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