el ferrocarril de otra època
el ferrocarril de otra època

El paso del tiempo ha convertido esos recuerdos de juventud en reliquias nostálgicas, pero cada vez que cierro los ojos, el estruendo característico de las máquinas de vapor y el aroma a carbón se apoderan de mis sentidos. Mi mente viaja hacia atrás, a los días en que la estación de tren era un escenario de magia y posibilidades infinitas.

Era un joven soñador, con la mirada fija en las imponentes máquinas de vapor que se acercaban a la estación. Sus ruedas giraban con un ritmo hipnotizante, y el sonido metálico de los vagones acoplándose resonaba en el aire. Las chimeneas expulsaban nubes de vapor que se mezclaban con la emoción palpable en el ambiente.

Pasaba horas enteras en la estación. Observaba con curiosidad cómo los pasajeros descendían con sus maletas, o cómo los operarios se movían con destreza, llevando y trayendo mercancías con una sincronización casi coreografiada. Cada tren era un mundo en sí mismo, una oportunidad para imaginar aventuras que me llevarían lejos, a lugares desconocidos y emocionantes.

Me perdía en la idea de subir a bordo de uno de esos trenes y emprender un viaje sin destino fijo. En mi mente, los paisajes variados y las culturas diversas se desplegaban ante mí como un tapiz de posibilidades. La estación se convertía en el umbral hacia un universo desconocido, y yo ansiaba formar parte de esa narrativa itinerante.

El tiempo ha pasado, y la estación ya no es el bullicioso escenario de antaño. Las máquinas de vapor ha caido en el olvido. Los andenes, una vez testigos de despedidas y bienvenidas, yacen silenciosos como vestigios de un pasado que solo existe en la memoria.

Frente a un montón de traviesas, mi mente divaga hacia lo que pudo haber sido. Imagino que la vieja estación aún estaría en servicio, con pasajeros procedentes de destinos desconocidos bajando de los trenes, mientras otros suben llenos de ilusiones y esperanzas. La vida seguiría su curso, y la estación sería un punto de encuentro para historias que se entrelazan y se despliegan a medida que los trenes parten y llegan.

Hoy, mientras contemplo el silencio que reina en el lugar que una vez fue el epicentro de mis sueños de juventud, siento una mezcla de melancolía y gratitud. Aunque el tren ya se ha ido hace mucho tiempo, el recuerdo de aquellos días sigue vivo, resonando en mi corazón como un eco lejano de una época en la que la estación era más que un punto de transición; era el portal hacia un mundo lleno de posibilidades y aventuras por descubrir.

Visitas: 0

1 COMENTARIO

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí