En los rincones más recónditos del municipio jiennense de Alcaudete se esconde un enigma que ha perdurado a lo largo del tiempo. Cerca de un lugar conocido como “Las Encantadas”, donde unas misteriosas grutas despiertan la curiosidad de los lugareños, se encuentra una fuente que solía abastecer de agua a los vecinos, junto a antiguos lavaderos que en su época fueron testigos de la vida cotidiana de la localidad.
Sin embargo, más allá de su función práctica, este lugar fue escenario de acontecimientos extraños que sembraron el terror entre los habitantes de Alcaudete. Se hablaba de un ser enigmático que deambulaba por las calles durante las noches oscuras, un hombre vestido con un traje oscuro y cubierto por un sombrero de ala ancha negro.
Una vecina, tras regresar a casa en las primeras horas de la madrugada, presenció una escena perturbadora. Desde la distancia, divisó al misterioso hombre de negro acercándose lentamente hacia ella. Temerosa, se ocultó bajo el quicio de una puerta, observando cómo el desconocido se inclinaba para lavarse la cara en la fuente. Pero lo que más la estremeció fue descubrir, a la luz de la luna llena, que el hombre no poseía rostro alguno bajo el sombrero; solo un vacío inexplicable.
Con el temor aún latente, la mujer compartió su experiencia con unos gitanos locales, quienes decidieron investigar por sí mismos. Escondidos en los lavaderos, esperaron la llegada de la misteriosa figura, que no tardó en aparecer. Lo que presenciaron los dejó atónitos: un hombre sin rostro, cuyo sombrero ocultaba un vacío que emanaba sangre. Emitiendo un espeluznante alarido, el ser desapareció en las cuevas cercanas, dejando tras de sí un fuerte hedor a azufre.
Desde aquel fatídico encuentro, nadie ha vuelto a ver al espantoso ser espectral. El misterio del hombre del sombrero negro persiste en la memoria de los lugareños, recordándonos que, en los rincones más inesperados, la oscuridad puede albergar secretos insondables.
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